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Crónica | Gran ambiente

La grada lo coreó: «¡Pim, pam, pum, xala txapeldun!»

Xala se impuso en la cancha y también en la grada. El frontón bizkaia volvió a vibrar en su reencuentro con una final del Manomanista, en una final agónica, disputada, jugada de tú a tú y con los pelotaris aupados por sus seguidores a cada tanto.

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Joseba VIVANCO

«Es el sonido más hermoso del mundo», decía en cierta ocasión el gran Julián Retegi. El de la pelota rompiendo contra la pared. El privilegio ayer, en la primera final del Manomanista en la capital vizcaina desde 1957, fue para Yves Xala, el pelotari al que se le debía este partido. Algo más de 2.900 espectadores como testigos de la final más esperada, en el escenario más grande. Nada menos que representantes de 40 medios de comunicación, entre ellos cinco venidos desde Ipar Euskal Herria. Expectación máxima para el partido máximo de la pelota a mano.

Una hora antes del encuentro el entorno del frontón bilbaino rebosaba excitación pelotazale. Fuera, la candidatura de Fernando García Macua aprovechaba para hacer propaganda, y dentro, el propio candidato y Joaquín Caparrós seguían con su particular luna de miel. Casi de la mano también arribaron Dani Ruiz Bazán y Javi Clemente -buena ocasión en el templo de las apuestas para retar sobre quién de los dos es más alto-. También el alcalde bilbaino Iñaki Azkuna -silbado en la entrega de txapelas-, que antes pasó por el servicio, donde hasta se le vio saludar. Pelotaris, ex-pelotaris, caras conocidas...

Tragos largos del bar a la butaca y tiros largos también en las gradas. Y entre desfile de modelitos y pieles ya doradas por el sol, también se veían algunas, aunque pocas, camisetas rojas o azules de apoyo a los pelotaris. Sergio, que venía con unos amigos desde Egoitz, apostaba por un 22-15 a favor del de Goizueta. «A ver, porque Xala está bien», reconocía que no las tenía todas consigo. Fermi, un musculoso seguidor del lekuindarra, llegado por la mañana a Bilbo con otros amigos, se decantaba por un ajustado 22-20.

La pócima de Panoramix

Son las 18.13 y los dos pelotaris saltan a la cancha: Aimar delante, Xala detrás. Enorme ovación para ambos. Aimar, directo al txoko; Xala, al ancho. Los tragos entre el público se apuran. En la cancha, suben los grados. «¡Aupa Xala, mecagüensosss!», se escucha desde la zona de rebote. «¡Está que se sale, eh! Se ha tomado la pócima mágica del Panoramix», comenta otro seguidor a su lado después de un pelotazo del lekuindarra.

Entre peloteo y peloteo, ambos se despojan del chándal. Xala bebe agua. Empiezan los primeros y tímidos gritos de ánimo. Sorbo de agua de Aimar. Es la hora. Los duelistas saltan al centro del frontón. Resuena el moderno Bizkaia. Moneda al aire. Saca azul, Xala. Ya no hay tiempo para volver a remojar la garganta. Resta al aire Aimar. Cruzan pelotas. El primer tanto es para el navarro.

Los gritos de apoyo se entrecruzan en el tiempo, guardando un escrupuloso respeto no pactado. «¡Aimar, Xala! ¡Aimar, Xala!». Pero los decibelios se empiezan a decantar a favor del pelotari lapurtarra, quién sabe si por aquello de la `justicia poética' a favor del más débil. Ocurre, sobre todo, con el 3-0 a favor del de Goizueta. Y en eso llega el primer tanto del azulón. Arrecian los aplausos y el clamor es atronador, con un enrabietado Xala que aprieta los puños y los lanza retador a la grada. El partido no ha hecho sino comenzar y el público empieza a calentar manos y gargantas.

Es entonces cuando el de Iparralde comienza a tomar ventaja y los gestos de inconformismo cambian de pelotari. Es el momento en que empieza a arreciar el grito de guerra de los fieles del zurdo de Lekuine, «¡Pim, pam, pum, Xala txapeldun!».

Los cánticos de ánimo siguen, los pelotazos se entrecruzan. Las gargantas sufren, la pared también. Los más acérrimos fieles de cada cual no dudan en alzarse de su butaca a cada tanto. «Este no llega al diez», dice por el lapurtarra un seguidor de Aimar. Osado. Es el décimo tanto de Xala, tras haberse puesto 14-9 por debajo, el que levanta al Bizkaia de sus sientos. Y vuelve a hacerlo con su 17-13, todavía por debajo. Gran tanto. El frontón tiembla. Xala resurge. Su nombre se corea por primera vez al unísono. Hay partido. Aimar manda, pero Xala hace vibrar. «Debo sacar todo lo que llevo dentro, la rabia», había dicho en la previa. Y a fe que consiguió transmitírselo al público. Simbiosis total. «¡Oé, oé, oé, oé, Xala txapeldun, Xala txapeldun!», se deja oir por encima del molesto murmullo de la grada.

