El derecho de veto que exigía la familia Chillida, una de las claves de la ruptura
El Plan de Trabajo presentado hace un mes por las instituciones a la familia Chillida Belzunce planteaba reabrir el museo de Hernani de cara al verano y crear una fundación que diera soporte a la nueva gestión de Chillida-Leku. Sin embargo, la clave del desmarque de la familia del desaparecido escultor residió en el derecho de veto que reclamaba y que las instituciones denegaron al tratarse de una adquisición -a cambio de 80 millones de euros- y no de una donación.
Ariane KAMIO |
Poco o nada tienen que ver las versiones ofrecidas por las partes implicadas en el agitado caso de Chillida-Leku (Hernani), que cerró sus puertas el 31 de diciembre por problemas económicos. El viernes pasado, la familia del desaparecido escultor anunciaba la ruptura unilateral de las negociaciones que venía manteniendo con el Gobierno de Lakua y la Diputación de Gipuzkoa por la «falta de voluntad» por parte de las instituciones. En una entrevista concedida a este diario, el director del museo e hijo de Eduardo Chillida, Luis Chillida, afirmaba que las instituciones no se mostraban dispuestas a respetar la filosofía principal de la pinacoteca, es decir, su carácter monográfico o la unidad de la obra en su entorno.
Éstas habrían sido las principales razones que motivaron la ruptura de las negociaciones por parte de la familia Chillida Belzunce. Pero, la versión ofrecida ayer por la consejera de Cultura, Blanca Urgell, y la diputada guipuzcoana de Cultura, María Jesús Aranburu, es bien distinta.
Tras reiterar su «sorpresa» y «frustración» ante tal acontecimiento, ambas políticas pusieron sobre la mesa algunas de las cuestiones clave que, a su juicio, podrían haber forzado esta decisión.
En base a sus explicaciones, las negociaciones entre las dos partes estarían ya bastante avanzadas en los aspectos más generales. El Plan de Trabajo incluido en la propuesta institucional que se entregó a la familia el pasado 28 de febrero -última reunión entre ambas partes-, planteaba una apertura temporal, que abarcaría desde el 1 de julio hasta el 16 de octubre de 2011, la creación de una nueva fundación que diera soporte a la nueva situación tras la venta de la colección -la cantidad por la compra rondaría los 80 millones de euros, aunque la cifra estaba aún por determinar- y la definitiva reapertura del museo, prevista para marzo de 2012. Todo ello, en caso de que se alcanzase un acuerdo firme.
Sin embargo, todo indica que el caballo de batalla de las negociaciones -además de las posibles desavenencias en la cuantía económica en la adquisición de las obras- residió en el derecho de veto que exigía la familia en el caso de que surgieran conflictos en el futuro. Blanca Urgell recalcó que, desde el primer momento, ambas instituciones plantearon a la familia dos posibilidades: que donase la obra y, con ello, mantener el derecho de veto que exigían o, por el contrario, que vendiese la colección, con lo que tendría una participación menor en las decisiones internas del museo.
La consejera aseguró que la familia se decantó desde el primer momento por la segunda opción, por lo que las instituciones propusieron como solución «un sistema de arbitraje que permitiera dilucidar los posibles conflictos». «Por tanto -añadió-, no se aceptó el derecho de veto, pero se les aseguró, además de la legislación vigente que ya protege el derecho moral del autor, la adecuada gestión de dichos derechos a través de un sistema de resolución jurídico de conflictos de carácter oficial, cual es el arbitraje».
Otras claves
Según la versión de la familia Chillida, habría habido desavenencias en el mantenimiento del carácter monográfico del museo y de la unidad de la colección en el mismo entorno. A este respecto, Urgell y Aranburu matizaron ayer que «las instituciones nunca han pretendido alterar la esencia de Chillida-Leku como conjunto. Hasta el punto de que, en la reunión del 28 de febrero, se propuso pactar con la familia un marco programático que pudiera incluso ser redactado por terceras personas expertas en la materia, donde se definiese qué debiera entenderse por un museo con carácter monográfico». «Ante estos casos de eventuales conflictos -prosiguieron-, se ofrecía un sistema de arbitraje de equidad de la futura fundación y la familia Chillida Belzunce. La oferta institucional ha sido generosa y abierta. La familia no ha querido recorrer este camino».
En cuanto a la unidad de la colección en el entorno del caserío Zabalaga de Hernani, alertaron de que «ésa fue una condición que las propias instituciones planteamos para poder hacer la operación, porque, además, es un elemento fundamental para poder desarrollar la arquitectura del acuerdo».
Ahora, el tiempo dirá qué ocurre con el futuro de Chillida-Leku, pero las instituciones no se mostraron dispuestas, de momento, a retomar el proceso.