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ARTEMIO ZARCO

«Inside Job»

El titular de este artículo hace referencia al documental de Charles Ferguson y Audrey Marrs, con voz de Matt Damon en su versión original, que ha ganado este año el Oscar en su categoría y que aborda la crisis analizando el capitalismo norteamericano neoliberal, germen y origen de la crisis. El premiado trabajo, tal como explica el autor, hace un repaso «demoledor» de las actuaciones del ámbito financiero que nos han traído hasta esta situación, y Zarco se pregunta qué pena habría que aplicarles.

Con mayor o menor precisión forman parte de nuestra memoria atávica los temores que han acompañado a la especie y que todavía se conservan como referencias: el diluvio universal, las plagas bíblicas, las pestes medievales, las invasiones asiáticas, las gripes genocidas, como la de 1918 con sus 15 millones de muertos, las guerras mundiales, los desastres nucleares y otros horrores que enumerar sería fatigoso, se transmiten de generación en generación y así forman parte de la historia humana.

No se trata en consecuencia de auto engañarnos con el más necio de los voluntarismos sustituyendo la realidad con nuestros deseos. El hombre ha venido viviendo a través de los siglos rodeado de peligros. La naturaleza a menudo deja de ser protectora y abandona a esas criaturas que se autotitulan reyes de la creación, a merced de las mil maneras de que se sirve la muerte para poner fin a nuestras vidas. Nos rodean enemigos peligrosos y entre ellos como los más temibles, gentes de nuestra propia especie. En fin, nos acechan todas las contingencias imaginables y entre ellas la más destructora de las crisis económicas que estamos viviendo mientras al modo de las catástrofes sísmicas sentimos que se mueven los cimientos de nuestras estructuras sociales.

Día a día, gota a gota, noticia a noticia, vamos aprendiendo que una economía desbocada, basada en la especulación descontrolada de Bancos, de entidades financieras, de bolsas, con la ayuda decisiva de las agencias de calificación de riesgos, nos están llevando al caos, mientras coros de políticos incompetentes, como quien recita tonterías improvisadas la víspera, nos repiten que nos van a sacar del apuro, cuando ni siquiera saben señalar los cuatro puntos cardinales.

En crónicas anteriores me he referido a las agencias de calificación de riesgos, que voy a retomar, espero que por última vez, tras haber visto el documental «Inside Job». Le he pedido a un amigo angloparlante la traducción del título. Me dice que es algo así como «trabajar desde dentro», que al menos para mí solo tendría sentido si la expresión por extensión puede significar actuar en el interior, igual que los parásitos intestinales o las tenias más exactamente.

Aun lamentando las deficiencias técnicas del documental en cuanto que subtitulado, muchos de los comentarios traducidos al castellano son ilegibles al resultar escritos en blanco sobre blanco, el documental resulta impactante y nos muestra con su tremendo dedo acusador a los tipos y a las instituciones que merecen ser calificados de malhechores responsables de crímenes contra la humanidad.

El punto de partida es el capitalismo americano neoliberal, sin ningún control, ni contención, para el que se ha creado una palabra nueva: «desregulación» con lo que se quiere significar que no está sujeto a ninguna regla ni norma. Este capitalismo neoliberal es una bomba de relojería lo suficientemente capaz de destruirnos.

Todos sabemos que uno de los motores del capitalismo es la codicia. Nadie nunca ha creído que el capitalismo fuera desinteresado o solidario, pero claramente los pensadores que lo hicieron posible supieron desde el primer momento que una codicia incontrolada puede desbocarse y dejar a su paso un mundo desolado, lo más opuesto al estado del bienestar, el tocomocho con el que nos entretienen políticos mentirosos y falaces financieros.

La sociedad en la que se desarrolló el primer capitalismo, el que invertía, el que creaba riqueza, el que fabricaba tornillos y centrales eléctricas, siempre supo que tenía que tenerlo permanentemente vigilado, controlado y regulado.

En definitiva, se daba por supuesto el intervencionismo del Estado para que la fiera no se desmandara. En esa línea hay que situar a Keynes, pero cuando el llamado neoliberalismo se asentó (en la segunda mitad del XX con la Escuela de Chicago), la rueda de la historia giró hacia la demencia manejada por multinacionales enloquecidas que confundían democracia y libertad con avaricia.

El profeta de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, asesor de Nixon, autor de la biblia del neoliberalismo «Capitalismo y libertad», como si fueran términos equivalentes, colocó con políticos y economistas de la misma camada, los cimientos del capitalismo financiero, que nos ha explotado en las manos con las consecuencias que estamos sufriendo.

Los conceptos más nobles de democracia y libertad han sido prostituidos y arrastrados por los suelos al ser incorporados como atributos propios del capitalismo financiero, hasta la desregulación y la supresión de todo intervencionismo.

El capitalismo inversor fabrica tornillos, centrales eléctricas o siembra trigo. El capitalismo financiero no fabrica nada. Los que llama «productos» no son herramientas ni mercancías, ni nada que se pueda tocar, pesar, manipular o comer. Son anotaciones, son inventos intangibles, son un nombre lanzado al mercado bursátil inventado por un banco que en jornadas laborales se reflejan en las pantallas gigantes de las Bolsas internacionales y que se cotizan con otros cientos o miles de «productos» igualmente invisibles. Son fantasmas que los Bancos compran y venden como si realmente existieran y que les permite, Dios mediante, quedarse con los ahorros del cliente si esos «productos» inexistentes pierden su valor, aunque parezca contradictorio.

«Inside Job» hace un repaso demoledor de las actuaciones financieras causantes de la crisis y desfilan con sus caras de delincuentes universales los responsables.

Obviamente, el documental trata además de forma muy concreta de las agencias de calificación que por su función específica destacan de todo el tinglado financiero. Las agencias de calificación no crean «productos». Se limitan a revisar sin que nadie les haya dado ninguna vela en este macabro entierro, las conductas financieras de los que sí crean «productos» incluidas las de los Estados cuando emiten Deuda Pública. Esto es, dan notas como los maestros a los alumnos.

Se presentan como objetivas y neutrales, pero no es verdad. Han inventado el gran negocio, el de cobrar al calificado por ponerle buena nota, el de cobrarle por no ponerle mala nota, y rizando la pirueta el de cobrarle al que se supone favorecido por ponerle mala nota al competidor.

Observados con creciente desconfianza ellas se defienden explicando que al calificar simplemente ejercen el derecho constitucional a opinar, pero los denunciantes aseguran que no son transparentes y que los datos que manejan no son claros. El no va más fue calificar con la máxima puntuación, con la AAA, a un gran banco americano que quebró al poco tiempo.

Bancos financieros, especuladores de bolsa, agencias de calificación y demás responsables de la pavorosa crisis que nos aflige, son los grandes malhechores de las sociedades modernas. Sus hechos constituyen crímenes contra la humanidad. ¿Qué pena les deberíamos imponer a estos delincuentes de disponer de una justicia eficaz y enérgica? La que nos pide el cuerpo: reducirles a la mendicidad.

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