Dany Boon ha llegado al éxito internacional desde la comedia localista, que sigue defendiendo en su manera de ser. No dudó en colaborar en la versión italiana de «Bienvenidos al Norte», haciendo incluso un cameo. Por el contrario, no ha querido vender los derechos para el remake de Hollywood, por considerar que no tendría sentido. La negativa ha vuelto a repetirse cuando el todopoderoso Harvey Weinstein ha querido comprar «Nada que declarar» para rehacerla de cara al mercado anglosajón. Le basta y sobra con la taquilla conseguida en los cines belgas, franceses y suizos de la parte francófona.

Koorkin y Courquain.

«Nada que declarar» explota la rivalidad entre belgas y franceses, a través del odio mutuo que se procesan dos agentes aduaneros que trabajan a ambos lados de la frontera, en los pueblos vecinos de Koorkin y Courquain.

El genial actor belga Benoît Poelvoorde es el antagonista de Dany Boon, hasta que se ven obligados a convertirse en compañeros de patrulla. Esto ocurre en 1.993, cuando la Eurozona es inaugurada y desaparecen las fronteras entre los países comunitarios. Los dos policias son reconvertidos en vigilantes contra el tráfico de drogas, misión que llevan a cabo en una destartalada furgoneta Renault 4L. No dejan de cruzarse insultos y de burlarse el uno del otro, salvo porque al francés le gusta la hermana del belga.

Los chistes explotan, al igual que en «Bienvenidos al Norte», los tópicos localistas, con la insistencia otra vez en que todos utilizan el mismo idioma, pero con giros y modismos distintos.