La jornada de rezo es también el día de la ira
El viernes es un día de oración para el mundo musulmán, pero los países árabes que desde hace semanas, e incluso meses, están experimentando revueltas contra sus respectivos gobiernos aprovechan esta jornada para volver a reivindicar, cada cual con sus particularidades, una mejora en sus condiciones socioeconómicas.
Ruben PASCUAL
Desde el inicio de las revueltas populares en el mundo árabe, en los diferentes países se han venido haciendo sucesivos llamamientos al «día de la ira» para dar impulso a las demandas que se reivindican en las calles. Ayer también -teniendo en cuenta que era viernes y, por tanto, día de oración para los musulmanes-, las reclamaciones populares siguieron tomando aire y llenando las calles. Eso sí, las situaciones que se vivieron en cada país fueron de lo más diversas.
En Egipto, el nuevo primer ministro, Esam Sharaf, acudió a la simbólica plaza Tahrir (Liberación, en árabe) para pedir apoyo y legitimidad al pueblo que consiguió tumbar a Hosni Mubarak, primero, y al mandatario nombrado por éste, Ahmed Shafiq, después.
Mientras en Irak miles de ciudadanos salían también a su plaza Tahrir -en este caso, la de Bagdad- para solicitar el fin de la corrupción y la mejora de sus condiciones de vida, los ciudadanos de Jordania y de Yemen se manifestaban en masa para solicitar la caída de sus respectivos gobiernos. En el caso yemení, los analistas consideran precipitado hablar de una posible dimisión del mandatario, Ali Abdallah Saleh, aunque admiten que su imagen está debilitada.
La situación más grave, un día más, se vivió en Libia, donde el escenario va cambiando, gradualmente y por encima de los tirones de oreja occidentales, de revuelta popular a guerra abierta.
Miles de egipcios expresaron ayer en la cairota plaza Tahrir su apoyo al recién nombrado primer ministro, Esam Sharaf, quien en una acción sin precedentes se presentó ante los manifestantes pidiéndoles que legitimen su mandato.
En una concentración menos masiva que en viernes anteriores, familias, activistas, jóvenes y ancianos acudieron al epicentro de las ya históricas protestas, donde habían sido convocados por la oposición en el llamado «Día de la Insistencia» para protestar contra el gobierno anterior, presidido por Ahmed Shafiq, quien dimitió el jueves forzado por la presión popular.
«Sharaf es bueno, porque apoyó a los manifestantes en Tahrir [durante la revolución] y con él las cosas cambiarán en Egipto», declaró a Efe Ahmed Abdeluahad, de 27 años.
Al igual que en viernes anteriores, la manifestación comenzó con un multitudinario rezo en la plaza, donde el rumor sobre la presencia de Sharaf hizo aumentar gradualmente la expectación. Finalmente, jaleado y aplaudido, el flamante primer ministro subió al escenario.
«He venido aquí para ser legitimado por vosotros, porque vosotros sois los dueños de la legitimidad ahora», afirmó antes de calificar de «muy dura» la misión que ha recibido, la cual requerirá «insistencia y paciencia».
«Mi esperanza -continuó- es intentar conseguir vuestras demandas, y el día que me sienta incapaz de hacerlo no me vais a encontrar aquí».
A pesar de que los deficientes equipos de sonido dificultaron la audición del mensaje, los presentes interrumpieron a Sharaf con gritos de «Estamos contigo», «El pueblo y el Ejército son uno solo» y «Levanta la cabeza, eres egipcio».
Por otra parte, ayer mismo se dio a conocer que el referéndum sobre las enmiendas a la Constitución propuestas por una comisión de juristas se llevará a cabo el próximo 19 de marzo. La Justicia egipcia también desmintió que el depuesto Hosni Mubarak esté en Arabia Saudí y aseguró que sigue en el país.
Miles de iraquíes salieron a las calles para exigir puestos de trabajo y mejores servicios públicos, en el marco del «Viernes de la Dignidad y el Desafío», que se desarrolló bajo extremas medidas de vigilancia pero sin incidentes de relevancia.
Hubo movilizaciones en diversos puntos del país, tales como la sureña ciudad de Basora -donde varios periodistas fueron agredidos por la Policía, después de que las mismas fuerzas policiales les habían prometizo que garantizarían su seguridad-, Faluya y Ramadi, aunque el punto más importante fue la plaza Tahrir de la capital, donde miles de personas llegaron a pie ya que desde la última medianoche regía un toque de queda para vehículos que impidió el libre desplazamiento.
«No a la corrupción», «No a los favoritismos», «No al desempleo», decían algunas de las pancartas que se podían observar en el la plaza. Para evitar que los manifestantes se extendieran por otras partes de Bagdad, en la llamada «zona verde», donde se concentran la sede del Gobierno y de varios ministerios y embajadas, la Policía cortó los puentes de acceso desde Tahrir.
