La intrusión de EEUU indigna más en Pakistán que la muerte de Bin Laden
La operación militar estadounidense en territorio paquistaní que acabó con la vida de Osama bin Laden ha provocado la indignación de los paquistaníes con su Ejército, por no haber impedido la instrusión del comando de élite que liquidó al fundador de Al-Qaeda. Las protestas convocadas ayer por la muerte de Bin Laden obtuvieron escaso apoyo, lo que evidencia su pérdida de popularidad entre los jóvenes, que han optado por la vía de las revueltas populares.
GARA
Los paquistaníes, sobre todo los de Abbottabad, se sienten indignados con su Ejército, no por su incapacidad para encontrar al líder de Al-Qaeda, sino por permitir una «agresión» estadounidense en su territorio para liquidar a Osama bin Laden.
En los últimos años, Sardar Amir, de 35 años, daba cada noche un apacible paseo por Bilal Town y pasaba por un terreno que bordea una vivienda de tres pisos, rodeada de altos muros de cemento. En este barrio acomodado de Abbottabad Sardar disfrutaba del raro privilegio de vivir en una ciudad a la que no ha llegado la violencia que ha ensangrentado al resto del país.
Sin embargo, el domingo perdió esa ilusión. Durante la noche, un comando de élite estadounidense a bordo de cuatro helicópteros tomó por asalto la casa y mató al hombre más buscado del mundo, Osama Bin Laden, entre otros. Todo ocurrió a menos de dos kilómetros de la prestigiosa academia militar de Kakul y en una ciudad con al menos 5.000 soldados o cadetes.
Sardar no lo puede asimilar. «Estoy indignado, encolerizado contra el Ejército, los servicios secretos, el Gobierno. ¿De qué nos sirve tener aquí todos estos campamentos militares?», se pregunta. En la noche del domingo al lunes, el Ejército tardó más de una hora en llegar, dando todo el tiempo necesario a los estadounidenses para efectuar su ataque relámpago y luego desaparecer.
«Es una vergüenza para nosotros. Nuestro Ejército debió derribar los helicópteros estadounidenses», declara indignado a AFP Tahirulah, estudiante de medicina de 23 años.
EEUU confesó sin rubor haber llevado a cabo esta operación sin informar a Pakistán para evitar que este país, a menudo acusado de doble juego con los islamistas, advirtiera al jefe de Al-Qaeda.
En Abbottabad, se cree que EEUU ha ido demasiado lejos al atreverse a enviar un comando al corazón de la ciudad, considerada símbolo de la potencia del Ejército paquistaní. Un Ejército que es visto como el único poder en un país obsesionado por su seguridad y por la de sus instalaciones militares y nucleares.
Sardar ya no confía en su Ejército: «Si los norteamericanos vinieron a atacarnos aquí, pueden hacerlo donde quieran».
Sospechas
Las miradas se vuelven ahora hacia el Estado mayor, del que se sospecha permitió actuar para no molestar a Washington, cuyos miles de millones de dólares en ayudas mantienen el país y sus tropas a flote.
La duda se instala incluso entre los soldados de base: «No estábamos al tanto ni de la presencia de Bin Laden, ni de la operación estadounidense», asegura uno de ellos, de 25 años, que pide no ser nombrado. Y añade, en voz baja: «A lo mejor algunos lo sabían, allá arriba».
Por eso, la vergüenza y la ira son los sentimientos predominantes en Pakistán, donde la operación militar estadounidense es considerada una nueva violación de la soberanía nacional y una afrenta, consentida o no, al Ejército y los servicios secretos paquistaníes (ISI).
Todo el país se pregunta cómo 79 miembros de los Navy Seals, la unidad de élite de las fuerzas especiales estadounidenses, pudieron llegar en helicópteros sin ser detectados hasta la residencia de Bin Laden -cerca de una academia militar de élite también-, matarlo e irse con el cadáver.
En Peshawar, gran ciudad del noroeste de Pakistán, en las puertas de las zonas tribales que son los bastiones de los insurgentes islamistas, el presidente de la asociación de comerciantes, Halim Said, recordó que la violación del territorio paquistaní no es cosa nueva.
