El régimen libio lanzó ayer una nueva ofensiva contra Misrata, tercera ciudad libia en manos de los rebeldes y aislada en el oeste del país (Tripolitania), mientras que enterró a uno de los hijos y tres nietos del Muamar al-Gadafi, muertos el fin de semana en un bombardeo de la OTAN que tenía como objetivo al líder libio.

Varios carros de combate del Ejército libio intentaron penetrar en la ciudad, de 300.000 habitantes y situada a 200 kilómetros al este de Trípoli. Los rebeldes aseguraron haber frenado la progresión de la columna hacia el centro de la villa. No obstante, fuentes locales aseguraron que la ofensiva fue frenada en seco por nuevos bombardeos aliados.

Con la rebelión asentada en Bengasi, capital de la Cirenaica (este del país), los combates de los últimos días se centran en los suburbios al oeste de la ciudad de Misrata, una zona situada cerca del aeropuerto y en la que el Ejército libio se ha hecho fuerte. El puerto de Misrata, esencial para el abastecimiento -también en armas- de la villa, se ha convertido en un objetivo estratégico para el régimen, que lanzó un nuevo bombardeo el pasado domingo.

Fuentes médicas cifraron en una decena los muertos en esta nueva ofensiva.

«Como a Bin Laden»

El portavoz del Consejo Nacional de Transición, Ahmed Omar Bani, relacionó esta nueva ofensiva con la muerte del hijo de Gadafi. «Está clamando venganza e intenta matar a todo el mundo en Misrata bombardeando el puerto», aseguró el portavoz del órgano ejecutivo de la rebelión, con sede en Bengasi. Si horas después del bombardeo contra una residencia de los Gadafi la oposición armada insistía en calificar de «pura propaganda» las informaciones sobre la muerte de sus familiares, Omar Bani pidió ayer abiertamente a EEUU que, después de la muerte de Osama Bin Laden, les ofrezca «el gran regalo» de la cabeza del líder libio.

Seif al-Arab, de 29 años de edad, y sus hijos Seif (2 años), Cartago (2 años) y Mastura (4 meses) murieron junto con varios amigos y vecinos en el raid perpetrado por la OTAN el pasado sábado.

Gritando venganza y sobre el fondo de ráfagas de kalashnikov, miles de personas participaron en el entierro de la familia de Gadafi en Trípoli.

«¡Abajo, abajo Sarkozy!», gritaba la muchedumbre haciendo referencia al presidente francés, Nicolas Sarkozy, principal impulsor junto a Gran Bretaña de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que autorizó el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Libia que se ha convertido al fin y a la postre en un operativo que sirve de soporte aéreo a la revuelta y en la caza de Gadafi, mejor muerto que vivo.

El líder libio ya perdió a su hija adoptiva en 1986 en un bombardeo estadounidense contra Trípoli en represalia por la muerte de varios marines en un atentado con bomba en una discoteca de Berlín, ataque que fue imputado al régimen libio.

Las cancillerías occidentales, responsables del bombardeo, guardaban un elocuente silencio sobre la cuestión. Sólo Cuba condenó el bombardeo mortífero contra la familia Gadafi. También China mostró, más genéricamente, su preocupación por la muerte en bombardeos de civiles, entre los que incluyó a los familiares del coronel.

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, minimizó la advertencia realizada por Gadafi de que llevará «la guerra a Italia» y la justificó en el marco de la «decepción» del líder libio.