El año 1986 fue especial para la ciudad Barcelona. El 17 de octubre fue elegida por delante de París como sede de la cita olímpica de 1992. Un impulso enorme para la ciudad.

Pocos meses antes, el 7 de mayo, el Barça había caído en una profunda depresión al perder en la final de la Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest. La cita es, junto al 4-0 al que le sometió el Milan en la final de 1994, una de las mayores pesadillas de la historia blaugrana.

El Barcelona, incapaz de derribar la muralla rumana, arribó al momento de los penaltis y allí emergió la figura de Duckadam. El meta del Steaua detuvo los lanzamientos de Alexanko, el recientemente fallecido Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso. Los rumanos tampoco estuvieron mucho más inspirados, ya que el también difunto Urruti paró dos de sus disparos, insuficientes para evitar que la Copa de Europa se marchara a las vitrinas del Steaua de Lacatus, Balint, Piturca, Belodedici o un jovencísimo Raducioiu.

Con el hundimiento moral todavía presente, el entrenador inglés del Barcelona, Terry Venables, convenció a la directiva para dotar de un claro toque británico a la escuadra. Venables ya contaba con su ayudante Alan Harris y con el delantero escocés Steve Archibald en la plantilla. El caso de Archibald tampoco deja de ser curioso, ya que tras ser Bota de Oro en 1984, el Barcelona lo fichó desechando la contratación de Hugo Sánchez. El escocés anotó 24 tantos en 55 choques, pero sus registros quedaron muy lejos de los conseguidos por el mexicano con el Madrid.

El verano de 1986 supuso el desembarco de la dupla formada por Gary Lineker y Mark Hughes en el Camp Nou. La fortuna y el rendimiento de ambos fueron muy distintos. El primero se consagró como un ídolo para la afición, mientras que el segundo pagó su falta de adaptación.

Lineker, que llegó tras ser el máximo realizador del Mundial de 1986, pronto se ganó un hueco en los corazones de los hinchas. Autor de un hat-trick frente al Real Madrid en su primera campaña, sus goles y esfuerzo siempre fueron recompensados.

Silbidos a Laudrup, su sustituto

Campeón de Inglaterra con el Everton de Kendall, en la Liga no pudo repetir los éxitos y se tuvo que conformar con la Copa de 1988 ganada a la Real y la Recopa de 1989. En 103 partidos con la camiseta blaugrana anotó 43 tantos. En su última campaña, Johan Cruyff lo situó en una banda limitando sus posibilidades de acierto.

A la conclusión del curso 88-89 abandonó la disciplina del Barcelona para fichar por el Tottenham. La hinchada culé no entendió su salida y silbó a su sustituto, Michael Laudrup, en su presentación. Curioso, visto el posterior rendimiento del danés. En la actualidad, Lineker es un todo un personaje dentro de la cultura popular inglesa. Muy apreciado por su carácter y capacidad de expresión, es analista en varios medios de comunicación.

Hughes era un delantero fuerte y de buen remate tanto con los pies como con la cabeza. Sparky, apodo con el que es conocido en la isla debido a su simpatía, había saltado a la fama gracias a sus tantos con el United y la selección galesa. Con los clubes de la liga inglesa expulsados de las competiciones europeas tras Heysel, el Barcelona pagó dos millones de libras a los red devils por sus servicios. No los pudo amortizar y, con apenas 22 años, su timidez y falta de adaptación le costaron más de un mal trago. Apenas anotó cuatro goles en una treintena de encuentros. Al inicio de la siguiente campaña fue cedido al Bayern de Múnich y en 1988 retornó al Manchester United.

El actual técnico del Fulham pudo tomarse cumplida revancha en la final de la Recopa de 1991. En un choque que midió al United y el Barcelona, el delantero galés marcó los dos tantos que dieron el título al equipo que ya por entonces entrenaba -y sigue entrenando actualmente- sir Alex Ferguson.