«Llegamos para participar en esta manifestación pacífica para exigir el suministro de agua potable, electricidad, puestos de trabajo y que se persiga a los corruptos», comentó a la agencia Efe Salam al-Ani, uno de los participantes en la marcha de Ramadi, al oeste de Bagdad.
En las protestas que se desarrollaron el viernes pasado, los disturbios dejaron una docena de muertos y más de cien heridos.
El régimen anunció haber recuperado el control de Zawiyah, importante enclave al oeste de Trípoli, tras una ofensiva lanzada con el apoyo de tropas transportadas en helicópteros Chinook. Pese a reconocer qque hay «bolsas de resistencia» en los alrededores, aseguró haber matado a los líderes de la revuelta. Fuentes locales informaron de muchos muertos.
En el este del país, el escenario de la batalla se situaba en torno al aeropuerto estratégico de Ras Lanouf. Mientras los sublevados anunciaron la conquista del enclave, informaciones desde la zona aseguraban que la verdadera batalla estaba aún por llegar, aunque las escaramuzas se habrían cobrado la vida de cuatro opositores. El régimen bombardeó posiciones de los sublevados en Brega y en Ajdabiya, más al este. De vuelta en dirección oeste, el Ejército de Gadafi lanzó asimismo una ofensiva contra Misrata, al este de Trípoli, en manos de la oposición y con un saldo de un muerto.
Miles de personas participaban en el entierro de un «mártir» muerto la víspera en este enclave donde se sitúa otro aeropuerto estratégico para la región de Trípoli.
En la capital, un centenar de opositores fueron dispersados con gases lacrimógenos en el barrio rebelde de Tajura. Hubo asimismo concentraciones a favor del régimen. 5.000 personas salieron a la calle en Bengasi, feudo de la rebelión en Cirenaica, para exigir el final de la era Gadafi.
El Ejército yemení abrió fuego ayer contra los manifestantes en el norte de Sana'a, dejando cuatro muertos, mientras en el resto del país centenares de miles de personas se movilizaron a favor y en contra del régimen de Ali Abdallah Saleh.
Dirigentes opositores que exigen la renuncia de Saleh, quien gobierna el país desde hace 32 años, consideraron que lo ocurrido prueba que el presidente ha rechazado una propuesta de la oposición para abandonar el poder antes de fin de año y poner de ese modo fin a la actual crisis política.
Varios analistas citados por la agencia France-Presse estimaron que el mandatario, pese a encontrarse políticamente muy debilitado, aún está en condiciones de mantenerse el poder.
Los cuatro manifestantes cayeron bajo las balas de los soldados que defendían una posición militar en la localidad de Semla, que forma parte de la ciudad de Harf Sufian, a unos 170 kilómetros al norte de la capital yemení, según fuentes de la rebelión chií.
Otros siete manifestantes resultaron heridos en esa marcha convocada por los rebeldes zaiditas, miembros de una rama del chiismo que combate contra el régimen desde 2004, y que se sumaron a la revuelta popular contra Saleh el 21 de febrero.
Analistas apuntan que no se puede asegurar que Saleh acabará cayendo. «Es obvio que la situación es muy desfavorable» para el mandatario, señaló Christopher Boucek, quien opina que es demasiado «prematuro» decir que «la suerte está echada y que Saleh se va a tener que ir».
Los jordanos hicieron ayer una nueva demostración de fuerza al llamamiento de los islamistas exigiendo «reformas del régimen», al día siguiente de que el Gobierno rechazara la opción de una monarquía constitucional como reclama una parte de la oposición.
Los manifestantes -10.000 según los organizadores y 5.000 según la Policía- coreaban eslóganes como «El pueblo quiere reformas del régimen», «Las reformas son una demanda popular» y «Queremos una nueva ley electoral».
«Rechazamos todas las tentativas para impedir las reformas reales», declaró a la multitud el portavoz de los Hermanos Musulmanes, Jami Abu Bakr, según citó AFP. «Queremos reformas políticas en un plazo bien definido y mucho mejor que el anunciado por el Gobierno», añadió.
Por su parte, el primer ministro, Maruf Bajit, cuyo Ejecutivo obtuvo la tarde del jueves la confianza del Parlamento, anunció que llevará a cabo una serie de reformas políticas propuestas por el rey Abdallah II antes del fin de año. Los islamistas respondieron dándole un plazo de un mes.
El jefe del Frente de Acción Islámica (FAI), jeque Hamzeh Mansur, declaró que hasta ahora el Gobierno «no había hecho nada» para responder satisfactoriamente a las reivindicaciones populares.
Rodeados por la Policía, los manifestantes enarbolaban banderas jordanas y pancartas en las que exigían «pan y libertad» y «la disolución del Parlamento».
Otros cinco partidos de la oposición explicaron que no participaban en las protestas con el fin de dejar espacio para el diálogo con el nuevo Gobierno.