Los buitres siguen «asentándose» en los vertederos urbanos
La amplia población de buitre leonado y otras carroñeras asentadas en Euskal Herria siguen hurgando en vertederos urbanos la búsqueda de alimento, a la espera de que se pueda levantar en breve la prohibición de abandonar ganado muerto en el monte. Un nuevo reglamento europeo aprobado hace pocas semanas puede flexibilizar la situación.
Joseba VIVANCO
A principios del verano de 2009, los residentes en las proximidades de cementerio de Apario, en el término vizcaino de Igorre, se mostraban preocupados por la presencia diaria de decenas y decenas de buitres leonados en la zona. El propio PSE pidió explicaciones en las Juntas Generales vizcainas ante la «numerosa presencia» de estas carroñeras en el entorno de la cementera Portland de Lemoa, donde se incineraba ganado muerto que, por la crisis sanitaria de las «vacas locas», no podía servir de alimento a estas aves.
Aquello surtió efecto y los responsables del basurero -al que va a parar buena parte los desechos de Gipuzkoa- contrataron los servicios de una empresa que emplea aves rapaces para ahuyentar a gaviotas, palomas y otras aves, pero no conseguieron asustar a los buitres leonados; la solución fue un águila real que se viene utilizando desde el año pasado. «Pero los buitres leonados han sabido adaptarse», dice Juan Manuel Pérez de Ada, agente forestal y aficionado a la fotografía de naturaleza.
En marzo pasado, captó con su cámara a decenas de buitres en este vertedero. «Pueden verse hasta 200 a la vez. En ocasiones, se suben encima de la máquina compactadora de basura con el operario en su interior», comenta. «Una imagen impensable hace cinco años», añade.
La prohibición en su día de abandonar el ganado muerto en el monte motivó que carroñeras como los buitres se vieran privadas de su principal sustento. La población de esta especie a nivel peninsular había venido aumentando desde los años 70 a un ritmo del 8-10%. De la noche a la mañana, explica este experto, «la escasez de carroña les llevó a buscar su alimento en los vertederos de residuos sólidos urbanos, algo que antes no sucedía». Además, la alternativa de los muladares ha estado salpicada de dilemas y no sólo sanitarios, sino sobre la propia gestión de la especie.
Reses muertas en el campo
El navarro Josean Donazar, miembro del CSIC y biólogo del parque de Doñana, es un buen conocedor de esta especie. Cree que «los muladares pueden ser adecuados para aspectos muy concretos, pero no son una panacea, porque tienen muchos aspectos negativos». El ideal, que se alimenten de forma natural, por sí mismos.
Con tantas trabas para hallar alimento, los buitres han optado estos años por asentarse en vertederos al aire libre, como el de Igorre, con el riesgo de problemas graves de contaminación, ingestión de tóxicos... como recuerda Donzar. Pero como éste, otros muchos basureros tienen fecha de caducidad, de cierre. «Cuando ocurra, muchas carroñeras tendrán dificultades para alimentarse», advierte Pérez de Ada.
La solución ideal para todas las partes parece estar en el levantamiento de la prohibición de abandonar las reses muertas en el campo. Existe un nuevo reglamento europeo aprobado hace pocas semanas que va a flexibilizarlo. «Aún no se sabe muy bien cómo se va a aplicar y hasta dónde va a llegar, pero, aparentemente, las explotaciones ganaderas que cumplan ciertos requisitos, como zonas donde haya carroñeros o tener garantías veterinarias, estarán autorizadas a dejar las reses muertas a disposición de las aves», explica el biólogo de Doñana.
Pero Juan Manuel Pérez de Ada no las tiene todas consigo. «En este tiempo han surgido seberías que obtienen beneficio con la transformación de cadáveres del ganado. Veremos qué medidas toman las administraciones», advierte.
Este biólogo y agente forestal vizcaino lleva años, junto a otros colegas, haciendo un seguimiento de la representativa colonia de buitres leonados del Pico del Fraile, en la Sierra Salvada, en Urduña.
En estas fechas, precisamente, los nuevos pollos están en pleno crecimiento. En el año 2010 censaron 69 parejas.
Lo que sí vienen constatando es una reducción de su éxito reproductor, que ha pasado de un 75-80% a un 45-55% actual, según sus cálculos. «Se ha reducido, seguramente, por la escasez de carroña, aunque es casi imposible demostrarlo científicamente, porque también influyen factores como el tiempo meteorológico adverso o la densodependencia», considera Pérez de Ada. J.V.