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Cuando el pánico a estar gorda es mucho más que una cuestión de peso

La anorexia, la extrema delgadez, es la parte más visible de los trastornos de la alimentación. Muchos casos más, como los de la bulimia, apenas son perceptibles. Un problema de salud que va a más, no porque se detecte mejor, sino porque la sociedad nos empuja a ello.

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Joseba VIVANCO I

El 17% de los jóvenes siente frustración por su apariencia física, porcentaje que asciende al 20% entre las chicas. Son resultados del informe ``Necesidades y demandas de la infancia y la adolescencia en Euskadi'', presentado esta semana por el Gobierno de Lakua. La imagen física «es importante para conseguir pareja» y para ser alguien «popular en la escuela», y «no cumplir estándares mínimos de belleza puede conllevar burlas o aislamiento social». Una presión mayor en el caso de ellas, con «más problemas de imagen y autoconcepto».

Estas conclusiones no agradan nada a Garbiñe Agirre, portavoz de la Asociación Contra la Anorexia y Bulimia de Euskadi (Acabe) en Gipuzkoa. Es más, no hacen sino confirmarle lo que en colectivos como éste ya saben: que los llamados trastornos de la alimentación «van en aumento, es seguro».

Hace apenas unos días, esta asociación y el Colegio de Farmacéuticos de Gipuzkoa suscribieron un convenio de colaboración por el que las farmacias pondrán a disposición del público folletos informativos sobre estos trastornos, de manera que las familias tengan un más fácil acceso a qué es y a dónde acudir en caso de duda. «Queremos que estén atentas a las alarmas», aclara Agirre.

«Las dietas, una conducta de riesgo»

Esta campaña no es la primera que realizan de la mano de los farmacéuticos guipuzcoanos. La realidad es que estamos ante una problemática de salud que para nada está sujeta a la habitual dicotomía de si hoy existen más casos que antes o lo que ocurre es que hay más medios y por eso se detecta mejor. Aquí está claro: el problema ha ido al alza y la tendencia a futuro será la misma.

«Estamos haciendo una sociedad más competitiva, estresante, exigente, tenemos una juventud desencantada. Todas esas frustraciones se canalizan de alguna manera y una de ellas puede ser hacia el control de algo que esté en su mano, como el aspecto físico y el control de la comida. Al menos, piensa esa persona, algo tiene en su mano, y ese algo, de cara a los demás, es un valor», opina la portavoz de Acabe-Gipuzkoa.

«Esto no depende de la `operación bikini' antes del verano, sino que los casos aparecen durante todos los meses del año», puntualiza. Y hace un especial inciso a modo de advertencia: «La conducta de riesgo más fuerte son las dietas y por muy controladas que sean, cuando son por cuestiones de estética pura y dura, nadie te protege de caer en una anorexia o una bulimia».

Es cierto que lo habitual es ligar estos problemas de la alimentación a la juventud. Pero nada más lejos de la realidad. «No es una enfermedad de adolescentes o gente joven o niñas pijas que quieren ser modelos. Para nada», aclara. Y la prueba de ello es la media de edad de 23 años de las enfermas, en femenino, porque el 90% son mujeres. «Hay gente de entre 12 y 58 años, porque aun cuando la más vulnerable sea la juventud, la mayoría son de veintitantos para arriba», revela.

No me gusto, no me acepto, valgo poco, si estoy más delgada me aceptarán mejor, hasta ligaré más... «El aspecto físico está sobredimensionado», no duda Agirre, que señala esas edades desde los 14 a los 20 años como las más volubles a las conductas de riesgo de caer en uno de estos trastornos. «Pero no es el único periodo de riesgo para las mujeres. Hay otra edad muy puñetera que es la de los cuarenta y tantos, periodos difíciles porque son de mucho cambio», señala.

Un 30% de casos se cronifica

No estamos ante una enfermedad menor. Los trastornos de la alimentación son una patología siquiátrica grave, donde en la mitad de los casos, tras esa pega con la comida, subyace un problema mental. Detrás de la enfermedad puede haber factores que predisponen, desencadenantes familiares, situaciones fuera de control... «Son personas, jóvenes o adultas, con dificultades, que no saben manejarse y su manera de sentirse bien es controlando su aspecto físico y la comida», explica. Pero hasta el exceso.

En ocasiones, como en el caso de la anorexia, es más fácil percibir que algo ocurre. Pero no sucede lo mismo con la bulimia o con el trastorno no especificado. Este último es aquel cuyos parámetros -por ejemplo, el número de ciclos consecutivos sin regla o las veces que vomita a la semana en los últimos tres meses- no responde a los criterios establecidos para definir los dos anteriores. La dificultad añadida es que estos trastornos no específicos suponen la mitad del total, lo que evidencia, insiste Agirre, «que muchas veces el problema se camufla porque no es tan evidente a la vista como en la anorexia. Es más difícil, incluso para las familias, detectar que algo está pasando».

Difícil de sacar a la luz en muchos casos e igualmente complicado su tratamiento. Su proceso de recuperación es lento. Necesita años; de media, tres. Y hasta en un 30% de las situaciones se cronifica, se mejora, pero no hay cura. A ello hay que añadir que su sanación no es un camino de rosas. «No se trata de que vaya porque le llevan, sino que tiene que querer curarse, hace falta un esfuerzo propio, estar dispuesto... Y hay abandonos, cansancio, mucho desgaste, mejoras lentas, retrocesos, se hace largo, y, encima, son edades muy puñeteras», reconoce.

Asociaciones como Acabe -radicada en los tres territorios de la CAV- trabajan desde hace casi dos décadas para que se preste la mayor atención posible a estos trastornos cada vez más presentes. En 1998 consiguieron de Osakidetza que dispusiera siquiatras especializados. En el caso de Gipuzkoa, tres. Han pasado los años y el número sigue siendo el mismo. «Se ha quedado corto no, cortísimo. Los profesionales están trabajando por encima de sus posibilidades. Cada vez hay más demanda siquiátrica a nivel general, pero los siquiatras son los mismos. Hay muchas quejas de las familias», pone sobre la mesa.

Pero más allá de las necesidades asistenciales, se trata de estar alerta. Porque un pánico a estar gorda o una obsesión por la báscula es más que una cuestión de peso.

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