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Jone Bengoetxea | Area de Igualdad de ELA

Conflicto de comedores escolares, una lucha propia de mujeres

La dignificación de las condiciones laborales de los colectivos en situación de máxima precariedad, como son los denominados sectores feminizados, es condición «sine qua non» para avanzar hacia una igualdad real

Una vez más, luchar merece la pena, y si no, que se lo digan a las trabajadoras de los comedores escolares que en muchos años de ardua lucha han conseguido transitar del voluntariado a la dignificación, de «ayudar» en las escuelas a ser imprescindibles... A la vista está el revuelo y la luz pública que han conseguido en 35 días de conflicto abierto.

Aún así, cuando los focos se apagan, volvemos a las realidades invisibles de un mercado laboral dividido sexualmente, segregado en sectores feminizados y masculinizados, condicionando de facto los conflictos laborales que enfrentamos en el día a día.

La suma mujeres + subcontratación + sector cuidados, desgraciadamente, siempre da negativo. Esta suma de factores no es casualidad. La división sexual del trabajo al servicio de una organización social y económica patriarcal-capitalista siempre obtiene resultados positivos en su beneficio. Este contrato social que divide el mundo en dos mitades, si bien perjudica a la clase trabajadora en general, lo hace con mayor ahínco en el caso de las mujeres, trabajadoras remuneradas o no.

Seguramente tocar palabras como patriarcado o la división sexual del trabajo no tenga mucho sentido para mucha gente ante la reivindicación urgente de la mejora de los derechos y condiciones laborales de la clase trabajadora.

Desde el sindicato ELA sabemos lo difícil que resulta hablar de estos conceptos abstractos (indescifrables para muchos y muchas) o de cuestiones estructurales que plantean cambios de modelo de sociedad, de modelo económico... pero ante esta realidad, planteamos las siguientes preguntas:

¿Quiénes protagonizan los conflictos laborales más duros en los últimos años? ¿Quiénes han vivido las huelgas más largas? ¿Quiénes se encuentran en los sectores laborales de menor reconocimiento y valoración? ¿Quiénes ni siquiera son consideradas personas trabajadoras ni están integradas en el Régimen Laboral ordinario...?

Quizá no sea suficiente con estas preguntas. Habrá que añadir algunas más:

¿Quiénes asumen mayoritariamente el trabajo reproductivo y de cuidados no remunerado en el ámbito privado de la vida? ¿Sobre quién recae la reducción del gasto público, la reducción de los servicios de bienestar social en gran medida? ¿Quiénes hacen dobles, triples, cuádruples jornadas de trabajo? Y un largo etcétera.

Quizá alguien no tenga el panorama claro aún o piense que «depende». Quizá la invisibilidad y el arrastre de una cultura patriarcal insertada en todos los ámbitos de la vida y, por supuesto, en el mercado laboral, siga considerando que parte de los trabajos remunerados realizados por las mujeres sigue siendo una extensión del trabajo doméstico socialmente asignado a ellas por razón de género. Por lo tanto, no es trabajo ni mucho menos un empleo digno y con plenos derechos ni garantías.

De esta forma, el reconocimiento y la valoración del cuidado y la educación de las criaturas es casi simbólico, y cuando se profesionaliza, choca de frente con las reglas del mercado. Más aún cuando la administración y/o los poderes públicos privatizan y se desentienden de este servicio público, como ha sido el caso.

La tan aclamada igualdad de género por parte de las instituciones es puro papel mojado cuando se recortan los derechos de los colectivos laborales en situación de máxima precariedad, como son los denominados sectores feminizados. La dignificación de sus condiciones laborales es condición sine qua non para avanzar hacia una igualdad real y no abandonar a la suerte de una serie de empresas subcontratadas sus condiciones laborales y de vida.

¿Para qué reivindicar su dignidad y derechos? ¿Para qué... si cuando las mujeres se levantan, se organizan y responden, resulta que tienen «rehenes» a niños y niñas, impiden solucionar conflictos, piden demasiado...?.

No hagamos demagogia. Llamemos a las cosas por su nombre, y aunque resulte complicado hablar de un mercado laboral «dividido sexualmente» bajo un sistema «capitalista y patriarcal», así es.

Son luchas como las de las trabajadoras de los comedores escolares, así como las de tantas y tantas mujeres trabajadoras, remuneradas o no, las que están marcando el pulso en las luchas sindicales en estos tiempos convulsos de crisis, de recortes y de desajustes estructurales.

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