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Fukushima: Chernóbil progresivo e imparable

El informe que el pasado domingo hizo público la compañía eléctrica TEPCO, propietaria de la central nuclear de Fukushima, en el que afirmaba haber detectado materiales con un índice de radiactividad 10 millones de veces mayor de lo normal, y las mea culpa y rectificaciones posteriores han contribuido a expandir la sensación de que están ocultando lo que realmente ocurre, de que conocen más sobre Fukushima de lo que admiten. Todo indica que la situación se les ha ido de las manos. Y, en términos informativos, una vez perdida la credibilidad, resulta muy difícil de recuperar. Las últimas noticias anuncian que líquido altamente radioactivo, con cantidades considerables de plutonio, está siendo vertido al mar. El primer ministro japonés, Naoto Kan, dijo ayer que su gobierno estaba en «máxima alerta» y que la situación continuaba siendo «impredecible».

En esta ceremonia de confusión, llama la atención que los ciudadanos japoneses no se hayan manifestado para protestar. Mientras el debate atómico se extiende, las movilizaciones antinucleares se multiplican en todo el planeta y miles de extranjeros se afanan en abandonar Japón, sobre el terreno existen pocas evidencias de pánico social. Es como si el ciclo de destrucción y reconstrucción fuera parte de la mitología nacional japonesa. Las fuerzas de la naturaleza crean una tierra fértil para el fatalismo, que hunde sus raíces en el sustrato cultural del país y les lleva a pensar que nada bello en la tierra es permanente y que en tiempos de desastre lo que toca es cerrar filas.

Los defensores de la energía atómica la presentan como una energía efectiva y respetuosa con el cambio climático. Ahora están replegados porque tienen la verdad contra uno mismo. Los reactores de Fukushima llevan semanas liberando radioactividad ante la desesperación y la impotencia de técnicos y gobernantes. No es una fusión del núcleo que provoca una gran explosión, pero el núcleo ya está parcialmente fundido. No es un Chernóbil en el acto, pero sí un Chernóbil progresivo y en imparable fermentación. Ésa es la verdad de Fukushima.

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