Mari Carmen Basterretxea Doctora en Filosofía de los Valores, Ciencias de la Educación y Antropología Social
Mari, la Diosa vasca
En la religión animista de los vascos «Mari» era la Diosa por excelencia, por lo que la figura femenina es relevante en la organización social
En la época neolítica, aproximadamente 5.000 años a. C., la religión de los vascos estaba establecida en diferentes deidades de las cuales la relevante es «Mari», la Diosa Vasca, cuyo origen es anterior a dicha época. Después existen otras deidades que corresponden a otras escalas.
Deidades que habitan en las diferentes zonas, en los bosques, las profundidades de las aguas o ríos, que se han interpretado como seres mitológicos, aunque son constitutivos de la religión vasca. «La Diosa Mari» representa la madre tierra: fertilidad, alimentos, cuidado, cosechas, los cambios climáticos: lluvias, nubes, tormentas, y también los valores de justicia, severidad, generosidad, bondad, belleza, respeto, valores y actitudes que corresponden a la figura femenina.
«Sugar», figura masculina cuyas cualidades son: virilidad, fuerza para el trabajo, defensa, vigor y fertilidad para procrear. Cualidades que se establecen en el modelo de la figura masculina. «Sugar» significa: Suge/ Serpiente, Su/ fuego, Gar/ fuerza del fuego. De la fertilidad de éste y Mari surge el Sol, Eguzkia, y la Luna, Ilargia. En ausencia de Eguzkia, llega la oscuridad, la noche. Ilargia lleva en su propia palabra varios significados: muerte / luz, o luz/ apagada.
El hijo varón de esta fertilidad es el que representa el cielo «Ortzi», «Urtzi», «Ost», Dios del Cielo. Aunque hubo otro nombre anterior, como dijo José Miguel Barandiaran. Ese nombre es «Egu» ,nombre neolítico, ya que «Ortzi», «Urtzi», «Ost», su origen se establece en las creencias de los pueblos centroeuropeos y vikingos, los cuales realizaron numerosas incursiones en el País Vasco durante varios siglos.
«Sorgina», mujer vasca, es el nexo de unión de los vivos con «La Diosa Mari» y con el universo de los espíritus, con sus antepasados. En aquella época en la cual la muerte acechaba -en el parto, falta de alimentos, malas cosechas, enfermedades, dificultades para la caza, causas climáticas, rayo, tormentas cuya acción arrasaba los poblados-, en los lugares de culto se hacen peticiones de protección para ahuyentar tales males. Esos lugares de culto estaban ubicados en muchos de los actuales santuarios y ermitas en los cuales hay variedad de vírgenes vascas: Dorleta, Gardotza, Umbe, Itziar, Estibalitz, Olatz, Begoña, Antigua, etc. Las personas que acuden a estas ermitas o santuarios, en el siglo XXI, piden la curación de las enfermedades, protección de los males, y ayuda a sus dificultades, de la misma forma que hacían los antepasados vascos.
Estas amenazas estaban presentes en la vida cotidiana, por lo que la mujer vasca realiza el ritual de protección de la casa, ganado, cosecha, y salud de la familia. En estos rituales se utilizan hierbas. A través de los datos etnográficos recogemos el ritual de protección contra el rayo. En este ritual se coloca en el exterior de la casa, puerta, o balcón, un ramillete de hierbas cuyo nombre en euskara es: eriñotzak. Palabra compuesta cuyo significado es: Eri/ Herida, Enfermedad, Otzak u Otzan/ Aplacar, Amansar. La palabra eriñotzak y su utilizació contra los rayos, Tximisten kontra, llega hasta principios del siglo XX (Ondarroa). En la actualidad este nombre y su última función está a punto de desaparecer.
El conocimiento de la «Sorgina» estaba establecido en la experiencia de vida y en la transmisión oral familiar, los cuales son legados que se transmiten de generación en generación; por lo que las abuelas eran las que tenían este conocimiento y las que trasmitían a sus hijas y nietas. En esta transmisión la hija a su madre en su vejez la venera respeto por lo que la trata de usted: berori, beorrei. De la misma forma que había que tratar a la «Diosa Mari» con respeto, veneración y acatar sus mandatos. Actitud que llega, en algunas familias euskaldunes hasta principios del siglo XX.
El varón vasco, socializado en este legado, adquiere el conocimiento de remedios para curar heridas, torceduras, fiebre, enfermedades del ganado o lesiones, remedios y curas, desde su niñez. Este conocimiento, trasmitido en la familia, era vital para su trabajo diario: agricultura, pastoreo, pesca, o caza, en el cual el varón se aleja durante días o meses de su casa.
En la religión animista de los vascos «Mari», «Madre Tierra» es la Diosa por excelencia, por lo que la figura femenina es relevante en la organización social en la cual la conexión directa está entre «Mari» y «Sorgina». Este nexo representa el eje matrilineal por la cual se establecen los modelos, sus actitudes sociales, y la transmisión del conocimiento. En definitiva, este eje establece cómo se da la transmisión del programa cultural vasco. El eje matrilineal, en los siglos XV-XVII, sufrió el ataque más brutal de su historia, cuyo ejecutor fue la Santa Inquisición. Esto supuso cambiar un programa cultural por otro en el cual se somete a la mujer para establecer una sociedad patriarcal, autoritaria y dominante.