GARA > Idatzia > Mundua

Análisis | Equilibrismo político en Alemania

Entre el aislamiento diplomático y las elecciones anticipadas

La repetición del bipartito rojiverde de 1998-2005 podría ser útil a los poderes fácticos para reconducir a Alemania al seno de la OTAN y de la UE y para encontrar otro compromiso entre la industria atómica y el movimiento antinuclear.

p024_f01199x112.jpg

Ingo NIEBEL

Las decisiones adoptadas por Berlín respecto a Libia y a su propia política nuclear se explican, según el autor, por la inmediatez de las decisivas elecciones regionales del próximo domingo. Una derrota de Merkel podría suponer comicios anticipados y la victoria del SPD y los Verdes.

Cálculos políticos para garantizar el contiuismo. Ésta ha sido la fórmula y el credo de la política exterior de la República Federal de Alemania (RFA) desde su fundación en 1949. Con este lema, Bonn y, a partir de 1990, Berlín, han querido transmitir tranquilidad a sus vecinos después de que primero el Kaiser y luego Hitler emplearan a sus diplomacias como instrumentos de una política agresiva. En medio de las negociaciones internacionales para la unificación alemana de 1989/90, el gran temor de los aliados y vecinos era que una Alemania unida pudiera optar por la neutralidad y emplear su poderío económico para volver a la política imperialista de la primera mitad del siglo XX.

Hasta hace una semana este riesgo evocaba la pesadilla de un pesimista antialemán alejado de la realidad. Con la abstención de Berlín en el Consejo de Seguridad de la ONU respecto a Libia, el fantasma de la Alemania aislada y solitaria ha regresado, pero asusta más a los propios alemanes que a sus aliados.

Si en Berlín gobernara una canciller del talante de Helmut Kohl, en estrecha colaboración con un estratega como el (difunto) banquero Alfred Herrhausen, del Deutsche Bank, aquel fantasma tomaría cuerpo y habría que valorar de otra manera la decisión. No obstante, la postura adoptada por la canciller Angela Merkel y su ministro de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle, se explica ante todo por la inmediatez de las decisivas elecciones regionales de Baden Württemberg, el domingo. Ayer mismo se filtró que Westerwelle abogaba por votar en contra del establecimiento de una zona de exclusión aérea, y que fue Merkel la que le convenció por la abstención.

Si la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la jefa de Gobierno y el Partido Liberal (FDP) de su socio, el vicecanciller, pierden este feudo, el Ejecutivo tendrá fecha de caducidad. Ante este riesgo Merkel y Westerwelle operan recurriendo al tacticismo político, pensando que así podrán salvar votos. Así se explican tanto la (ilegal) moratoria de la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares, reacción al desastre atómico de Fukushima que el propio ministro de Economía, Rainer Bruderle reconoce abiertamente como electoralista, y la abstención ante la iniciativa de guerra de Washington, Londres y París contra Libia. Berlín tiene que hacer todavía la guerra en Afganistán contra la mayoría social. Por tanto, no existe ningún apoyo para otra contienda más.

En consecuencia, mantener el poder en Stuttgart ha supuesto llevar a Berlín a una situación nunca vista antes: por primera vez desde 1949, Alemania está sola, sin ninguno de sus aliados tradicionales, EEUU, el Estado francés o Gran Bretaña, sino con sus rivales por lograr la hegemonía en Europa y en el resto del planeta, Rusia y China. Es más, esta posición no es producto de una transformación política, sino el resultado de una mera decisión electoralista.

Sus consecuencias podrían ser, hoy por hoy, tan dañinas para la política exterior alemana como la decisión de Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak en 2004. Lo único que puede salvar al bipartito de Merkel es que en un plazo muy corto, la agresión militar se convierta en un enorme desastre, y mejor antes del domingo. Pero aunque esto fuera así, la política de la canciller seguiría careciendo de una base y no sería el resultado de una nueva estrategia.

Además, Merkel y Westerwelle han aportado su parte para que la Unión Europea y la OTAN se debiliten en medio de una crisis global en la que Occidente está perdiendo a Japón como bastión geoestratégico para mantener a raya a China y a Corea del Norte.

Ante el caos diplomático, creado por Berlín, los poderes fácticos de Alemania están aunando fuerzas para reconducir al país al lado de sus socios tradicionales. El diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ) y el conservador «Die Welt» han vuelto a cargar contra Merkel. Este último tituló esta semana que Libia es «un daño total» para Merkel, mientras que el primero consideró «inquietante» la abstención porque para adoptar esa postura «no ha sido decisiva ni la solidaridad con los socios más importantes ni el esfuerzo por una Política Exterior y de Seguridad Común europea».

Mientras tanto el diario liberal «Süddeutsche Zeitung» (SZ) y el semanario «Der Spiegel» han abierto sus páginas para que dos destacados verdes pudieran presentarse como alternativa. En este último fue el eurodiputado Daniel Cohn-Bendit, quien abogó por la intervención militar, por lo que su partido le ha llamado la atención. Paralelamente, desde el SZ, su colega Joseph Martin Joschka Fischer, ex ministro de Asuntos Exteriores, tachó la política exterior alemana de «farsa» para presentarse de nuevo como defensor de la «alianza transatlántica».

La salida que la política alemana encuentre a esta complicada situación dependerá tanto del desarrollo de las hostilidades en Libia como del desenlace de los comicios regionales en Alemania. Una derrota de Merkel en Stuttgart podría suponer la convocatoria de elecciones anticipadas en las que hoy triunfarían el Partido Socialdemócrata y los Verdes. La repetición del bipartito rojiverde de 1998-2005 podría ser útil a los poderes fácticos para reconducir a Alemania al seno de la OTAN y de la UE y para encontrar otro compromiso entre la industria atómica y el movimiento antinuclear.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo