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Turquía quiere ahogar12.000 años de historia en tierra kurda con la presa de Ilisu

Salvar la ciudad de Hasankyef, con 12.000 años de historia, y evitar el desplazamiento de 78.000 personas, cuyas raíces culturales serán destruidas, es el principal objetivo de la campaña contra la construcción de la presa de Ilisu en el río Tigris, en Kurdistán norte, después de que se consiguiera la retirada de la financiación europea comprometida.

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Mirari ISASI

La construcción de la presa de Ilisu es el proyecto hidroeléctrico más ambicioso de Turquía y forma parte del Proyecto del Sudeste de Anatolia (GAP), que en función de los recursos de agua disponibles prevé levantar 22 embalses y 19 plantas hidroeléctricas sobre los ríos Tigris y Éufrates, con un coste aproximado de 1.300 millones de euros. La de Ilisu, cuyas obras comenzaron en 2010, se construirá sobre el Tigris, que abastece aguas abajo a Siria y, sobre todo, a Irak.

Este embalse se emplazará en territorio kurdo, azotado por un largo conflicto y abusos habituales sobre los derechos humanos. Su construcción, además de generar problemas medioambientales, socioeconómicos y de desabastecimiento, supondrá el desplazamiento de 78.000 personas, muchas de las cuales no serían indemnizadas ni reubicadas al vivir en cuevas en Hasankyef o ser nómadas en el valle afectado, o por carecer de títulos de propiedad de casas y tierras, al margen de las condiciones de reubicación.

Pero, además, sus aguas engullirán 68 pueblos, entre los que figura la histórica y monumental ciudad kurda de Hasankyef, un enclave único, antigua capital de siete imperios mesopotámicos, con 12.000 años de historia y donde conviven una veintena de culturas. Una ciudad que cumple nueve de los diez criterios de la Unesco para ser Patrimonio de la Humanidad, pero con un triste futuro.

Muchos afectados, pero también fuera de allí, creen que la construcción de Ilisu responde a una estrategia de Ankara para destruir símbolos culturales y de identidad del pueblo kurdo, ya que esas poblaciones quedarán desarraigadas y serán reubicadas.

En su trabajo sobre la presa de Ilisu, Anna Irvin, de GlobalGiving, incide en que el discurso oficial del Gobierno turco de «reinstaurar la civilización en la Alta Mesopotamia» y de «promocionar el desarrollo de la zona» encubre, según los afectados, «una estrategia militar de dispersión del pueblo kurdo» en grandes ciudades con el fin de diluir su identidad y acabar con su cultura e, incluso, con su lengua.

Irvin agrega que el Congreso Mundial de Arqueología, que trata de salvar el patrimonio arqueológico en la zona, afirma que «el desalojo de sus tierras de 78.000 kurdos, destruyendo sus raíces culturales, no dista mucho de ser una `limpieza étnica'».

«Cuestión de Estado»

En el mismo sentido se expresa Akgün Ilhan, de la Iniciativa para Mantener Hasankyef Vivo, quien recientemente recaló en Bilbo invitada por Ekologistak Martxan y BBVAren aurkako Plataforma, para tomar parte en la junta de accionistas de la citada entidad bancaria, que participa en este rechazado proyecto en Kurdistán. A su juicio, este embalse no sólo es un proyecto dentro del GAP sino que representa un capítulo más de la represión turca contra el pueblo kurdo.

No en vano se quiere ubicar en una zona en la que entre 1984 y 2000 se produjo el desplazamiento de tres millones de personas, la destrucción total o parcial de 3.000 pueblos y la aniquilación de más de 30.000 personas. Una zona donde la represión continúa y proyectos como el de Ilisu se conviertan en «cuestión de Estado», resalta Ekologistak Martxan.

También Itoiz fue una cuestión de Estado, pero además de la oposición a ambos proyectos generan y la intensa campaña en contra, hay otra cuestión que liga a Ilisu con Euskal Herria: la participación del BBVA.

La presión social de los últimos años consiguió en 2009 que financiadoras, instituciones y gobiernos de Austria, Suiza y Alemania abandonaran dejaran de apoyar este proyecto -en 2001 se había retirado Gran Bretaña-, quedándose el Turquía y sus bancos Garantibank y Akbank como únicos financiadores. El BBVA compró en noviembre de 2010 el 25% de Garantibank, y con esa compra adquirió también la financiación del polémico proyecto, cuyos impactos sociales y medioambientales y a escala geopolítica en la zona serán muy negativos.

De hecho, la retirada de las garantías de financiación y exportación europeas dos años después de haberse comprometido se basó en el incumplimiento por parte de Turquía de sus obligaciones en materia de protección medioambiental, conservación de bienes culturales y desplazamiento de la población. Pero, además, Ankara incumplió la obligación de tratar la cuestión y llegar a un acuerdo con sus vecinos Siria e Irak,

Por el momento, la oposición a la construcción de la presa de Ilisu, seriamente amenazada con la represión a medida que la trascendencia del caso aumenta, ha variado sus planteamientos para centrarse en salvar la antigüedad y trascendencia histórica de Hasankyef. «La pregunta es si BBVA puede asumir la responsabilidad de formar parte de esta injusticia», concluye Agkün Ilhan.

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