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Las casas de madera de Baiona no son tan modernas como parecían

Moderno, innovador, ecológico... eran los calificativos que se escucharon cuando se lanzó el proyecto del Hameau de Plantoun, en Baiona. Más de treinta familias se endeudaron hace dos años para vivir en las «colmenas» de madera, como se las conoce popularmente. Apenas instalarse, empezaron los problemas.

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Arantxa MANTEROLA

Cuando la Office Public de l'Habitat de Baiona (OPHB, ente semipúblico municipal que gestiona la vivienda social), aceptó el proyecto guiado por los arquitectos Bernard y Marie Bühler, desde luego, no se esperaba que fuera a causarle tantos problemas y tan pronto.

El proyecto era audaz. Animados por el plan Borloo, ex ministro de Medio Ambiente que propugnaba la construcción de vivienda de bajo coste energético a 100.000 euros, emprendieron la aventura. Se trataba de construir unas casas de madera de Alta Calidad Medioambiental (HQE), con acceso a la propiedad.

Para empezar, el monto de las viviendas superó con creces el planteado por el plan del Ministro. El precio del terreno en Ipar Euskal Herria y las características propias del proyecto tuvieron, seguramente, mucho que ver en ello. Así, el coste medio de la vivienda se situó entre 150.000 euros y 190.000 euros según la superficie. Por ejemplo, una vivienda de unos 73 m2 se pagó alrededor de 170.000 euros.

Los problemas empezaron, podría decirse, antes de instalarse. Y es que los primeros ocupantes tuvieron que dejar sus casas nada más llegar, -el mes que viene hará dos años- porque se tuvieron que realizar algunos «arreglos» de última hora. Algunos de los nuevos vecinos fueron alojados en hoteles durante unas semanas.

Las primeras quejas no tardaron en llegar y la propia OPHB, promotora del proyecto, no tuvo otra opción que plegarse a la realidad cuando éstas se generalizaron. De hecho, ha sido este ente quien ha solicitado al Tribunal de Baiona el nombramiento de un experto judicial.

Peritaje demoledor

Hace escasos días el diario «Sud Ouest» que aseguraba haberse procurado el informe, hacía públicas las primeras constataciones del peritaje. Ha examinado tres de las treinta y nueve casas que componen el barrio residencial y las conclusiones son bastante demoledoras.

El aislamiento es uno de los problemas principales. El perito judicial constata que ha habido cantidad de irregularidades y defectos de obra: terminaciones no rematadas o no conformes a normas. Como consecuencia de ello, se han abierto fisuras entre el techo y la pared que, en periodo invernal, debido al movimiento de la madera sometida a las variaciones de humedad ambiental, han llegado a ser de hasta hasta 12 mm, lo que resulta una aberración para unas viviendas que se pretenden de bajo coste energético.

Por supuesto, el efecto de los fenómenos climáticos sobre la madera estaba previsto y las medidas oportunas para hacerles frente , también. Solo, que no llegaron a aplicarse.

La entrada de aire por el suelo y las deformaciones de éstos -las casas están construidas sobre plataformas que a su vez se sostienen sobre columnas- son otras de las consecuencias de los fallos en la ejecución que recoge el informe pericial.

A las dificultades para mantener la vivienda a una temperatura aceptable tanto en verano como en invierno, se añaden los efectos acústicos provocados por los ruidos externos pero, también, por la propia concepción del techo que hace que la casa se convierta en «una auténtica caja de resonancia».

Lo más inaudito es que, según el experto, «todos estos problemas eran previsibles cuando se concibió el proyecto y evidentes cuando se estaba llevando a cabo el montaje de la casa piloto».

Es cierto que, según los propietarios, los problemas no son de la misma magnitud en todas las viviendas pero, dado que las deficiencias e irregularidades detectadas se refieren sólo a las tres casas que han sido examinadas, el experto recomienda extender el peritaje a todas ellas y, además, hacerlo con un constructor. Considera que la reparación no es viable y que habría que proceder a «desmontar el interior de las viviendas para colocar los elementos que faltan y reemplazar los que no son conformes con las normas».

Decepcionados

Los servicios de la OPHB no permanecen «con los brazos cruzados» ante este estado de cosas. Aseguran ser los primeros interesados en que «las cosas se hagan bien» y prometen «apoyar lo mejor que puedan» a los ocupantes de las viviendas en sus gestiones para que se pueda «avanzar con calma en la solución de los problemas».

Se declaran «decepcionados» por lo que está sucediendo. «Creíamos con firmeza en este proyecto que era el primero de este tipo en el que nos embarcamos» añaden al tiempo que subrayan que, muy a menudo, las viviendas sociales van en avanzadilla con respecto a la construcción privada. «En estas concepciones novedosas suelen ser una especie de laboratorio» apostillan.

Todos coinciden en que lo prioritario ahora es dar una solución a las familias que han visto truncadas sus ilusiones. Dependerá de los pasos que vayan dando los tribunales y del ritmo en que se den, pero lo que es seguro, es que tendrán que armarse de paciencia y, como lo han hecho este invierno pasado, procurarse medios de calefacción suplementarios.

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