Es posible que no pretendiera hacer reír, pero tampoco consigue hacer pensar. Y no divierte, porque Vince Vaughn está menos gracioso que nunca. Su personaje es tan cargante que cualquier asomo de comicidad queda anulado, y se le ve en todo momento completamente fuera de situación.

No es de extrañar, teniendo en cuenta que el conjunto del reparto está mal diseñado, ya que no hay quien se crea a Kevin James como marido de Winona Ryder, más aún cuando se les presenta como un matrimonio desgastado por el paso de los años.

El dilema moral al que se refiere el título es el de la denuncia de la infidelidad conyugal, de la ajena, claro. El protagonista se ve empujado a informarle a su socio de que su mujer le está engañando con otro más joven, en nombre de la amistad que les une desde que se conocieron en la universidad. Las dudas acumuladas le llevarán, de paso, a terminar confesando a su colega un episodio de la juventud que siempre le había ocultado. De este modo la relación de compadreo no se verá afectada, a pesar de haber costado una ruptura matrimonial a uno de los dos, gracias a la sinceridad bien o mal entendida. Ron Howard parece pasar por alto el detalle de que ambos comparten negocios, y que les interesa seguir en sintonía por el futuro de su empresa automovilística dedicada al desarrollo de prototipos eléctricos. Definidos como «gays» (alegres) en una línea de diálogo polémica, y que erróneamente ha sido interpretada como homofóbica, algo impensable en una comedia tan políticamente correcta.