Martin Garitano | Periodista
¿Convencer a jueces?
He repasado con interés las reacciones de los dirigentes políticos a la resolución de la Sala del 61 del Tribunal Supremo español. No me han sorprendido porque el resultado de la pretendida deliberación estaba escrito hace mucho. Basta recordar las proféticas palabras de Jesús Eguiguren hace ya meses. Y Eguiguren es de los que sabe cómo se cuecen las habas en Madrid, aunque sus propios conmilitones traten de ridiculizar «las cosas de Jesús».
Y de entre todas las reacciones me quedo con la de Patxi López, que no termina de aclarar si está contento o no, si comparte la decisión del tribunal o discrepa.
Para explicar su vacilante discurso, López argumentaba que los promotores de Sortu no han sido capaces «de convencer suficientemente» a los jueces. No hay que despuntar en el mundo del Derecho para saber que en democracia no hay que convencer a los jueces, sino de acreditar ante los mismos hechos objetivos. No se trata de cuestiones de fe, sino de pruebas. Lo otro queda para la Santa Inquisición.
Y aquí lo que está acreditado es que ETA ha anunciado, alto y claro, su voluntad de dejar las armas en un escenario democrático. Y también está acreditado que Sortu nace de la reflexión y debate de una izquierda abertzale que proclama su vocación de hacer política en un teatro de operaciones sin violencia de ningún tipo, origen u objetivo.
Eso es lo que está probado y acreditado. Lo otro, las convicciones íntimas de los jueces o dirigentes políticos no deberían tener lugar a la hora de impedir algo tan fundamental para un régimen que se pretende democrático como es la participación política en igualdad de condiciones.
Entre otras cosas, porque el mero hecho de que un porcentaje importante de la población vea coartado desde hace años el derecho a elegir a sus representantes dibuja un paisaje de no democracia. Se pongan como se pongan, eso no es una convicción sino un hecho acreditado. Diáfano y prístino a la luz de los tratados de política. Y en un escenario de no democracia, los tribunales también están contaminados.
Ahora todos miran al Tribunal Constitucional con la convicción de que esa instancia reconocerá el derecho de Sortu a participar en la política vasca. Y sucederá después de unas elecciones que, una vez más, estarán amañadas.
Lo tragicómico del caso es que todo parece escrito en un guión que todo el mundo conoce desde hace meses. Y a Patxi López sólo se le ocurre animar a Sortu a «convencer» a los jueces...