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FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS LETRAS GUTUN ZURIA

Slavoj Zizek: «La derecha radical ha adoptado el discurso de la izquierda»

El filósofo, sicoanalista y confeso marxista, el esloveno Slavoj Zizek, inauguró ayer el festival Gutun Zuria que, hasta este domingo, se celebra en Alhóndiga Bilbao, donde compartió mesa con el escritor Salman Rushdie.

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Ane ARRUTI | BILBO

El pensamiento y la literatura coincidieron ayer en la Alhóndiga de Bilbo con el filósofo esloveno Slavoj Zizek y el escritor Salman Rushdie, quienes, a tenor de las colas formadas, provocaron gran expectación en la inauguración del festival internacional de las letras. Zizek, conocido por acercar sus conocimientos teóricos a la cultura popular, disertó de forma cercana y a la vez profunda sobre los cambios actuales en la sociedad global. Rushdie, amenazado de muerte por su novela «Versos satánicos», relató su experiencia, que plasmará en un libro.

Una nueva izquierda

«La energía crítica que tenía la izquierda hace cuarenta o cincuenta años ha pasado ahora a manos de la extrema derecha», expresó Zizek. «Son ellos los únicos que hablan de una auténtica revolución contra el sistema establecido». Ahora, según el filósofo, «es Bill Gates quien habla del hambre de los niños, desviando la atención y evitando que hablemos de la crisis».

El discurso de la derecha actual es: «Vamos a olvidar la idiota lucha contra el capitalismo y vamos a dedicarnos a paliar el hambre de África. Así, nos cobran más cuando consumimos. Pagas el precio de ser solidario».

Para Zizek es la falta de izquierda lo que ha convertido los problemas del machismo o el racismo en «problemas de tolerancia, lo que se traduce en problema de sicoanálisis». «Martin Luther King nunca mencionó la tolerancia, habló de justicia», añadió.

También tuvo críticas para el plan Bolonia, «un ataque concentrado contra pensadores independientes con el objetivo de que las universidades se conviertan en fábricas de expertos».

Globalización como ventaja

«La globalización no quiere decir que todos vayamos a terminar comiendo hamburguesas. Hay que aprovechar las ventajas de apertura que ofrece y las pequeñas unidades pueden hacer que se oiga su voz», explicó Zizek y se mostró muy optimista por el futuro de las pequeñas lenguas como el euskara que, en su opinión, «van a florecer».

Ante las voces apocalípticas que sentencian que todo el mundo terminará hablando en inglés, el esloveno defendió que «todos vamos a ser bilingües. El inglés se reduce a una herramienta de comunicación pero, en la intimidad, tendremos que usar nuestra lengua», dijo.

Las grandes perdedoras, según Zizek, serán esas segundas potencias, como el francés o el alemán, que «hace unos años eran mucho más importantes. Es ahora cuando tenéis que aprovechar para reforzar vuestra identidad y hacer que se os oiga, que crezcáis como nación y consolidar la cultura local».

¿Auto censura? mejor callado

Rushdie, británico nacido en Bombay, más que de la censura, reflexionó sobre la autocensura, que definió como «la muerte de cualquier artista. Si empiezas a tener miedo, es mejor quedarse callado. El espectador no quiere oír nada cuando sabe que el autor se guarda algo», dijo, pero apuntó como excepción a los cineastas iraníes: «Creo que están elaborando una manera de protestar muy inteligente».

El autor de «Hijos de medianoche» (1980) o de «Los versos satánicos» (1988), por el que el ayatolá Jomeiní emitió una fatwa que le costaría una condena de muerte, confesó estar bastante cansado de hablar «siempre de lo mismo» pero adelantó que a finales de este año presentará una novela autobiográfica en la que relata estos últimos años de persecución. «En veinte años no he cambiado mi discurso», dijo, cuestión que Zizek reprochó a Rushdie en su comparacencia anterior: «Es contemporáneo, pero reaccionario. Creo que ha aceptado acercarse al oficialismo liberal en contra del fundamentalismo islámico».

Rushdie puntualizó que sobre las revueltas del norte de África «no puede hablarse de un fenómeno único» porque «lo ocurrido en Túnez o Egipto no es lo mismo que lo que pasa en Libia o Yemen», y consideró muy difícil que algo similar ocurra en Irán, donde «las autoridades iraníes son más como Gadafi que como las autoridades de Túnez o Egipto y son capaces de actos de brutalidad colosal, como ya han demostrado».

 

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