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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

Intervenciones humanitarias que dan pavor

Libia y Costa de Marfil se han convertido estos días, para desgracia de sus habitantes, en toda una prueba de cargo contra las intervenciones militares que se disfrazan con el apelativo de humanitarias.

En la antigua colonia francesa, el Ejército de la metrópoli, con el paraguas de la ONU y los aplausos de EEUU, ha llevado en volandas a su candidato, Alassane Ouattara, a Abidjan. En el camino han quedado masacrados cientos -o miles- de seguidores de su rival, Laurent Gbagbo y una situación humanitaria que la propia ONU reconoce ahora dramática.

En Libia, las ciudades situadas en el frente de guerra, desde Misrata hasta Ajdabiya, viven un infierno tres semanas después del inicio de la intervención «para proteger a la población civil». Y ante un Gadafi escurridizo, la OTAN bombardea sin ton ni son, llevándose por delante no sólo a civiles sino incluso a los rebeldes a los que, más que oficiosamente, apoya.

Simplemente analizando, seamos ingenuos, el grado de cumplimiento de los objetivos con los que presentaron esas operaciones, sus promotores, liderados por Sarkozy, deberían comparecer ante un tribunal.

Pero ocurre que ni siquiera llevan camino de lograr sus verdaderos objetivos: derrocar a sus regímenes e instituir virreinatos bajo cuerda.

Mientras Gbagbo y Gadafi prometen resistir, la sensación de empantanamiento de la situación en ambos países comienza a ser reconocida incluso por los que saludaron la intervención. Y ya hay quien, con la boca pequeña, reconoce que la única solución es política.

¿Dónde queda, entonces, el humanitarismo? Allá de donde nunca debió salir. En el cajón en el que los poderosos guardan sus mentiras.

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