Albricias! Por fin François Ozon se recupera y vuelve al cine que mejor sabe hacer, a la comedia transgresora de sus prometedores comienzos. El de Almodóvar y el suyo son casos comparables en sus respectivos mercados, porque ambos se empeñan en hacer dramas profundos a la postre igual de aburridos, cuando les va más el humor surrealista y provocativo. La presencia de Catherine Deneuve parece invocar al Buñuel de los 70, aunque su personaje de ama de casa impredecible y sorprendente recuerda mucho al de Kathleen Turner para John Waters en «Los asesinatos de mamá». Los guiños no se quedan ahí, con homenajes puntuales a los musicales de Jacques Demy, sobre todo a «Los paraguas de Cherburgo»; sin que tampoco falte el oportuno toque Fassbinder, esta vez protagonizado por Sergi López como rudo camionero. Aún así, «Potiche» no traiciona su origen teatral y vodevilesco, presentando un sinfín de situaciones embrolladas a la manera de las farsas costumbristas de Édouard Molinaro y de tantos otros artesanos del género, además de una mención a la comicidad del difunto Coluche.

Es posible que nunca antes Ozon haya estado tan inspirado, viéndose capaz de hacer la que tal vez sea su película más redonda y divertida. La sospecha es que a su estado de gracia contribuye en sobremanera una genial Catherine Deneuve, que libera sin complejos su lado más gamberro, especialmente en las escenas que comparte con su viejo amigo Gérard Depardieu. Componen una pareja satírica dedicada a ridiculizar la política provinciana, con sus cambalaches entre enemigos ideológicos que se entienden en la cama, para luego utilizar en beneficio propio el consiguiente pequeño escándalo. La otra gran baza en el lucimiento de la actriz es la cuidada imagen burguesa en cuanto a los detalles del vestuario, el maquillaje o la peluquería, todo ello para darle la vuelta en un momento dado y revelar a la líder feminista que se esconde bajo la apariencia inofensiva de una mujer florero sometida al inútil de su marido.