La democracia está más fuerte que nunca; ETA, peor que nunca». Desde los confines de la China, como alumbrado por la sabiduría confuciana, José Luis Rodríguez Zapatero ha querido lanzar un mensaje de firmeza a sus conciu- dadanos. Sobre la situación de ETA, él sabrá que sabe y qué no, pero el presidente del gobierno español ya demostró en diciembre de 2006 desconocerlo todo. Lo dicho, él sabrá, si sabe. Pero lo grave no es que haga de pitoniso con la supuesta situación de una organización armada, sino que pretenda hacer creer que en España, a día de hoy, la democracia esté «más fuerte que nunca».

Porque si la democracia española fuera fuerte, la izquierda abertzale hace tiempo que sería legal. Porque si la democracia fuera fuerte, hace tiempo que habría desaparecido de la Constitución española el artículo 2 en el que se sacraliza la indisolubilidad de España. Porque si la democracia fuera fuerte, no se escondería tras el ejército para garantizar la unidad territorial. Porque si la democracia fuera fuerte, hace años que el régimen de detención incomunicada habría desaparecido del ordenamiento jurídico. Porque si la democracia española fuera fuerte, un tribunal de excepción como la Audiencia Nacional española no tendría sentido. Porque si la democracia fuera fuerte, no tendría miedo de un movimiento ciudadano cuya única apuesta -tal y como la presunta democracia le ha exigido- es su estructuración política en defensa de sus derechos como pueblo. Porque si estamos donde estamos es, precisamente, porque la democracia española nunca ha sido fuerte. Y ahora que tiene enfrente una estrategia exclusivamente política, mucho menos.