Ha pasado un año desde que Estados Unidos volviera a ingresar en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y no han tardado en demostrar su satisfacción por la labor realizada durante este tiempo. Miembros diplomáticos del Consejo aseguraron ayer que están seguros de la validez de la presencia de Washington en el organismo, ya que el comité «se ha revitalizado y ha cambiado su dinámica de una manera positiva».

Y es que, en escasos doce meses de participación, la impronta de la casa Casa Blanca se ha hecho notar de manera contundente en la estrategia del Consejo. No hay más que contemplar la reciente aceptación de la resolución de investigación contra Irán propuesta por la Casa Blanca. El organismo mostró su preocupación sobre la represión del Gobierno iraní ejercida contra la oposición; valoraron dramáticamente el deterioro de los derechos humanos en la región. Pero la cierto es que, de los 47 miembros del organismo, solamente 22 apoyaron la propuesta, con 14 abstenciones y siete votos en contra.

Aún y todo, esa no ha sido la única propuesta que Washington ha conseguido colar en Ginebra; convencidos de la estrategia de política internacional arrolladora que defienden, votaron junto a la mayoría de sus socios a favor de la exclusión de Libia del Consejo de Derechos Humanos, por la «violenta represión» ejercida por el régimen de Gadafi en las últimas semanas contra los manifestantes. Y es que, como ratificó Hillary Clinton nada más integrarse en la comisión, «Estados Unidos cree que puede marcar la diferencia al trabajar desde el interior, y no desde el exterior». Todo parece indicar que lo están consiguiendo.