Maite SOROA | msoroa@gara.net
De los nervios
No crean que juego a pitonisa, pero intuía que el juicio contra Otegi Y los suyos iba a poner de los nervios a mas de una. Es lo que le pasó, sin ir más lejos, a Belén Altuna ayer en «El País». Empezaba la cosa en plan postmoderna total: «Escribir una y otra vez sobre la Cosa vasca agota, aburre, frustra. Sobre todo si, como me decía un amigo, tienes otros gatos que azotar, según la curiosa expresión francesa, si tienes otras preocupaciones que atender, otras inquietudes que explorar más allá de las procelosas aguas de la política vasca». O sea, que la tía está cansada.
Y a renglón seguido se pone en plan retórico: «¿Que por fin hay una oportunidad de paz para este pueblo? Todos conocemos a muchas personas de buena fe que piensan así. Los deseos son unos potentes anteojos: ¿cómo percibir la realidad sin ellos, cómo distinguir la realidad de los deseos? Ante esa gente, a algunos nos toca hacer a ratos de agoreros, de pelmas y aguafiestas». Pues vaya papelón, ¿verdad?
Entra en materia y empieza a patinar: «Oigo a Arnaldo Otegi en el juicio por el caso Bateragune ufanándose de tener `una virtud: la honestidad revolucionaria' y de impulsar el alejamiento de la izquierda abertzale de la lucha armada (...) Se olvida, claro, del pequeño detalle de que ha sido la Ley de Partidos la que les ha obligado a elegir entre una opción u otra. Ningún reparo moral a la lucha armada, por supuesto, sólo un distanciamiento estratégico condicionado por las circunstancias. Y, sin embargo, en los próximos meses y tras su probable liberación, asistiremos a la nelsonmandelización propagandística de Otegi». Ya empieza a hablar claro. Ahí le aprieta el zapato.
Y para explicar por qué se empeña en aguar la fiesta a la gente, Altuna se planta pletórica de ética: «Si abogamos por el ideal de la convivencia democrática y pacífica entre ciudadanos libres e iguales en derechos, no podemos permitirnos callar por agotamiento ni consentir por amor a la paz. Cimientos tan podridos nunca podrán ser una buena base para la convivencia, ni una buena base para la creación de ciudadanos conscientes y responsables. Las florituras tácticas o estratégicas son insuficientes, rastreras, sin alma: el ideal democrático es ético, o no es» ¡Qué sabrán de ética!