La eurorregión tendrá que recorrer el camino de la credibilidad
El paso formal de constituir la eurorregión deberá tener continuidad en aspectos prácticos, mucho más concretos que hasta ahora, si se quiere que el invento funcione. Los ciudadanos de ambos lados del Bidasoa llevan años escuchando a sus electos la inminente puesta en marcha de la «colaboración transfronteriza» sin avances significativos en lo más perentorio.
Los presidentes de Aquitania y de la Comunidad Autónoma Vasca se prestaron anteayer, en Burdeos, a un ejercicio de presentación y explicación de las potencialidades de la eurorregión que, en breves semanas, contará con «un paraguas jurídico» al constituirse en una Agrupación Europea de Cooperación Territorial.
El público al que se dirigieron, invitados por el Foro económico Aquitaine Press Service, era diverso pero iniciado en sus respectivos ámbitos de actividad. Estaban deseosos de conocer más de cerca el proyecto tan anunciado durante tantos años y que, al parecer, esta vez va a hacerse realidad, cuando menos en lo que a la estructuración jurídico-administrativa se refiere.
Bien es verdad que la llegada a Lakua de Patxi López hizo que se soltaran ciertas amarras a un proyecto que se arrastra desde el anterior ejecutivo autónomo liderado por Juan José Ibarretxe.
El hecho de que el presidente aquitano Alain Rousset (PS) pertenezca a la misma corriente ideológica que el lehendakari ha favorecido, a buen seguro, este paso. Ya lo dijo bien claro López respondiendo a una de las cuestiones planteadas en el foro sobre la incidencia del factor identitario vasco : «Anteriores gobiernos lo utilizaron para impulsar la construcción nacional [vasca]. Yo quiero avanzar en la construcción europea».
Sin embargo, este paso formal deberá, obligatoriamente, tener continuidad en aspectos prácticos mucho más concretos que hasta ahora si se quiere que el invento funcione. Y es que el escepticismo acumulado durante años respecto a la cacareada «colaboración transfronteriza», sobre todo entre la ciudadanía vasca de ambos lados del Bidasoa, es monumental.
Los ciudadanos llevan décadas escuchando a sus electos, ya sean del Consejo General de Pau, del Sindicato Intercomunal para la Cultura Vasca, de Lakua, del Consejo Regional, de la Diputación de Gipuzkoa, del Gobierno de Nafarroa o de cualquier otra institución u organismo interterritorial, insistir en la importancia de tal colaboración, sin que haya avances significativos en aspectos tan urgentes como el transporte público o la atención sanitaria, por no citar más ejemplos.
López y Rousset vendieron con habilidad las bondades de la futura eurorregión Aquitaine-Euskadi; prometieron iniciativas en infinidad de campos, incidiendo en la innovación y el desarrollo sostenible. Se comprometieron a activar polos de competitividad y clusters y a fomentar la cultura y lenguas propias, entre ellas el euskara. No obstante, la «prioridad estratégica» en la que más enfatizaron los dos mandatarios fue, una vez más, el TAV. Un proyecto que, desde luego, vuelve a dejar de lado una realidad mucho más perentoria: la inexistencia de una red de comunicación para los ciudadanos que se desplazan más cotidianamente entre ambos territorios.
Arantxa MANTEROLA