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Fundación Sancho el Sabio: El futuro necesita raíces

La Fundación Sancho el Sabio, especializada en nuestra cultura, alberga sus fondos en un edificio funerario perteneciente a un monasterio de clausura desacralizado. Su anterior ubicación fue un palacete de indianos que regresaron a Gasteiz tras la independencia cubana.

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Juanma COSTOYA

El pasado 15 de abril la Fundación Sancho el Sabio, obra social de la Caja Vital Kutxa, se unió a las actividades preparatorias del Día del Libro con una jornada de puertas abiertas. La Fundación, ubicada en el antiguo convento carmelita de Betoño en Gasteiz, acoge, en un espacio cercano a los 2.600 metros cuadrados, una inmensa colección que abarca libros, revistas, imágenes, incunables, mapas, panfletos, carteles y hasta pegatinas relacionada con la cultura de ámbito vasco.

La Fundación se constituyó en 1964, ubicándose en primer lugar en un edificio situado en la vitoriana Plaza de la Provincia. Desde entonces su vasto fondo documental ha absorbido archivos familiares, colecciones y bibliotecas diversas. Su base de datos supera los 1,6 millones de imágenes digitalizadas y recibe la visita de estudiosos de todo el mundo. En su nueva sede, las publicaciones y los archivos se preservan con la ayuda de modernas tecnologías en conservación de manuscritos, técnicas imprescindibles para preservar no sólo los libros más antiguos sino también los periódicos y las placas de fotografía, soportes documentales de gran fragilidad.

Una caja acristalada de moderno diseño envuelve la original estructura neogótica de un edificio religioso destinado, en origen, a dar sepultura a las monjas de la congregación carmelita allí destinada. El sótano, iluminado con luz natural procedente del inmenso lucernario de vidrio que lo recubre, es el espacio físico donde se ubican los fondos bibliográficos de la Fundación. A lo largo de 1.600 metros cuadrados el espacio se distribuye en torno a salas técnicas y de investigación, una zona pública de consultas, una sala de conferencias y otra de exposiciones.

No deja de llamar la atención a los visitantes que la Fundación Sancho el Sabio se ubique en lo que antes fuera el cementerio de una orden de clausura. Para materializar un cambio tan extraordinario en los destinos de un edificio fue necesario desacralizar primero el recinto sagrado. Las nueve monjas que permanecían aún en el convento fueron trasladadas a diferentes monasterios. Cinco de ellas eligieron por destino Calahorra, una fue a Alba de Tormes, la patria chica de Santa Teresa de Jesús, y las tres restantes se acomodaron en el convento que la orden carmelita tiene en Gasteiz.

La congregación llevaba en la ciudad desde 1905. Un año antes, en setiembre de 1904, se colocó la primera piedra. Su construcción fue costeada por Lorenzo Rolland y Paret, domiciliado en Madrid y cónsul en Toulouse. El fue quien compró primero los 16.000 metros cuadrados del terreno y quien después, y al parecer con crecientes dificultades que dejaron inconcluso el proyecto original, costeó las obras. El diseño neogótico corrió a cargo del arquitecto Marcial Dagorette y la ejecución de la obra fue firmada por Javier de Aguirre, arquitecto municipal y miembro de la Real Academia de San Fernando. Al año de comenzar las obras las madres carmelitas se trasladaron desde Toulouse a su nueva residencia. Las leyes laicistas de la vecina república no facilitaban el normal desenvolvimiento de la orden y ésta encontró en el pueblo de Betoño, en aquel entonces alejado del núcleo urbano de Gasteiz, un nuevo y prometedor refugio. El propio mecenas, Lorenzo Rolland, se hizo construir en las inmediaciones del convento un palacete al que llamó «Villa Melania» y en el que fallecería en 1918. El vecino monasterio se hizo cargo de sus restos que fueron embalsamados y enterrados en una cripta, precisamente en el mismo edificio que hoy alberga la Fundación Sancho el Sabio. Fue así como Lorenzo Rolland se ganó el derecho a convertirse en el único varón que descansaba a tiempo completo intramuros de una orden femenina de clausura. Eso sí, embalsamado y al abrigo de una cripta. El descanso eterno, que al parecer es un concepto mutable, se quebró cuando sus restos, en la compañía de las monjas fallecidas durante el siglo de ocupación del monasterio por parte de la orden, se trasladaron, para ubicarse, de nuevo, en otro camposanto de la ciudad.

