Los usuarios de una marca de ordenadores, tabletas y teléfonos portátiles tienen una misma concepción del mundo? ¿Somos marquistas por educación, genética, moda, inducción o convencimiento? La influencia de todos los productos de consumo que llevan una manzana mordida parece que va más allá que su utilidad y que a fuerza de mucha presión mediática y agresivas campañas de publicidad, se han creado dos bandos. Por lo menos. Los usuarios de Apple y los de PC. Los de este último bando se subdividen, porque en cuanto al ordenador personal hay muchos sistemas operativos, y después está todo el mundo de los periféricos, de los sistemas de telefonía y comunicación.

De tal manera que vemos un reportaje en el que se habla de la felicidad, y de paso, nos colocan como objetivo colectivo un tipo de ordenadores portátiles, un mundo de aplicaciones para todos sus aparatos que se complementan, se coordinan y que tiene auténticos fanáticos de su uso y lo defienden más allá de la lógica. Lo defienden con tanto énfasis que uno sospecha si son empleados de la marca, agitadores propagandísticos, agentes de venta o que de tanto colocarse en uno de los dos bandos, se están creando espacios totalitarios en esta tecnología de uso cotidiano, popular.

Cuesta entender que un sistema operativo, unas buenas compatibilidades, un desarrollo de las comunicaciones de una marca pueda ser creador de una manera de vivir, cuando todo se puede reducir a una magnífica campaña de comunicación, avalada por una fiabilidad bastante confirmada, y que entre diseño, portabilidad y eficacia, han conseguido hacerse con un mercado de usuarios que crean opinión, que influyen, que aparecen con esos aparatos en lugares donde la ciudadanía propensa los identifica.

Pero que todo ello se agite para crear enfrentamientos, peleas ficticias, banderizos, va el trecho entre lo razonable y lo prefabricado. Lo que a ambas partes del negocio va bien para seguir convirtiendo a todos en consumidores convulsos de las novedades, de los nuevos inventos o aplicaciones que no necesitamos, sino que se nos imponen. Algunos creen que ser de uno u otro es una manera de distinguirse. Pobrecitos.