Desde 2008, los ataques de aviones sin piloto de la CIA dirigidos contra Al-Qaeda y los talibanes paquistaníes y afganos en las zonas tribales son sumamente frecuentes, casi diarios, y han causado más de 1.500 muertos. «Ya no somos una nación soberana, puesto que cada día los ataques de `drones' estadounidenses cuestionan nuestra sobera- nía», considera Said.
En ese contexto, aunque la inmensa mayoría de los paquistaníes admite que Bin Laden murió realmente, en Karachi, la capital económica, y en algunas otras ciudades evocan la tesis del complot dada la negativa de EEUU de publicar las fotos del cadáver.
EEUU «siempre ha mentido y ha abandonado a sus aliados ¿Cómo otorgarle confianza cuando afirma que mató a Osama? No quiere mostrar las fotos porque eso podría descubrir sus mentiras», declara Mehmud Azim, médico de 55 años.
«No sabemos exactamente lo que pasó. Y lo que es más grave es que nuestros dirigentes civiles y militares se mantienen unidos en el silencio», señala Ahmed, que prefiere no dar su apellido.
Confirmación de Al-Qaeda
No obstante, en un comunicado colgado en una página web utilizada habitualmente por grupos islamistas, Al-Qaeda confirmó ayer la muerte de su líder y volvió a amenazar a EEUU con nuevos atentados que «convertirán sus alegrías en tristezas». Anunció, además, de que pronto difundirá un mensaje sonoro grabado por su líder una semana antes de ser abatido.
Al-Qaeda advirtió de que la muerte de Bin Laden será una «maldición» que «perseguirá a los estadounidenses y sus agentes», al tiempo que instó a los paquistaníes a levantarse contra su Gobierno para «limpiar» el país de la vergüenza que supone que Bin Laden haya sido abatido en su territorio.
Movilizaciones islamistas
Los islamistas salieron ayer a las calles en muchas ciudades paquistaníes, y de fuera del país, para protestar por el ataque estadounidense que acabó con la vida de Bin Laden, pero las convocatorias tuvieron un escaso apoyo popular.
En Pakistán, Jamat-e-Islami llamó a sus seguidores a tomar las calles de Islamabad, Rawalpindi, Lahore, Karachi, Quetta y Abbottabad para denunciar «las injerencias de EEUU en los asuntos de Pakistán», según señaló a Efe uno de sus portavoces, Shujat Qamar. Para esta formación, «es EEUU quien ha traído el terrorismo» a Pakistán. Varios miles de personas secundaron las convocatorias, las más numerosas de las cuales tuvieron lugar en Quetta (1.500) y en la ciudad donde se refugiaba Bin Laden (500).
Fuera de Pakistán, miles de salafistas se manifestaron en El Cairo (Egipto), Solo (Indonesia), Srinagar (Cachemira), Manila (Filipinas) y Estambul (Turquía).
La notable ausencia de reacciones en las calles árabes a la eliminación de Bin Laden demuestra que éste había perdido popularidad entre los jóvenes que optaron por la vía de las revueltas populares, según los analistas.
«La muerte de Bin Laden no significa nada especial para el mundo árabe, con todas esas revoluciones en curso que hacen emerger nuevos dirigentes en sus países» afirma el analista egipcio Diaa Rashwan. «Si hubiera muerto un poco más tarde, ni siquiera habría tenido la cobertura mediática de la que es objeto ahora», asegura.
El paquistaní Salman Sheij, director del Brookings Institute, opina que «el mundo árabe se alejó hace tiempo de Al-Qaeda y optó por la vía de las revueltas populares». «Hoy los árabes se han volcado hacia la lucha por su libertad y quieren deshacerse de los extremistas, mirar al futuro y no ser considerados más como terroristas», añade.
«El terrorismo islámico ya no tiene en el mundo árabe la audiencia que tenía en el pasado, ya que la lucha de los jóvenes se concentra ahora en la libertad, la democracia y la mejora de las condiciones de vida», explica la socióloga libanesa Dalal Bizri. «Ello no significa que el terrorismo ya no tenga partidarios», precisa. Pero «el extremismo religioso reviste hoy un carácter más social que político», subraya.
