Peter Preston 2011/4/4
Omagh y los límites de las políticas de paz
theguardian
(Traducción: GARA)
Es un «acto cobarde», dice el primer ministro británico. «Un acto de terrorismo sin sentido» se hace eco su nuevo homólogo en Dublín. Estos chichos, cualesquiera que puedan ser, están «traicionando a su comunidad» dice Martin McGuiness. Absolutamente, dice la especie de su nuevo jefe en Stormont, Peter Robinson, «son Neandertales». Un policia muerto, volado por un coche bomba a las afueras de su casa de Omagh; tantas voces desde el norte, el sur, el este y el oeste condenando cualquier indicio de una vuelta a las muertes al azar.
Puedes elegir estar seguro si lo deseas. La gran coalición en Irlanda del Norte todavía funciona (con Robinson, no con Paisley). En los trece años desde que la última, traumática bomba de Omagh señalara el final del Real IRA, la paz ha sobrevivido, florecido y convertido en normalidad. (...)
El nacionalismo es la política de la privación real o supuesta. «Esos bastardos de ahí fuera -en Madrid o en Londres- no están siendo justos. Sólo nosotros, por nosotros mismos, sólos, podemos conseguir la justicia». Envuelve esa lucha en un paño de retórica e historia selectiva y ahí está el estribillo potente que declina con la muerte. Puede mantenerse en silencio por una década o dos. Pero nunca puedes estar seguro de que se haya ido para siempre a menos que otras melodías frescas la ahogen totalmente. (...)
Irlanda del Norte ha perdido prominencia en los affaires del Reino Unido; su Secretario de Estado sobresale muy poco y no tiene mucho que hacer. Los problemas, en términos de Downing Street, están etiquetados como «resueltos». No lo están. No tanto en términos de perseguir a «unos pocos hombres locos», sino en términos de manejar el conjunto de la dinámica del cambio político. Podemos elogiar a los señores Major y Blair, entre otros, por lo que ayudaron a conseguir en el pasado. Pero ahora David Cameron es parte del futuro, también.