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ANÁLISIS | VI CONGRESO EN LA HABANA

Los nuevos desafíos de la revolución cubana

La reciente celebración del VI Congreso del PCC en La Habana, entre el 17y 19 de abril, ha venido a confirmar la voluntad de cambio y transformación por parte de la militancia comunista de la isla. La gran incógnita sigue siendo cómo y cuándo se llevará a la práctica la nueva política y sus resultados reales entre la población.

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Joseba MACÍAS y José Miguel ARRUGAETA

Es cierto que utilizar la palabra «crisis» en Cuba es, cuanto menos, una reiteración. A lo largo de estos cincuenta años de un proceso social genuino y particular, los ciudadanos de la isla han podido conjugar este término en función de muy diversas variables internas y externas, pero también es verdad que, con sus dificultades, errores reconocidos o situaciones extremas, la revolución cubana sigue trazando un camino propio sobreviviendo a todos los avatares de la historia.

Ahora, superada de largo la primera década del nuevo siglo, Cuba se prepara para una nueva transformación socioeconómica, fruto de un contexto mundial diferente y de una sociedad con características manifiestamente distintas a las existentes en 1959. El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que concluyó el martes, ha venido a confirmar esta tendencia y a la vez necesidad inaplazable: La de introducir las adecuaciones necesarias en un sistema que sigue defendiendo el predominio de la solidaridad humana, el gobierno de la sociedad sobre la economía o la defensa de la soberanía.

La tarea no es fácil, la necesidad de promover la participación, el control popular o incentivar el debate choca demasia- das veces con una mentalidad conservadora muy asentada entre numerosos cuadros políticos y con el desencanto y la desilusión que, paralelamente, se han asentado visiblemente en diversas capas de la población marcando una distancia sustancial entre el discurso político oficial y la realidad cotidiana: carencias manifiestas en la economía doméstica, burocratismo, inexistencia de espacios y alternativas para una juventud alejada de los viejos retos y consignas, reproducción de esquematismo y fórmulas totalmente alejadas de la Cuba de este 2011.

En este contexto, el recién finalizado VI Congreso del PCC, ha mostrado, al menos, la reafirmación de la voluntad expresada por la dirigencia del país en estos últimos años: Seguir distribuyendo la riqueza con justicia social al tiempo que se potencia que la política se convierta en un lugar de participación popular, de servicios, de creación y de iniciativas. El problema de la Cuba de hoy no se sitúa en el ámbito de las voluntades sino en el de la plasmación real, y la puesta en práctica de lo propuesto, y esa tarea, actualmente, sigue siendo sumamente complicada. El VI Congreso ha sido excelente muestra de esta realidad.

Una lectura de contenidos. El documento finalmente adoptado por la magna cita partidista y que, según todo indica, deberá pasar al Parlamento a comienzos de verano para su ratificación y plasmación legislativa, contiene una gran variedad de medidas concretas, políticas sectoriales y diversas intenciones, contenidas en algo más de 25 páginas.

De su lectura se puede concluir que tres parecen ser las líneas maestras y estratégicas de las reformas aprobadas. Por un lado, la firme decisión de mantener la propiedad estatal de los sectores básicos de la economía, realizando una profunda reforma de su actual configuración, mediante una progresiva descentralización tendente a transformarlos en productivos y eficientes. Por otro, el final progre- sivo de una política social, aplicada en la actualidad de manera universal y sin distinciones, para poner el acento en proteger y amparar a los sectores más vulnerables de la población, manteniendo intocable el derecho general de toda la ciudadanía a la salud, la educación y a la igualdad de oportunidades. Y, en tercer lugar, la introducción definitiva de la propiedad privada y cooperativa (más allá de la existente actualmente en la agricultura) en el esquema económico general del país, tendente a impulsar el asentamiento de una pequeña y mediana empresa tanto en los servicios como en la producción.

Sin embargo, la traducción a la práctica de estos lineamientos no resulta sencilla y pueden generar diversos grados de tensión social. Una parte significativa de la población manifiesta su inquietud sobre las formas y ritmos en que se aplicaran algunas medidas que deben tener un indudable impacto social, tal es el caso las dos decisiones que aparecen como las de mayor alcance: La futura desaparición de la libreta de abastecimientos, y la eliminación progresiva de casi millón y medio de puestos de trabajo en el sector estatal, lo que constituye casi un 20% del total actual.

