Ángel Guerra Cabrera | Articulista y analista político
Libia: el trío de la muerte
Estados Unidos, Francia e Inglaterra despedazan Libia con la venia del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU y la cínica complicidad de la Liga Árabe (LA). Aunque, téngase en cuenta, votaron por la abstención Rusia, China, Brasil e India. El todo caso, el CS, encargado, según la Carta de la ONU, de velar por la soberanía, la autodeterminación, la independencia, la integridad territorial de las naciones y la solución pacífica de los conflictos internacionales otra vez pisotea desfachatadamente esos principios.
La propuesta de Hugo Chávez, esa sí acorde con la Carta de la ONU y que Kadafi apoyó, para que una comisión de países buscara una solución política mediante el diálogo entre las partes fue satanizada de inmediato por las bocinas mediáticas en ambos márgenes del Atlántico. El trío franco-anglosajón no quiere discusiones ni oír a nadie. Por ejemplo a Noam Chomsky, entre otros observadores agudos, cuando argumenta una razón principalísima que hace de la intervención militar un grave error: lo que hay en Libia es una guerra civil y, nos guste o no, Kadafi cuenta con apoyo.
¿Pero quiénes componen la LA? En su inmensa mayoría los regímenes que están siendo sacudidos por la ola revolucionaria desde Marruecos hasta el Golfo de Adén. ¿Y quiénes cortan allí el bacalao? Principalmente Arabia Saudita y demás satrapías del Consejo de Cooperación del Golfo, todas estrechas aliadas de Estados Unidos, corruptas y antidemocráticas, furiosas enemigas de los pueblos árabes y -por viejos rencores- de Kadafi. Pero también aterradas de enfurecer más a sus pueblos si se involucran en los bombardeos, posponen enviar contra Libia ni uno de los cientos de costosísimos aviones comprados a Estados Unidos. En suma, el veteado barniz de legitimidad de la «coalición de los dispuestos» se derrite. La dirección de las operaciones, se supone, pasará de Estados Unidos (que no quiere aparecer al frente) a la OTAN, es decir, de un general yanqui a otro general yanqui, pero con el disgusto de Sarkozy, que quiere toda la gloria para sí, aunque hasta ahora las dos terceras partes de las acciones han sido realizadas por aviones estadounidenses -sin contar la lluvia de misiles Tomahawk- y sólo el 18 por ciento por aparatos galos. La OTAN se resquebraja. La grieta abierta por Turquía se une a la de Alemania, ambas negadas a involucrarse en la operación Odisea del Amanecer.
A escasos días de haberse iniciado, es tan ostensiblemente criminal la aventura del trío franco-anglosajón que el ministro de defensa ruso Anatoli Serdiukov, recién concluida una entrevista con su homólogo estadounidense Robert Gates reclamaba un alto el fuego y añadía ... «en (Libia)... han sufrido instalaciones no militares y han muerto civiles. Eso es algo que no se puede permitir». Mientras, la vocera de la cancillería china afirmaba: «La resolución de la ONU de establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia tiene como objetivo proteger a los civiles. Nos oponemos a que el abuso de la fuerza cause más muertes civiles y desastres humanitarios más graves». Por su parte, el primer ministro turco Recyp Erdogan reiteraba su vigorosa oposición a una intervención de la OTAN en Libia: «no nos imaginamos a nuestros aviones enviando bombas sobre civiles libios. No queremos que Libia se convierta en un segundo Irak. Una civilización colapsó en Irak... fueron muertos más de un millón de personas». Y Mourad Medeci, canciller de Argelia, país que se opuso a que la LA pidiera la zona de exclusión: «los bombardeos son desproporcionados y amenazan con agravar la crisis».
En Brasil, desde donde el Nobel de la Paz Obama dio el sábado 19 la orden de fuego contra Libia, recibía de nuevo el martes 22 la condena de su presidenta Dilma Rousseff: «La intervención militar está teniendo un efecto contrario al deseado y, en lugar de proteger a los ciudadanos libios, provocará más muertes». Recordaba que esta es la posición de Rusia, China e India, también integrantes del BRICS. En América Latina se han opuesto, además, a la intervención Argentina, Uruguay y, por supuesto, los integrantes de la ALBA, solidarios con la postura de Chávez. Cabe recordar que tan temprano como el 23 de febrero de este año Fidel Castro alertó sobre la amenaza de esta intervención en Libia no sólo -argumentó- para apoderarse de su petróleo sino con la intención de frenar la ola revolucionaria árabe. Como mi estimado amigo Adolfo Gilly, invito a leer todas las «Reflexiones de Fidel» sobre este tema.
© La Jornada