La idea de «Una mujer en África» la tuvo Isabelle Huppert, que llevaba tiempo queriendo trabajar con la realizadora Claire Denis, a la que conoce de siempre pero con la que no ha tenido oportunidad de coincidir profesionalmente en un rodaje. Pensó que sería buena idea unirse en un proyecto africano, porque la cineasta había debutado en 1988 con «Chocolat», película de inspiración autobiográfica en la que relataba su infancia en Camerún. Por eso le propuso la adaptación de la novela «Canta la hierba», escrita por la premio Nobel Doris Lessing. Pero Claire Denis no quería volver al pasado colonial, ni retratar a una mujer de las de antes, así que optó por escribir un guión original sobre una mujer blanca en el África actual.

Para crear el nuevo argumento pidió la colaboración como coguionista de la escritora afroeuropea Marie N'Diaye, la primera novelista de su origen étnico en ganar el premio Goncourt en el Estado francés. Por lo tanto se puede decir que «White Material», que es como decidieron titular la película, nace de la visión conjunta de tres mujeres, dos de ellas blancas y una tercera negra.

La filmación tuvo lugar en Camerún, porque es el país africano que Claire Denis mejor conoce, pero la situación política que refleja se asemeja más a la de Costa de Marfil. Las guerras tribales internas no son, en cualquier caso, el tema central de «Una mujer en África». Son el telón de fondo para intentar comprender las razones que pueden llevar a una extranjera a querer vivir en un país convulso, sin llegar a ser del todo consciente de que su total integración allí es imposible y que su presencia siempre va a ser identificada de forma hostil como una prolongación del colonialismo.

El estreno con dos años de retraso de la película de Claire Denis altera la percepción de las cosas, dado que «De dioses y hombres» se estrenó antes, a pesar de que fue rodada después. Aunque las dos realizaciones tratan el mismo asunto, la de Xavier Beauvois ha conocido un mayor éxito, al triunfar en Cannes y en los premios César, además de ser seleccionada para el Óscar de Mejor Película de Habla No Inglesa. El cine de Claire Denis es más minoritario, con elementos contemplativos y una narrativa no lineal, lo que lo hace más incómodo para el público. De ahí que sea menos conocido, aunque «Una mujer en África» sienta un precedente, siendo el primero de sus largometrajes que se estrena comercialmente a este lado de la muga.

La dificultad para identificarse con la actitud de la protagonista es mayor que la que mostró el público que se entregó a la postura testimonial de los monjes de «De dioses y hombres». La resistente interpretada por Isabelle Huppert con la entrega física y mental que en ella es habitual, está poseída por un tipo de locura similar al de los aventureros de Herzog, que convierten territorios lejanos en una especie de paraíso privado que desafía cualquier lógica cultural o racial.

Huppert reconoció que se sintió poseída por el personaje, aclarando acto seguido que eso es algo que le ocurre cada vez que protagoniza una película, por lo que ha llegado a temer seriamente que sufre de personalidad múltiple. En la pantalla se muestra como una Tara dispuesta a luchar por un pedazo de tierra que considera suyo, negándose a abandonarlo incluso cuando el ejército rebelde nativo consuma la destrucción de las granjas de los blancos. Antes de que eso ocurra, sus jornaleros huyen, hecho que, lejos de disuadirla, hace que busque nuevos trabajadores. Todo con tal de no perder la recolección del café, ajena a consideraciones ideológicas. Ella no toma partido en la contienda, ni juzga a los que están dispuestos a matar a sus hermanos de raza, muchos de ellos niños.