No obstante, en el lado opuesto tampoco resulta menos importante la resistencia que los cambios pueden suscitar en diversos niveles de un aparato burocrático y administrativo acostumbrado a moverse con soltu- ra entre el desorden y el descontrol alimentando, así, una muy activa economía paralela, y su correspondiente mercado negro, basada en complejas formas de robo y una extendida corrupción de baja intensidad, que ha contribuido a desarrollar en los últimos veinte años claras deformaciones sociales y de mentalidades.

Futuro político de la Revolución. Si los retos que se le presentan a la revolución cubana para los próximos años en lo referente al terreno económico y social están marcados por la búsqueda urgente de mecanismos en aras a elevar de manera sustancial y palpable los niveles de vida, consumo y bienestar de la población, manteniendo la base de una distribución lo más justa posible, en el terreno político los desafíos parecen estar al menos a la misma altura. El reciente Congreso del PCC, realizado en la capital cubana, decidió mantener, por el momento, la tradicional dirección histórica, con la incorporación de apenas tres nuevas caras, cuyas edades oscilan entre los 40 y 50 años, en su máximo órgano ejecutivo.

El propio Raúl Castro consideró necesario aclarar que en los próximos meses se deben ir realizando gradualmente diversos cambios de personas, y que en enero del 2012 se efectuará una Conferencia Extraordinaria del PCC, para definir reformas políticas y estructurales hacia el interior del partido, lo cual deberá conllevar, lógicamente, una importante y esperada renovación y rejuvenecimiento de sus instancias de dirección, para poner finalmente nombres propios a quienes se suponen tendrán, en un futuro no muy lejano, la responsabilidad de dar continuidad histórica a la Revolución.

En este sentido, cabe, destacar que en el recién elegido comité central, de 115 miembros, se puede observar ya la incorporación de un numeroso grupo de personas más jóvenes, de entre 30 y 50 años de edad, así como el notable aumento, en esta mismo órgano, de la presencia de mujeres que alcanza el 46%, y de negros y mulatos, con un 37%, con lo que se busca abiertamente una representación más fiel y equitativa de la actual sociedad cubana.

Un aspecto al que también se refirió el nuevo primer secretario del PCC durante su intervención final en el VI Congreso fue la numerosa presencia de militares de alto rango (generales de división) en su dirección, y la justificó por la importancia y el papel histórico de las Fuerzas Armadas a lo largo de todo el proceso revolucionario. Hay que destacar que la mayor parte de estos responsables militares forman parte, por derecho propio, de la generación que hizo la Revolución, pero más significativa puede resultar la presencia de un importante grupo de generales de brigada, que demostraron su valía y lealtad durante los largos conflictos en Angola y Etiopía (entre fines de los años 70 y la década del 80 del pasado siglo). El Ejército cubano, sin duda la institución más sólida y estable de la Revolución, parece destinado, así, a servir de garante de la estabilidad interna y externa, en medio de un proceso de cambios que debe recorrer un camino no exento de riesgos e incertidumbres.

Tampoco son retos menores, y es necesario subrayarlos, otros aspectos políticos y sociales de la nueva andadura que ha iniciado la Revolución. La diversidad social y económica debe derivar, lógicamente también, en una creciente expresión de diversidad de opiniones y en una crítica social más acentuada, a tenor de la aparición oficial de nuevos actores en el panorama nacional. Frente a esta situación, los medios de comunicación cubanos, por ejemplo, tendrán el enorme reto de abrir sus espacios y sus enfoques de trabajo en aras de fomentar y servir de comunicadores y facilitadores de debates, al igual que las llamadas «organizaciones de masas» y otros espacios e instituciones emergentes de la sociedad civil cubana, que seguramente tendrán que asumir y participar activamente en una previsible y progresiva ampliación del campo de las libertades públicas e individuales adecuada a los nuevos tiempos y decisiones.

Un desarrollo abierto. El Congreso del PCC ha tomado sus decisiones. A partir de ahora, la puesta en práctica de sus lineamientos y las transformaciones económicas y sociales que éstas generen irán marcando la agenda cubana para los próximos meses. Los cambios políticos que decida la Conferencia Extraordinaria del partido, a celebrar a inicios del próximo año, aportarán, sin duda, nuevas facetas y variables al proceso de transformaciones internas que se han puesto oficialmente en marcha en Cuba.

La reforma del socialismo cubano proclama que busca más socialismo, pero transitar un camino nuevo y abierto conlleva obligatoriamente ciertos peligros, incógnitas y riesgos, por ello quizás el verdadero desafió de la revolución cubana sea la renovación de personas, programas y prácticas. manteniendo las señas de identidad que la convirtieron en una leyenda a partir del 1 de enero de 1959.

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