Koldo CAMPOS Escritor
Voltaire y Sortu
Hace más de dos siglos el filósofo y político francés Voltaire dedicó a otro político una cita para la historia: «No estoy en absoluto de acuerdo con lo que dices, pero daría la vida por defender tu derecho a expresarlo».
Han pasado los años desde entonces y, además de a Voltaire, el tiempo y el olvido también se han llevado su hermosa defensa de la ética en el ejercicio político.
No hay que azuzar demasiado los sentidos para advertir hasta qué punto la ética quedó por el camino. Basta repasar la crónica del día para comprobar la catadura moral de la mayoría de nuestros representantes, sea en el Palacio Real, el parlamento, los ayuntamientos o los tribunales.
Si la impunidad no vistiera a los santos o, simplemente, se aplicara la Constitución, no obstante su notoria mezquindad, los políticos y funcionarios que no acabaran presos terminarían en la calle o en el más absoluto descrédito.
Pedirle a cualquiera de ellos que defienda mi derecho a la palabra o, lo que viene a ser lo mismo, al voto, cuando son ellos, precisamente, quienes han secuestrado mi derecho, sería tan ingenuo por mi parte como pretender que la cita de Voltaire no les resulte ajena.
De ahí que a nadie voy a pedirle que defienda con su vida mi derecho a decidir, pero a quienes carecen de escrúpulos para acceder a cargos tras negarles las urnas a decenas de miles de vascas y vascos sólo quiero recordarles, aunque su mercurial vileza no estime la memoria, que ninguna opinión podrá tener valor, ningún voto merecerá respeto, ningún autoridad será creíble, mientras haya una sola exclusión.