Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
Que se mueran (se maten) los feos, en este caso los libios
Los libios morían hasta ahora a manos de la represión del régimen o en combates entre los gadafistas y los rebeldes.
La ecuación no ha cambiado. Sólo hay que sumarle que ahora también mueren por los «daños colaterales» de los bombardeos de la Coalición de Voluntarios.
A bordo de sus buques de guerra y de sus cazas, estadounidenses, franceses y británicos aprietan un botón y vuelven a escenificar esa guerra profiláctica, tan del gusto por estos lares. Esa guerra en la que matan sin ver nunca a sus víctimas y nunca mueren. Como Israel con sus operaciones contra la población palestina. Plomo Fundido sobre sus cabezas para que no queden ni acusadores restos.
Gadafi estaba hace una semana a punto de dar el tiro de gracia a la rebelión, atrincherada en su feudo de Bengasi. Y eso no auguraba nada bueno, ni para la vida de los rebeldes ni para el futuro de las revoluciones árabes.
Cuando la fruta estaba suficientemente madura, Occidente se la arrebató de las manos. Y ahora sus bombardeos en plena línea del frente muestran a los rebeldes el camino, sediento de sangre, a seguir. Las ciudades de Misrata, Ajdabiya, el enclave de Ras Lanuf... Se atisban verdaderas carnicerías entre dos ejércitos, el de Gadafi despojado de su superioridad aérea y artillera, y el otro plagado de voluntarios.
Estos últimos se lanzaban hasta ahora al ataque al grito de Alá. Ahora lo hacen enarbolando banderas francesas. Es la «maravilla» de este tipo de intervenciones.
Matas, no mueres y dejas que se maten entre los nativos. Llegará el momento de recoger el fruto, en este caso negro como el petróleo.