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JUICIO POR EL «CASO BATERAGUNE»

Dos arrestos sin orden prueban que Garzón y la Policía iban improvisando

Rufi Etxeberria y Rafa Díez fueron detenidos el 13 de octubre de 2009 en la sede de LAB sobre la marcha, sin orden. El dato, confirmado ayer, evidencia la improvisación y precipitación de la redada. ¿Se buscaba evitar el debate interno?

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Ramón SOLA | MADRID

El juicio del «caso Bateragune» no está sirviendo precisamente para reforzar la acusación, empezando por la etiqueta que da nombre al proceso. En la cuarta jornada quedó claro que los policías que hicieron las detenciones y el juez instructor que las ordenó, Baltasar Garzón, actuaron sin ninguna certeza respecto a si había un órgano de dirección de la izquierda abertzale y quiénes lo componían.

Uno de los datos más reveladores al respecto es la confirmación plena, ayer en la sala de juicios, de que en la sede de LAB se realizaron dos detenciones sin orden de arresto previa. A la de Rufi Etxeberria, que quedó libre después ante la evidencia de que acababa de salir de prisión un mes antes, se le suma la de Rafa Díez Usabiaga. No lo confesó un policía cualquiera, sino el inspector responsable de aquella operación. Cuando Iñigo Iruin le preguntó por qué, entonces, detuvieron al ex secretario general de LAB, el testigo dio hasta tres versiones distintas: que no sabía, que lo debió ordenar el juez y, finalmente, que lo decidió «el operativo».

Igualmente curioso es lo que ocurre con otra acusada: Amaia Esnal. Su abogada, Arantza Zulueta, puso sobre la mesa que en un informe policial fechado cuatro días antes no aparece el nombre de Esnal como miembro de ese supuesto Bateragune y preguntó cómo es posible que se añadiera luego si en esos cuatro días no se practicó diligencia alguna en este sumario. «Pues no lo sé y decirle otra cosa sería mentir», admitió el mando.

Por lo que se va viendo en el juicio, no sólo está totalmente en el aire la existencia de un órgano de dirección, sino también la identidad de sus supuestos integrantes. No coinciden los nombres de las personas que participan en las citas detectadas durante el verano y que son presentadas como reuniones de Bateragune, más allá de que acusados como Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Arkaitz Rodríguez, Sonia Jacinto y Miren Zabaleta sí admitan con toda normalidad que colaboraron entre sí e hicieron múltiples contactos para impulsar un debate estratégico en la izquierda abertzale.

¿Presentación pública?

Los informes policiales sitúan como primera estación del supuesto Bateragune la rueda de prensa ofrecida en marzo de 2009, siete meses antes de la operación de Igara. En ella estuvieron catorce miembros de la izquierda abertzale, casi todos los cuales están sentados ahora en el banquillo de la Audiencia Nacional. El inspector de la Policía española la cita en un atestado como «la presentación pública de Bateragune».

Dejando al margen el hecho de que nada de eso se dijo en la comparecencia del Hotel Costa Vasca de Donostia, hay otra contradicción flagrante. El inspector dijo que durante el verano posterior y hasta octubre estuvieron «buscando la continuidad de la Mesa Nacional de Batasuna». Iñigo Iruin le preguntó qué sentido tenía esa investigación si desde marzo ya tenían claro que había una dirección y que había dado la cara. El policía argumentó entonces que no sabían si aquel «Bateragune» era la continuidad de la Mesa Nacional.

El problema central es que la tesis fiscal sí lo da por cierto, y que sólo por ese motivo pide hasta diez años de cárcel para cada uno de los ocho acusados.

¿Las reuniones detectadas en verano suponen que había una dirección? Sobre la sala volvió a aparecer una gran nebulosa. El policía indicó que advirtieron visitas «reiterativas» a la sede de LAB y que por eso «elucubramos» sobre la opción de que allí hubiera asentado un «Bateragune». Ninguno de los acusados ni del resto de testigos reconoce esa denominación; sólo algunos, debido a su militancia política, creen que era el nombre de un órgano interno de Ekin.

La organización del debate

Así las cosas, en la recta final de la sesión de ayer el trabajo del fiscal se centró en intentar justificar su tesis no por activa, sino por pasiva: insinuó que en la izquierda abertzale tenía que existir forzosamente una dirección porque sin ella no hubiera sido posible dinamizar el debate interno del invierno 2009-2010. Por cierto, esta tesis tampoco sirve demasiado para sus intereses, ya que para entonces los acusados estaban ya en prisión.

En cualquier caso, el representante del Ministerio Público se fajó a fondo con Adolfo Araiz, ex parlamentario navarro y ex miembro de la Mesa Nacional, en busca de una respuesta que le sirviera. Como Araiz admitió que participó en el debate interno y que conoció la ponencia alternativa ``Mugarri'', el fiscal le preguntó quién era el que decidió que las discusiones y votaciones fueran sólo en torno al texto impulsado por Otegi y sus compañeros, denominado en la sala como ``Argitzen''.

Araiz le explicó que el debate se inició de modo espontáneo y se fue estructurando a sí mismo, de modo que, por ejemplo, fue él quien recogió las conclusiones de Tafalla y localidades vecinas y las transmitió a otra persona. «Ya, pero ¿quien cortocircuitó ``Mugarri''? ¿Quién decidía?», insistió el fiscal. Siguiendo su razonamiento, se podía llegar al aparente absurdo de que los acusados sean considerados culpables por promover un debate sustentado sobre una ponencia por las vías exclusivamente políticas y descartando otra que se basaba en criterios político-militares.

