Parar los vertidos y cerrar la central
Greenpeace difundió ayer un informe sobre la contaminación térmica que la central nuclear de Garoña produce en las aguas del Ebro, y los datos que ofreció son alarmantes. Los más de diez grados centígrados de diferencia registrados en febrero de este año entre tramos anteriores a la central y los inmediatamente posteriores merecen tal calificativo. Además, la variación térmica es aún más intensa, de casi 18 grados, respecto de la muestra obtenida a diez kilómetros de Frías, localidad situada a mayor distancia de Garoña, aguas arriba. Nada que ver con las mediciones obtenidas en mayo, sin actividad de la central. El informe es conclu- yente y muestra los problemas de refrigeración que padecen unas instalaciones obsoletas que vulneran las condiciones de autorización de vertido de aguas que exige el Ministerio de Medio Ambiente.
Asimismo, el organismo ecologista, partiendo de estos datos, considera imposibles las conclusiones de un estudio realizado por Nuclenor, la empresa a la que pertenece la central de Garoña, según los cuales la temperatura entre la zona del Ebro anterior a Garoña y el embalse de Sobrón, encargado de surtir de agua al reactor, apenas varía un grado. Lo cierto es que ese estudio de parte no parece verosímil, y si se tratara de una manipulación constituiría un hecho grave dada la entidad del tema y las consecuencias que cualquier percance en la central podrían tener para los ciudadanos.
Con todo, los hechos descritos en el informe no son sino la última gota en un vaso ya colmado. Los «incidentes» relacionados con la planta son demasiado cotidianos, y los intentos de la empresa explotadora por quitarles relevancia, exasperantes. Greenpeace ha pedido que se revoque la autorización de vertidos de aguas, pero por seguridad, por respeto al medio ambiente y porque la sociedad mayoritariamente así lo demanda, la central nuclear de Garoña debe parar su actividad ya, definitivamente y sin esperar a 2013.