El pitagorín en cuestión es un fiel exponente de lo cargantes que pueden llegar a ser los menores, tal vez no por si mismos, sino por la manipulación interesada que hacen de ellos los mayores. A veces se comporta como un monstruito, claro que a través de él parece hablar su madre biológica, la cual se sirve del hijo para su guerra particular con la nueva compañera de su ex marido. Y lo mejor de la función está ahí, gracias a que Lisa Kudrow borda el papel de la rival que no está dispuesta a compartir la maternidad con otra mujer más joven que ella. Al final la sangre no llega al río y el drama se contiene, en la medida en que los comportamientos hostiles son reconducidos a favor de otros más tolerantes, excepto en el caso de la protagonista, posiblemente por ser la única que desde el principio ha mantenido una postura razonable, a pesar de encontrar muy poca solidaridad a su alrededor, ni siquiera por parte de las representantes de su mismo sexo.