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Mladic arrestado, sin tirotearlo ni arrojarlo al mar

Tras 16 años de búsqueda, Ratko Mladic fue arrestado ayer. Acusado de cargos como genocidio, crímenes de guerra, y contra la humanidad, secuestro y violación masiva y otras atrocidades, estaba considerado como el organizador del fusilamiento de 8.000 varones en Srebenica -la mayor matanza en Europa desde los nazis- y de dirigir el sitio de Sarajevo, donde murieron más de 11.000 civiles. Su detención tiene enormes implicaciones. Para muchos serbios, Mladic era un héroe nacional, un gran defensor de los intereses vitales de Serbia; para las nuevas generaciones, la persona que tenía como rehén el destino de su país e impedía pavimentar el camino hacia la UE. Su captura ha desbloqueado la vía para materializar los deseos de paz definitiva, prosperidad y redención de Serbia y de toda la región. Parece un absurdo que tan grandes consecuencias paneuropeas dependieran del destino de un sólo hombre. Pero a menudo ése ha sido el camino por el que ha transitado la historia de Europa.

Su detención sirve como comparación para una última reflexión: Mladic era, en efecto, capaz de repartir caramelos a los niños de Srebenica ante las cámaras de televisión y por la noche matar a sus padres en una masacre sumarísima. Pero para detenerlo, a diferencia de Bin Laden, no ha sido necesario tirotearlo a sangre fría ni arrojar su cadáver al mar.

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