Análisis | El Caja Laboral Baskonia, fuera de la euroliga
La irregularidad amenaza con desbaratar toda la temporada
El Baskonia no ha fracasado, pero no ha llegado a competir de verdad. Tras la decepción de la Euroliga, queda centrarse en la Liga ACB, pero los milagros raras veces se repiten.
Arnaitz GORRITI Periodista
Muchos detalles han incidido negativamente en el Caja Laboral Baskonia, pero todos ellos provienen de la falta de consistencia. Así en el juego como en el físico, incluso en la plantilla, la falta de estabilidad ha propiciado que el tren de la Euroliga se marchara antes de tiempo.
Tercer año consecutivo fuera de la Final Four. No hay duda que el Caja Laboral Baskonia está firmemente establecido en la élite del baloncesto europeo, ya que desde 2005 -por no hablar de las ediciones entre 2002 y 2004, cuando el pase a la Final a Cuatro sólo lo obtenía el ganador de la liguilla del Top 16- se mantiene entre los ocho mejores equipos del continente, a pesar de los múltiples cambios en su plantilla, de no disponer de uno de los ocho mayores presupuestos de Europa, de tener que lidiar con la política de cupos -los demás países europeos también tienen la suya, y habrá que ver si se mantienen a partir de la próxima temporada, tras la sentencia contraria de la Comisión Europea en este punto-, y a pesar de la crisis económica.
Y, sin embargo, la reciente eliminación, más allá del hecho deportivo y de la lógica decepción que supone siempre perder, ha dejado un sabor amargo en el seno baskonista, sobre todo por cómo se ha dado -desperdiciando el factor cancha y recibiendo sendas palizas en Tel Aviv-. El propio Dusko Ivanovic -del que todo apunta que no continuará- hablaba de «oportunidad desaprovechada».
Pero es posible decir que se podía prever un final así. Los errores se ven fácilmente a posteriori, aunque éstos ya se venían barruntando desde septiembre. No es ningún secreto que el Caja Laboral Baskonia ha hecho gala de una profunda irregularidad en esta Euroliga. Debido a esta razón, la escuadra gasteiztarra ha alternado momentos brillantes con otros muy malos, especialmente los terceros cuartos, en un mismo partido.
Una racha de cinco derrotas seguidas puso en jaque a la escuadra baskonista en la primera fase. Caer ante el Khimki o el Maccabi pudiera ser razonable, pero no ante Zalgiris y Prokom en casa y un muy depauperado Partizan fuera. En estos tres últimos partidos, el Baskonia desperdiciaba ventajas superiores a los 10 puntos. Más tarde, el Top 16 no resultaría mejor. Si perder ante Panathinaikos era comprensible, no lo era tanto caer en Zurbano ante un Lietuvos Rytas diezmado, tras la venta de Jasikevicius al Fenerbahçe.
Son los propios técnicos los que dicen que el juego es la plasmación del trabajo del equipo a lo largo del año. La debacle baskonista de cuartos no fue sino fiel reflejo de una Euroliga repleta de altibajos.
Muy malos resultados en finales apretados. Todo el mundo recuerda los seis puntos seguidos del Maccabi en Gasteiz en el segundo partido de cuartos, con los errores de Huertas y Logan o la canasta final de Pargo. También hay que acordarse del caótico final en Belgrado, con multitud de rebotes regalados, el triple de El-Amin en Zurbano o los tiros libres errados por San Emeterio en el OAKA.
Con todo, a veces se ha logrado disimular. Los hombres de Ivanovic salvaron un match ball en el feudo del Zalgiris e impusieron la lógica en Zurbano, por una vez, ante Khimki y Partizan. Tres cuartos de lo mismo en el Top 16. Con otro triunfo en Lituania, los baskonistas enmendaban el tropezón en casa ante Lietuvos y la derrota de Atenas, de otro modo la eliminación hubiera sido un hecho.
Estas victorias clave en canchas ajenas despertaron cierta esperanza entre la hinchada baskonista, que confiaba en volver a sacar la cabeza ante una situación límite tras perder el factor campo. Pero el Maccabi, muy seguro en su feudo, forzó un aterrizaje muy doloroso.
Multitud de piezas que no han encajado. Desde siempre, Dusko Ivanovic ha basado su juego en una rotación de ocho hombres, con puntuales aportaciones de otros. Barac ha demostrado que tiene talento para ser un referente en Europa. Mientras, San Emeterio o Teletovic -éste parece haber superado sus problemas de rodilla- han ofrecido un aceptable nivel en líneas generales, junto con un Huertas que, con todo, está lejos del nivel mostrado en el Mundial.
La clave ha estado en el banquillo. Ribas y Logan aún no saben si pueden jugar de base -amén de enzarzarse en una fútil discusión vía twitter-, y su entrenador tampoco. Oleson se ha mostrado desesperantemente tímido en ataque y Batista, que llegó con mucha fanfarria, está protagonizando una caída igual de estruendosa. Bjelica, además de estar lesionado, apenas ha entrado en los planes de Ivanovic, por mucho que haya dejado destellos, Musli no ofrece buenas vibraciones -hasta el entrenador baskonista prefiere no hablar de él- y Pape Sow, aunque voluntarioso, no ha ofrecido gran cosa por un tromboembolismo pulmonar.
El puesto de ala-pívot también se ha parecido a un circo. Pops Mensah Bonsu venía a sustituir a Eliyahu, pero no pasó el reconocimiento médico -y él se moría por volver a la NBA-, mientras que Haislip llegó con la vitola de refuerzo de lujo para, entre lesiones y un expediente disciplinario, irse de Gasteiz a la francesa. De hecho, ha sido Martin Rancik quien mejor ha dado descanso a Teletovic.
Todo ello ha mermado a un Baskonia que, aunque no ha fracasado, ha dicho adiós al torneo europeo casi por la puerta de atrás. Una despedida demasiado triste a un periplo que, además, pudiera suponer el punto final más gris de la andadura de Dusko Ivanovic por Gasteiz.
San Emeterio declaraba esta semana que espera que «cada integrante de la plantilla asuma el rol necesario» en para centrarse «en el único título al alcance». Pero los milagros, como el que sucedió el año pasado, raras veces se suelen repetir.