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Siguiendo la tradición, Obama reclama su herencia irlandesa

En menos de 24 horas, para eludir la nube de ceniza islandesa, el presidente estadounidense llegó, bebió y venció. Restableciendo los vínculos con Irlanda, en la más estricta tradición del partido demócrata, Obama espera cerrar el debate sobre su origen y ganar el apoyo del `lobby' irlandés ante sus dificultades con el judío.

Soledad GALIANA

El presidente estadounidense, Barack Obama, llegó a Irlanda, dos días después de que finalizará la visita de la reina inglesa Isabel II. Obama, que inició su visita europea con una parada de menos de veinticuatro horas en la isla de la que proviene parte de su familia materna, se dirigió a los 60.000 irlandeses que atendieron un acto público organizado en el centro de Dublín, en el que se refirió a los lazos entre EEUU e Irlanda como «de amistad, afecto e historia».

«La sangre irlandesa se derramó en nuestros campos de batalla, el sudor irlandés construyó nuestras ciudades. Siempre ha habido un poco de verde detrás del rojo, blanco y azul», apuntó Obama en referencia a la bandera estadounidense.

Familia

Este baño de multitudes será bien recibido en Estados Unidos, después de la continua polémica en la que se ha visto envuelto la administración de Obama en los últimos días.

El presidente estadounidense se presentó como «Barack Obama, de los o'Bamas de Moneygall», en una declaración de identidad que intenta disipar cualquier duda sobre su origen, después de que se viera forzado a hacer público su certificado de nacimiento para rebatir las insinuaciones republicanas que apuntaban a que no habría nacido en Hawai, territorio estadounidense.

Precisamente, una de las claves de la visita a Irlanda era ese viaje a Moneygall, en el condado de Offaly, hasta donde Obama se desplazó en helicóptero acompañado por su mujer, y donde se reunió con «su familia» mientras se bebía una guinness que insistió en pagar él mismo.

Declarándose descendientes de irlandeses, Obama restablece así mismo una tradición presidencial estadounidense, de especial arraigo en el partido demócrata, que se inició con la visita a Irlanda de John F. Kennedy en los sesenta.

Desde entonces, todos los presidentes que se lo han podido permitir han reclamado su cuota de sangre irlandesa como una forma de establecer vínculos e intentar asegurar el apoyo de la comunidad irlandesa estadounidense, uno de los grupos políticamente más activos en Estados Unidos. Incluso Bill Clinton reclamó las raíces irlandesas de su padrastro, aunque en la familia de su padre no se incluían ancestros irlandeses.

Y Obama debe de estar ansioso por asegurarse ese apoyo después de que afirmar que la declaración de que un estado palestino independiente debería construirse sobre las bases de las fronteras de 1967, lo que le ha valido un enfrentamiento con el presidente israelí, Benjamin Netanyahu, y ha abierto una brecha en las relaciones de la Casa Blanca con el llamado «lobby judío».

Audiencia de EEUU

Así pues, se siente que el discurso de Obama en las calles de Dublín iba dirigido a otra audiencia, la estadounidense, con declaraciones como «somos los pueblos, el irlandés y el americano, que nunca han dejado de imaginar un futuro mejor».

El primer ministro irlandés Enda Kenny, fue el encargado de presentar al presidente de EEUU. El Gobierno irlandés considera que las visitas de Obama y de Isabel II podrían atraer nuevas inversiones a la maltrecha economía irlandesa, o incrementar el número de turistas que visitan la isla.

Este discurso fue el último compromiso oficial del presidente estadounidense, que decidió acortar su visita a Irlanda ante el temor de que la nube de cenizas provocada por la erupción del volcán islandés Grimsvotn forzara el cierre del espacio aéreo irlandés y le atrapara en la isla.

 

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