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Paco Letamendia «Ortzi» Ex diputado en el Congreso español, profesor de la UPV-EHU

La construcción de la hegemonia

El acceso a la hegemonía de la izquierda abertzale pasada la página de ETA o a punto de pasarla ha dejado de ser una cuestión teórica para plantearse en el terreno práctico. Conviene pues reflexionar sobre la hegemonía. Esta no consiste en la suma de votos, sino en un cierto liderazgo intelectual y moral. No significa imposición, sino capacidad de persuasión sobre ideas y proyectos en la sociedad en su conjunto, incluyendo a quienes defienden intereses y proyectos contrarios: proceso erizado de dificultades que excluye toda autocomplacencia.

Describiré pues los pasos a dar para construir la hegemonía, con la heterodoxia consciente de quien, aunque simpatiza con los proyectos de Bildu y Sortu, no forma parte de ninguna de sus estructuras orgánicas.

Primera cuestión: izquierda abertzale, Aralar, Nafarroa. La fórmula feliz de Bildu amplía en el plano simbólico los dos elementos de la izquierda abertzale: el elemento abertzale a través de Eusko Alkartasuna, el de izquierda con Alternatiba. Pero queda por reconstruir el tronco central de la izquierda abertzale; lo que exige resolver el tema de Aralar, y finalmente, el de la política vasca en Nafarroa.

Tras los pobres resultados de Aralar en la Comunidad Autónoma hay quien juzgará innecesaria tal operación. Pero la hegemonía no es un tema de suma de votos, sino de convergencia de entidades. La fórmula organizativa que se elija para la reconstrucción es lo de menos; lo que importa es el proceso y la imagen de unidad.

Pero en este tema hay factores que van más allá de lo simbólico y que afectan a temas tan centrales como es la dimensión territorial de la política vasca. El problema de Aralar es el problema navarro. Si no se aborda esta cuestión por sectarismos recíprocos, podemos asistir a la bifurcación de dos abertzalismos, uno vascongado bildutarra y otro navarro aralarizado y nabaitarra. ¿Puede ser oportuna la presencia de dos fuerzas abertzales en el territorio navarro, repartiéndose distintas clientelas y alianzas? Tal vez; siempre que sea de común acuerdo, sin luchas fratricidas y con una estrategia previamente acordada.

La cuestión de Sortu: la izquierda abertzale, y ésta es una cuestión de simple democracia, precisa el pleno acceso a los derechos civiles y políticos de quienes son sus dirigentes ilegalizados. Pero también lo precisan los españoles: aquellos están liderando el movimiento hacia la solución democrática, y como todo el mundo sabe, su presencia es imprescindible para pasar definitivamente la página de ETA. Todos los procesos políticos de calado han tenido por otra parte un interlocutor central; la permanencia en la cárcel Arnaldo Otegi es hoy un escándalo surrealista y sangrante.

La cuestión del PNV: Como la acción armada ha dejado de ser como un elemento de la acumulación de fuerzas (fue siempre así en la práctica, y ahora lo es en el discurso), la acumulación sólo puede extenderse en la dirección del nacionalismo vasco en su conjunto, como un pacto o programa común entre las dos familias, PNV e izquierda abertzale. Es esto lo que ocurrido en procesos de liberación nacional como el de Irlanda del Norte, en forma de acuerdo SDLP-Sinn Fein. Lo que supone finalmente dos procesos de construcción de la hegemonía: el del nacionalismo vasco en su conjunto, y el de cada una de las familias, siendo pues compatible con la competencia entre sí de estas para conseguirla.

En lo que respecta al PNV, ello le exige resistir a los cantos de sirenas del PSE, por ejemplo, que le proponen sumarse a la política de apartheid de Bildu a cambio de cargos locales de relevancia. Incluso desde el punto de vista partidista ésta sería la peor opción. Si sucumbiera a estas tentaciones, socialistas vascos y ellos caerían las próximas elecciones en el mismo precipicio cogidos de la mano, y creo que el PNV lo sabe

La cuestión del PSE y PP: Estos dos partidos están pagando con su raquítica suma de votos haber querido oponer su artificial proyecto de cambio basado en la amputación a las aspiraciones de paz y de cambio real del conjunto del pueblo vasco. No vale con imputar estas pérdidas al descalabro del socialismo en España; ello no explica que el tsunami electoral del PP no haya llegado a estas tierras, donde también este partido ha perdido votos. Llaman ahora «estabilidad», y piden la ayuda del PNV para mantenerla, al mantenimiento del absurdo status quo por el que le echaron antes del poder autonómico.

