Hoy se le ve incómodo y molesto, con esa irritación de cuando a uno le sacan sin contemplaciones de una plácida siesta. Porque el mapa institucional de Euskal Herria desde hace una década dormitaba en un ambiente plácido, donde en el tono adecuado podía hablarse de casi todo -hasta de cambio-, mientras en el modo adecuado se actuaba para que todo siguiera igual. Una existencia, en fin, relajada y tranquila. Un mapa institucional monocorde, enquistado y gris que ha solventado cualquier asomo de arritmia por la vía expeditiva de la ilegalización, que se ha permitido aberraciones como la de Lizartza y que hoy se despierta sacudido sin consideración, obligado a salir de su cómodo sopor, a abandonar su apariencia de baile de salón. Irritado y maltrecho, se desvanece frente a un latido vigoroso y nuevo: 313.000 voces, hasta el último momento acosadas, acusadas y perseguidas, que ya no puede arrinconar.

Mientras se perfilaba el nuevo mapa institucional, el color de Bildu se extendía y asentaba, superando tanto los más funestos augurios de la derecha como las mejores ilusiones de los abertzales de izquierdas. Mientras la mayoría de los partidos políticos tomaba conciencia de su nueva posición y conjugaba en pasado, presente y futuro el verbo pactar, Bildu conjugaba el presente y el futuro con el verbo trabajar. Son 1.100 electos dispuestos a hacerlo para que el cambio sea posible. No será un camino fácil, pero llevan en la mochila honestidad, responsabilidad, ilusión y un programa de justicia social, normalización democrática y paz con el que hacer frente, con coherencia y dignidad, a todas las zancadillas. Ánimo y adelante. Zorionak, Euskal Herria.