Txisko Fernández Periodista
Yo tampoco me fío, confío
No me fío, por principios, de nadie que se vista con toga, ya sea en un tribunal, en una iglesia o en una parada militar. Esa costumbre de vestirse con lo que pretende ser un atuendo solemne me parece el culmen del ridículo. Pero, además, entiendo que esa vestimenta únicamente se mantiene porque quienes las portan consideran que están por encima del resto de la gente, de quienes vestimos «de calle».
Tampoco me fío de todos esos demócratas que comparten las instituciones vascas con los neofascistas españoles sin inmutarse, haciendo ver que han perdonado todo lo imperdonable a quienes arrebataron millones de vidas, a quienes mataron, a quienes impidieron alzar la voz por sus muertos y quienes persiguieron durante más de cuarenta años.
Y me resulta muy difícil fiarme, aunque lo intento muy a menudo, de quienes todavía hoy insisten en reclamar a la izquierda abertzale nuevos «hechos» que certifiquen su apuesta política al mismo tiempo que critican los golpes que el Estado español da, una y otra vez, a la democracia y a los derechos humanos en Euskal Herria.
Confío, no obstante, en que la situación va a cambiar más pronto de lo que muchos piensan y de lo que unos cuantos, al parecer cada vez menos, desean. Siempre ha estado claro a este lado del Ebro que el conflicto armado y político tiene solución, que es posible darle la vuelta a las cosas. No es una actitud novedosa, hay muchos hechos que lo demuestran si repasamos nuestra historia más reciente.
Esa confianza se ha propagado ya con tanta fuerza por nuestro país que cada vez cuesta menos levantarse tras la última acometida de quienes se resisten a aceptar que ha llegado un nuevo tiempo. Cuesta menos porque cada vez hay más brazos dispuestos a impulsar un proceso asumido por la mayoría de la sociedad vasca.
Por tanto, confío en que, por fin, la próxima respuesta a la última agresión abra los ojos a quienes se empeñan en cegar la esperanza de todo un pueblo. Confío, incluso, en muchos de esos de quienes no me fío porque espero que no sean tan estúpidos como para esconderse tras unas ridículas togas cuando hasta ellos son conscientes de que es posible terminar ya con el escenario de confrontación.
No es cuestión de fe, sino una realidad al alcance de la mano.