Un Aberri Eguna portador de esperanza y oportunidades
Hoy, Aberri Eguna, miles de ciudadanos vascos celebran el día de la Patria Vasca, una jornada de reafirmación nacional, emotiva y de hondo significado simbólico. Pero también un día de reivindicación independentista, de defensa de un proyecto portador de esperanza y oportunidades, que mira al futuro con realismo y ambición. Una apuesta que permita al país explotar todo su potencial, emancipado de las mermas y el atraso que la subordinación a los estados español y francés le suponen.
El Aberri Eguna de este año se presenta en un contexto duro, en mitad de un asalto masivo a los derechos y libertades básicas de los ciudadanos vascos, bien sea eyectándolos de la vida pública, bien mediante una misión global de reconquista y restitución que no conoce descanso. Los ataques contra el sindicalismo vasco, contra la iglesia vasca comprometida con el tiempo y las aspiraciones de este pueblo, contra los medios de comunicación públicos o el sistema educativo vasco son buena prueba de ello. Una operación, en definitiva, para el monocultivo de las mentes, basado en la exclusión y la segregación ideológica de miles y miles de ciudadanos.
Responsabilidad frente a las amezazas
La semana nos dejó la confirmación de un Estado en huida hacia adelante, obstinado en organizar una cuarentena contra miles de ciudadanos, de orígenes e ideologías plurales, simplemente por haber dado un paso adelante y haber asumido las responsabilidades que la coyuntura histórica que vivimos requiere. Pero frente a fiscales y policías, ministros, políticos profesionales o editoriales de periódicos vascos, miles de ciudadanos organizados en cientos de listas electorales han mostrado con nitidez la tozuda realidad: frente a la amenaza y las hostilidades, desde la serenidad y la ilusión, invierten su presente y comprometen su futuro con Bildu. Ése es el gran activo del independentismo: los ciudadanos de Euskal Herria. He ahí el primer destinatario y el último garante del desafío que el país encara. No sin dificultades ni provocaciones, pero con la suficiente fuerza y determinación para ser razonablemente optimista.
Misión de reconquista y restitución
Se ha hecho público que el ataque a la realidad nacional vasca se está desarrollando en toda su crudeza en el seno de la Iglesia vasca. Eran conocidos los intentos de destierro de un conocido miembro de la comunidad franciscana de Arantzazu. La semana nos deja la confirmación de que el Vaticano procesará al teólogo José Antonio Pagola por «hereje», por defender la humanidad del Jesús de la historia. Auspiciado por el obispo Munilla, en misión de hacer apacentar la comunidad cristiana de Euskal Herria en un pasto de ultranacionalismo español y dogmatismo católico, este nuevo episodio ha producido un cisma de un alcance nunca visto y de consecuencias sin vuelta atrás.
El caso de Pagola necesita visibilidad y la amplia base cristiana necesita movilizarse en la plaza pública. No le faltarán aliados ni el interés del gran público.
Las reforma del sistema de bienestar, los recortes y la austeridad presupuestaria o del modelo de negociación colectiva, en palabras de la mayoría sindical «el mayor ataque» contra los trabajadores de las últimas décadas, persiguen un objetivo claro: hacer que el sindicalismo en Euskal Herria sea cada vez más irrelevante, tenga los espacios de acción y negociación totalmente achicados, en definitiva, que sea cada vez menos político.
Los datos de audiencia en ETB, las noticias sucursalizadas y sin autenticidad que obvian Euskal Herria y disparan la respuesta reactiva de los ciudadanos que, mediante el telemando, han hecho bajar la audiencia a niveles mínimos nunca vistos. O lo que pretenden hacer contra la gran mayoría de la comunidad educativa, son ejemplos de una lista de ataques, mayormente zafios, realizados con prisas porque son sabedores que una alternativa, de cambio social y aspiración de poder se está fraguando. Y lo está haciendo sobre bases sólidas.
El día a día como puente del futuro
Sin darle un sentido trágico a la patria, ésta debe dotarse de un día a día, que proporcione una frenética explosión de vitalidad, abierta a todos y cerrada al veto de nadie. De una planificación comprendida y apoyada por el gran público vasco y no sólo por los abonados a los circuitos cerrados. Un día a día que desbroce el camino hacia un nuevo modelo de sociedad, donde el rol asignado a los ciudadanos no sea el de consumir, el de asegurar el gasto del consumo para estimular un sistema financiero que bien se puede calificar de miserable.
Hoy los falsos atajos sólo llevan al pacto constitucional, a gestionar el pasado y vivir de sus rentas. Cruzar los puentes del futuro deben llevar a proclamar en Europa, y ante todo el mundo, una Euskal Herria independiente. Hoy, como ayer y mañana, el independentismo no debe rehuir el antagonismo con el proyecto español ni la confrontación en el campo de las ideas, del poder político o la gestión de la economía.
El independentismo debe dotarse de un programa político concreto y concretable en coordenadas de espacio y tiempo, razonable para el cálculo estratégico de los partidos políticos y del ciclo de vida de sus protagonistas, los ciudadanos vascos.