El fiscal ve el riesgo

En paralelo, la sesión de ayer dejó flotando la duda de si Garzón y la Policía actuaron de modo precipitado para tratar de impedir ese debate interno. Las prisas e indecisiones del operativo dan pie a pensarlo. El lunes, Arnaldo Otegi aportó un dato nuevo: ``Argitzen'' había sido difundido por Internet apenas cuatro horas antes de que todos fueran detenidos. El inspector, por contra, sostiene que todo estaba listo «cuatro o cinco días antes».

Quizás próximas sesiones arrojen más luz sobre este punto, clave para definir la intencionalidad del Estado. Pero ayer el fiscal percibió ese riesgo e intentó remarcar que la redada no tenía que ver con la ponencia.

NADA COINCIDE

Lo que se presentan como reuniones de Bateragune de verano de 2009 agrupan a personas diferentes. En la rueda de prensa de marzo que se cita como «presentación pública» hubo catorce personas. Se detuvo luego a diez. Y en el banquillo se sientan ahora ocho.

La mayoría sindical convoca actos en las cuatro capitales de Hego Euskal Herria

ELA, LAB, STEE-EILAS, EHNE e Hiru han convocado concentraciones hoy en las cuatro capitales de Hego Euskal Herria para exigir «el fin de los procesos de persecución de ideas políticas» y reclamar la libertad de los encausados en el «caso Bateragune». Las concentraciones tendrán lugar de 12.00 a 12.30 en la plaza Moyua de Bilbo, el Boulevard de Donostia, la plaza de la Virgen Blanca de Gasteiz y la plaza del Ayuntamiento de Iruñea.

Los sindicatos consideran que el juicio que se está celebrando en Madrid es «un hecho de especial gravedad y está fuera de lugar, máxime en un contexto en que las personas detenidas han venido trabajando desde la práctica política en la superación del conflicto».

Además, continúan las actividades en la plaza Zuloaga de Donostia. Para hoy está prevista la presencia, entre otros, de los bertsolaris Andoni Egaña, Igor Elortza y Unai Iturriaga, y Aitor Sarriegi, una exhibición de wu-shu (16.00) y la proyección del documental «Lluvia seca», de Gorka Espiau, sobre la mediación en conflictos (17.00). GARA

Agirre habla de «cambio radical»; Araiz, de debate «a calzón quitado»

Hoy será un día importante para poner el acento en el contenido de la apuesta política de los acusados, ya que comparecerán en la Audiencia Nacional muchos de los que fueron sus interlocutores en esos meses y que pertenecen a siglas diferentes como EA, ELA, CCOO... Pero ayer ya hubo un par de declaraciones relevantes al respecto por parte de dos militantes de la izquierda abertzale con largas trayectorias: Joxean Agirre y Adolfo Araiz. Ambos mostraron, como han hecho los propios acusados, que no hay nada que esconder al respecto, sino más bien al contrario.

El donostiarra Joxean Agirre relató que Arnaldo Otegi le llamó allá por otoño de 2008 y que quedaron en una cafetería de Donostia, donde éste le explicó que había seguido sus opiniones en GARA y que veía «afinidades entre mis criterios y los suyos». Otegi le transmitió su afán de «redefinir la izquierda abertzale» y recuperar un proceso de búsqueda de soluciones. «Me puse a disposición de ese esfuerzo colectivo», dijo Agirre, que añadió que más tarde también conversó sobre eso con Arkaitz Rodríguez en un encuentro casual en la Parte Vieja donostiarra. Participó luego en los actos de Altsasu e Iruñea. Y, en general, explicó al tribunal que el proceso que desembocó en ``Zutik Euskal Herria'' contó con «un respaldo abrumador» y supuso «un cambio radical».

Ante la insistencia del fiscal en presentar ese proceso como una mera «adaptación de la estrategia político-militar», Agirre remarcó que no, que se trataba de «cambiarla radicalmente» por otra netamente política y basada en «buscar la adhesión de la gente». «La novedad es que no hay compatibilidad con la lucha armada», añadió. El fiscal le recordó entonces que ETA sigue existiendo, y el testigo apuntó que sí, pero añadió: «Creo que ha acatado esa voluntad y ese mandato».

Similar es el caso de Adolfo Araiz, que explicó que fue Miren Zabaleta quien le pidió una reunión para cruzar impresiones sobre «la deriva de la izquierda abertzale». La celebraron en Tafalla, en el despacho de Araiz, durante hora y media. Las acusaciones rápidamente quisieron saber si Zabaleta actuaba en nombre de una dirección, y el abogado detalló que se presentó como militante de un «núcleo de reflexión». Por lo demás, Araiz también destacó su rápida conexión con los planteamientos estratégicos que se le presentaron, de modo que se implicó en el debate interno. «Fue a calzón quitado -expuso ante los tres jueces-. El que quiso habló con toda libertad, y se le dio la vuelta a la estrategia».

Antes que ellos se escuchó en la sala a dos amigos de Otegi: Ibon Arbulu, conocido miembro de la izquierda abertzale, y Santi Orue. Al primero se le preguntó por una serie de llamadas telefónicas desde prisión, y al segundo por dos viajes a Lapurdi en los que hizo de chófer. El trámite sólo sirvió para llevar las carcajadas a la sala de vistas, en la que ayer había un grupo de vecinos de Elgoibar. Por ejemplo, cuando se constató que en la conversación entre Orue y Arbulu sólo se hablaba de una «chufla» en Baiona -trikitixa y pandero incluido- o cuando quedó de manifiesto que la Policía ha tratado de identificar a Arbulu como «txakoli» sólo porque es de Bakio. Y, cómo no, cuando otro agente policial que siguió a Orue, Otegi y Díez por la zona de Urruña no supo explicar por qué les perdieron la pista si iban tan despacio. R.S.

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