Estas fuerzas quieren cerrarle el paso a Bildu. El PP mantiene por su parte las posturas más duras en el tema de los presos, y habla de volver a ilegalizar a la izquierda abertzale cuando llegue al poder. Lo que les pediría el cuerpo a los ediles abertzales sería, pues, utilizar sus mayorías para pagarles con la misma moneda.

Pues bien: hay que hacer exactamente lo contrario. Hay que ser humildes, sin prepotencia ni fanfarronería, llegando incluso a la exquisitez de trato. Por razones de cautela: no hay más que abrir los ojos para ver la situación al sur de Pancorbo. Pero sobre todo, porque quedan pendientes temas tan claves como la legalización de Sortu y algo tan sensible para todos como la liberación de los presos, cuya llave la tienen los españoles, y no los vascos.

Un factor que juega a favor de esta voluntad es la posibilidad -sobre todo para el PP- de pasar a la historia como el pacificador de España. En contra, por supuesto, juega la sed de venganza de los grupos mediáticos ultraderechistas y las asociaciones de víctimas. Los testimonios de sus ediles en tierras vascas en el sentido de que los abertzales son personas correctas y de trato incluso amable podría ejercer un efecto positivo, tal vez decisivo, en tal sentido. El horizonte final sería el necesario pacto de convivencia entre todas las fuerzas, nacionalistas y estatalistas, del país vasco.

La cuestión de la economía y la sociedad: al argumento de la estabilidad se ha sumado otro económico: Bildu está contra los «grandes proyectos» del país. Ello refleja el temor a que ideologías como el ecologismo y el antineoliberalismo abandonen su estatus angélico y académico para convertirse en políticas prácticas. Pero hay una clase social a la que hay que atraer al proyecto de la izquierda abertzale: el pequeño y medio empresariado vasco. Hay en tal sentido corrientes teóricas, lo sé porque las explico en mis doctorados, que dicen contra los postulados neoliberales que combatir la exclusión y aumentar la capacidad adquisitiva de las clases populares es asegurar que los productos de las empresas se realicen en el mercado. Por no hablar de las teorías de la democracia económica, en las que pymes, sindicatos, poderes locales e instituciones de formación, de capital riesgo, etcétera... intercambian conocimientos y ponen las bases de una construcción nacional económica desde abajo.

De las dos ideas-fuerza sindicales vascas, la Estrategia de Contrapoder y el Espacio Socioeconómico Vasco, la primera, necesaria para luchar contra la degeneración neoliberal, debe ser ahora completada con la del desarrollo de las potencialidades del espacio económico vasco.

Finalmente, la cuestión de «los indignados»: he tenido el privilegio de vivir en el plazo de un mes dos noches irrepetibles. La primera fue la noche mágica del Arenal del 5 de mayo en un ambiente de increíble calor humano, con múltiples reencuentros del que el más conmovedor fue el abrazo 30 años después con Gatza.

La segunda fue la del viernes 20 de mayo en el Arenal. Allá, gente de todas las edades machacada por todo tipo de bandidos millonarios, que sufrían hasta entonces su marginación en silencio, gritaban su indignación recuperando su dignidad ante un público entregado. También había allí, como en el Arenal, solidaridad y calor humano Pensé que era un proceso perfecto de movilización desde la base; y que era importante que se manifestara aquí, pues que yo sepa, es el primer nexo de unión multitudinario entre el sentir de Madrid y el del pueblo vasco.

Bildu está siendo un gran cauce de expresión de la indignación de este pueblo; pero no agota todos los motivos para sentirse indignado. En tal sentido, la existencia de este movimiento debe ser para él un motivo de concienciación y un saludable ejercicio de humildad.

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