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Consejo europeo en Bruselas

Y Van Rompuy puso la guinda

Josu JUARISTI

Nicolas Sarkozy, hiperactivo en este Consejo Europeo de cierre de la presidencia semestral húngara, manifestó ayer, en relación a los dos nuevos supuestos aceptados para que cualquier miembro del Espacio Schengen pueda reinstaurar los controles fronterizos, que esto no pone en cuestión el principio de libre circulación de personas, pero que «permite controlar esa libertad de circulación». Lo que la UE acaba de hacer es otorgar el label europeo a las políticas más restrictivas en este ámbito. Dice a los estados que pueden hacer lo que, de hecho, ya hacen, controlar las fronteras cuando y como quieran. ¿Se han cargado Schengen Sarkozy y Berlusconi ? No, a menos que creamos que es lo que no es. Salvo en los puntos habituales, Schengen aligera, y mucho, el paso por fronteras «interiores». Pero este convenio es, sobre todo, de coordinación y cooperación policial paneuropeo y un modo de controlar, con mayor eficacia, las fronteras exteriores de la UE para frenar los flujos migratorios. Y ahora, como recuerda Sarkozy, es una libertad más controlada.

El Consejo Europeo ha servido también para confirmar que Viktor Orban podrá cerrar su presidencia semestral comunitaria sin que nadie le haya afeado sus autoritarias leyes. No es ésta una cuestión menor, puesto que refleja otro aspecto de la deriva populista y derechista de la UE y aleja aún más la idea europea de muchos de sus ciudadanos.

La cumbre, además, ha vuelto a aplazar decisiones importantes, como las relativas a la governanza económica, lo que refuerza la sensación de que a la Unión Europea le cuesta, y mucho, carburar a Veintisiete. De hecho, buena parte de la última reforma de los tratados sigue sin entrar en vigor y las negociaciones sobre el próximo marco presupuestario, que marcará el rumbo de la UE, están estancadas.

La guinda a otra triste cumbre la puso Herman Van Rompuy en la cena del jueves, cuando, inoportuno como nunca en medio de la peor crisis económica y financiera que la UE recuerda, puso sobre la mesa el tema de la construcción de su nuevo y carísimo cuartel general, un proyecto contemplado desde hace tiempo (de hecho, antes de que fuera nombrado para el cargo de presidente del Consejo Europeo) pero aparcado por la crisis. Dicen que Cameron y Merkel se miraron el uno al otro como pensando: «¿Qué dice este tío?».

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