Antes de su actual ubicación, la Fundación Sancho el Sabio tuvo su sede en el palacio Zulueta. Esta casona familiar, que domina un jardín público a la vera del paseo de La Senda en Gasteiz, albergó los fondos bibliográficos de la Fundación durante dieciséis años. El palacio arrastra tras de sí una historia propia que le hace entroncar con el tráfico de esclavos y con la isla de Cuba.

Fue erigido por Alfredo Zulueta, hijo del oligarca y traficante de esclavos Julián Zulueta Amondo. Julián, que había nacido en el pueblo alavés de Anúcita, emigró a La Habana con dieciocho años. Su matrimonio en 1842 con Francisca Dolores, hija de un militar en buena posición en la isla antillana, le abrió los secretos del comercio negrero. Veinte años más tarde Julián Zulueta era el líder de la oligarquía negrera de la isla. A partir de 1847 y ante las crecientes dificultades que comportaba el tráfico de esclavos debido a la abolición de la trata por parte de los británicos (1815), Julián Zulueta fue el promotor de una nueva forma de esclavitud esta vez utilizando a los chinos como mano de obra condenada.

Se estima que entre 1853 y 1873 entraron en Cuba con esta condición 132.435 chinos. Las formalidades exigían primero la firma de un contrato que estipulaba doce horas de trabajo diario si se trabajaba en el campo y más horas si se era un empleado doméstico. Además se recibirían dos mudas de ropa al año y una camiseta de lana. Ante el reclutador chino que servía de enganche se les adelantaba algo de dinero que era más tarde descontado del magro jornal. Zulueta no sólo promovió ingenios azucareros con mano de obra esclava sino que también construyó ferrocarriles para el traslado del azúcar hasta los puertos cubanos. Su primer ingenio fue bautizado como «Alava» y llamó «Vizcaya» y «Habana» a los otros dos. Solo en el «Alava» trabajaban seiscientos esclavos. Junto a otros hacendados y terratenientes de la isla lideró el Casino español de La Habana, sede de la corriente política más intransigente opuesta a cualquier tipo de reforma de la realidad social y política cubana. En 1875, fue elegido senador por la provincia de Alava y un año más tarde fue nombrado por el rey senador vitalicio.

Julián Zulueta murió en La Habana en 1878. Sus descendientes abandonaron la isla años más tarde espoleados por la independencia cubana. Uno de sus hijos, Alfredo, construyó la mansión familiar en el Paseo de La Senda de Gasteiz, la misma que muchos años más tarde utilizaría la Fundación Sancho el Sabio como sede. De la misma fortuna surgió el Palacio Augusti, hoy Museo Provincial de Pintura. Otra de sus hijas, Elvira, sufragó la mayor parte de los gastos originados por la construcción del Seminario Diocesano de Gasteiz. Por cierto que Julián Zulueta contrajo matrimonio tres veces a lo largo de su vida. Las dos últimas con sobrinas carnales hijas de su hermana Florentina que vivía en el pueblo alavés de Betoño, precisamente el mismo enclave en el que se instaló la nueva sede de la Fundación Sancho el Sabio.

Ficha

Fundación Sancho el Sabio: Portal de Betoño, 23. (Gasteiz).

Horario: La librería es de libre acceso. Lunes a viernes, de 10.15 a 13.45 y 16.15 a 19.15.

Digitalización: Los fondos y las publicaciones de esta institución están digitalizados y accesibles www.fsancho-sabio.es.

«500 años de libros»: Con motivo de la celebración del Día del Libro, hasta el día 29 de este mes se expone una nutrida muestra de los ejemplares más relevantes de sus fondos.

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