El sábado pasado, Francisco Caamaño expresó su convicción de que los magistrados encargados de decidir el futuro de Bildu iban a estar «sin duda, a la altura de su responsabilidad». «Que adopten la decisión que tengan que adoptar», emplazó el ministro de Justicia español. Y, efectivamente, los jueces estuvieron a la altura de los que se les pedía e hicieron lo que se suponía que tenían que hacer: prohibir las candidaturas de la coalición abertzale. Eso era lo que demandaban el Gobierno y el PP, a quienes en absoluto importa que casi la mitad de la Sala cuestione la constitucionalidad del veto y sostenga que el mismo «perjudica al conjunto de la sociedad, en cuanto se cercena la expresión del pluralismo político y la correcta manifestación de la voluntad popular». El objetivo era cerrar el paso a Bildu, como antes sucedió con Sortu, y el Supremo ha estado a la altura.

Llegados a este punto, y una vez confirmado que los poderes del Estado son uno cuando de Euskal Herria se trata, es a los agentes políticos y sociales de este país a quienes corresponde demostrar si están a la altura de las circunstancias. Hace unas semanas, cuando algunas informaciones anunciaron la impugnación de las listas de Bildu, en estás páginas se dijo que aquel era el momento de impedir un nuevo atropello y que sería en vano lamentarse después. Hoy, las candidaturas formadas por EA, Alternatiba e independientes tienen vetada su participación en las elecciones municipales, forales y al Parlamento navarro. A la vista está que lo poco o mucho realizado en este tiempo no ha sido suficiente.

Por este motivo, entrar ahora en especulaciones sobre qué hará el jueves el Tribunal Constitucional sería irresponsable. Lo mismo que analizar la composición «progresista» o «conservadora» de la Sala. La Justicia española hace tiempo que enseñó sus credenciales. Sin embargo, sí está en manos de todos aquellos que se han posicionado en contra de las prohibiciones plantarse y dejar claro que no van a permitir que vuelvan a pasar por encima de la voluntad de la sociedad vasca. Que el cambio de ciclo es imparable. Será la firmeza que muestre este pueblo la que hará desistir a quienes buscan perpetuar la confrontación y la falta de democracia.