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Unas instituciones mucho más cercanas

Los resultados de las elecciones del domingo, que aún están siendo digeridos en las sedes de la mayoría de los partidos, a los que la arrolladora irrupción de Bildu ha cogido con el pie cambiado, se pueden analizar desde varios puntos de vista, muchos de ellos relacionados con eso que se conoce como «alta política». La influencia que pueden tener en el nuevo escenario político; la recomposición del mapa institucional y partidario de este país; el complicado futuro que se prevé para varias formaciones; cómo afectarán a determinados proyectos e infraestructuras... a nadie se le escapa que son muchas y muy importantes las incógnitas abiertas tras los comicios.

Sin embargo, la fotografía que deja tras de sí la noche del 22-M, que ya puede calificarse de histórica, también puede mirarse con una mirada quizá no tan trascendente, pero sí muy significativa. Y es que, en un momento en el que miles de personas se están echando a la calle en demanda de democracia, basta con ver el perfil de los más de mil cargos electos de Bildu que van a entrar en las instituciones para concluir que la democracia ha ganado una gran batalla. Personas anónimas, sin afán de medrar ni de ocupar poltronas, gente «normal», ajena a la política profesional, va a gobernar decenas de consistorios y a ejercer una labor determinante en nuestro tejido institucional. Más que un soplo, un vendaval de aire fresco en un momento en el que en buena parte del mundo la brecha entre la clase política y la ciudadanía se hace cada vez más profunda.

La Ley de Partidos y el apartheid aplicado a una buena parte de la población vasca han dejado sin derechos a miles de personas pero, al tiempo, han hecho que otras muchas adquieran un compromiso que seguramente no habrían imaginado en una situación política normalizada. En este sentido, puede decirse que el Estado español ha pretendido achicar el espacio electoral con leyes diseñadas expresamente a tal efecto y que, al contrario, ha conseguido que el número de personas implicadas haya crecido exponencialmente. De esos 1.200 cargos electos y de sus compañeros de lista es buena parte del éxito del «efecto Bildu».

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