La CIA tenía un piso franco en la ciudad paquistaní de Abbottabad para un pequeño grupo de espías que vigilaron exhaustivamente durante meses los movimientos de la residencia en la que fue ejecutado Osama bin Laden, informó «The Washington Post».
Al menos diecisiete supuestos insurgentes murieron ayer en la región paquistaní de Waziristán Norte a raíz del bombardeo llevado a cabo por cuatro aviones no tripulados estadounidenses contra una vivienda en la zona de Datta Khel.
La juez de instrucción que ha dirigido la investigación sobre los atentados islamistas del 7 de julio de 2005 en Londres, que costaron la vida a 52 personas, afirmó ayer que no hubo negligencia oficial que propiciara o agravara la matanza.
La investigación abierta tras el atentado del pasado 28 de abril en la cafetería de una céntrica plaza de Marrakech, que provocó la muerte de 17 personas, derivó el jueves en la detención de tres personas de nacionalidad marroquí supuestamente vinculadas a ese ataque, entre ellas el presunto autor material, «admirador de Al-Qaeda», al que la Policía seguía interrogando ayer, informó el Ministerio marroquí de Interior.
El titular de Interior, Taieb Cherkaui, que no reveló la identidad del presunto autor material, indicó que había preparado el atentado en casa de sus parientes a Safi, 300 kilómetros al sur de Casablanca, localidad en la que se produjeron los tres arrestos. Según Interior, se trata de un hombre de «ideología yihadista que había jurado lealtad a la organización Al-Qaeda» y que había intentado entablar vínculos con redes en Chechenia e Irak «antes de decidirse a perpetrar un acto terrorista en el interior de Marruecos, y eligió Marrakech porque es una ciudad que atrae a muchos extranjeros».
El supuesto autor material del atentado habría adquirido conocimientos en la fabricación de bombas a través de internet, lo que le permitió fabricar dos artefactos explosivos capaces de ser activados a distancia y con los que habría cometido el atentado del 28 de abril. La nota de Interior agregaba que el sospechoso llegó a la cafetería Argana «haciéndose pasar por un turista».
Los tres detenidos serán puestos a disposición de los tribunales, anunció Cherkaui, una vez que concluya la investigación, en la que está implicada también la Policía francesa. GARA
El presidente de EEUU, Barack Obama, felicitó ayer a las fuerzas especiales que acabaron con la vida del líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, en Abbottabad.
Obama llegó a la base militar de Fort Campbell para agradecer personalmente a algunos de los componentes del equipo militar de élite que mató a Bin Laden, después de rendir homenaje a las víctimas del 11-S en la Zona Cero.
En Fort Campbell se encuentra la División 160 de Operaciones Especiales del Regimiento de Aviación, denominada «Depredadores Nocturnos», cuyos pilotos participaron en la operación.
En el transcurso del encuentro, a puerta cerrada, Obama, acompañado por el vicepresidente, Joe Biden, felicitó a los integrantes del grupo por el éxito de la misión que acabó con Bin Laden.
El presidente estadounidense premió a esos soldados de grupo de Operaciones Especiales de la Marina (SEALS) con la Citación Presidencial de la Unidad, la mayor distinción otorgada hasta ahora al equipo. Entre los presentes en el encuentro se encontraba también el comandante de los SEALS, el almirante William McRaven, a quien Obama recibió el pasado miércoles en el Despacho Oval para agradecerle el éxito de la misión.
Obama se dirigió posteriormente, en público, a unos 2.200 soldados de la 101 ª División Aerotransportada, con base en Fort Campbell. Ante ellos sostuvo su compromiso de iniciar en julio la retirada de sus tropas de Afganistán, a pesar de que varios responsables del Ejército han insistido en que la coyuntura es demasiado delicada, y aseguró que Al-Qaeda ha sido «decapitada» y que eso supone su desaparición. GARA