Los espectadores encantados, los seguidores enfervorecidos, los vasos vacíos, las vejigas apretando, los corredores de apuestas haciendo su agosto en julio, el 18-17 del marcador reflejaba lo que es una gran final manomanista. Una hora exacta de juego y Xala coloca el 18-18 en el cartón. Puños apretados. Saca... y se pone por delante en el marcador desde hacía mucho.

Es entonces cuando los incondicionales de Aimar recuerdan que también ellos están ahí. Su nombre es coreado. Lo necesita. Va dos tantos por abajo, los mismos que restan a Xala para sellar su primera txapela en solitario. El descanso de ambos guerreros se hace eterno.

Aplausos, silbidos... Saca Xala. Silencio, se pelotea. Falla Xala. Un grito de dolor se oye en la grada. ¡Qué final! El frontón se cae. Saca Aimar... Xala se saca de la manga una dejada al ancho. Aprieta puños. Gritos de apoyo. Descanso. A la cancha. Xala, a la pared. Saca. Xala, Xala... ¡Xaaala! Salta, brinca, bota... Es el nuevo campeón de campeones. Las miradas y flashes se centran en él; la mía se fija en Asier, camino de la ducha, solo, cabizbajo, pensativo... ¡qué largos se le hacen esos metros hasta el protector vientre de su vestuario! Se impuso Xala, pero no perdió Aimar. Ayer, ganó la pelota.

«Al igual que he tenido que arriesgar para llegar aquí, he arriesgado para ganar»

Cuando Yves Salaberri se quedó a solas bajo el chorro de la ducha en los vestuarios del frontón Bizkaia, lejos del bullicio de la grada, quizá imaginó estar refrescándose un día de verano, pongamos un caluroso 3 de julio, en las aguas del río Joyeuse que pasa por su Lekuine natal.

Joyeuse, que significa `Felicidad'. Ayer tarde, Xala era un hombre feliz, quizá el más feliz del mundo, aunque tras proclamarse campeón del Manomanista se mostró firme y sereno. Ya había descargado toda su tensión emocional y muscular con cada pelotazo, con cada gancho, con cada dejada al ancho, con cada gesto a la grada. «Ganar la txapela ha sido la guinda», dijo después en sala de prensa, en la que estuvo acompañado de su gente, gente llegada del norte del país, como el cantante Anje Duhalde. «El cielo me ha dado la txapela», volvía a repetir. Y la clave del triunfo la reiteró una y otra vez, sin descanso, quizá como en las últimas semanas: arriesgar.

Reconoció el lapurtarra que le costó meterse en el partido o, mejor, que Aimar salió a él mucho más agresivo. El navarro se iba en el marcador y, explicó, «para ganarle tenía que cambiar de saque». Lo hizo, dijo, cambió de pelota y sacó desde la izquierda, desde la pared, a la derecha. «Habíamos preparado ese saque por si había que usarlo y eso ha complicado el juego de Aimar», detalló el pelotari.

Asumió que vio el partido perdido con 17-10, pero fue cuando decidió que no había llegado hasta allí para perderlo sin arriesgar. Y eso es lo que hizo, jugársela. Como los apostantes. Y salió el azul «He dejado la cabeza libre y a veces le he dado a la pelota hasta con los ojos cerrados», confesaba Xala.

Su empuje, su juego, sus ganas, hicieron que buena parte del público se decantara por él. «La gente quería ver un partido y con el 17-11 quizá me haya apoyado más y por eso han ido más conmigo», agradecía Xala, que también tuvo palabras de agradecimiento para quienes le han apoyado especialmente en este último calvario hasta llegar a la final, a los pelotaris de su empresa, y a «todos los que han ayudado para que cogiera el coche el día 3 y viniera hasta aquí». Palabras de agradecimiento, pero también algunas de reproche, aunque lo hizo a preguntas de periodistas y sin hacer sangre de ello. Al preguntarle a quién le dedicaba el triunfo, y antes de que contestara, uno de los presentes en la sala respondió en voz alta: «¡A Aspe!». Lo que sí quiso recordar el flamante campeón a los facultativos que no creían en su recuperación es que «cada día también ellos pueden aprender cosas nuevas». Dicho queda.

Las estadísticas estaban en su contra, las apuestas también, quién sabe si hasta la propia medicina. Pero Salaberry hizo ayer historia y no sólo por romper con normas no escritas. Es, además, el primer pelotari de Ipar Euskal Herria que se ciñe la txapela de campeón individual. «A ver si llegan más pelotaris de allí para da guerra», confió el nuevo campeón en abrir el podium pelotazale a más jóvenes valores del otro lado del Bidasoa. El hasta ayer subcampeón es ya el campeón. Casi hizo llorar a alguno con su juego. J.V.

«Yo he jugado bien, pero es que a él le ha salido todo perfecto, le entraba todo»

«Ha sido un partido bueno», decía nada más sentarse en sala de prensa Aimar Olaziola, mientra gesticulaba con sus manos. «Se ha jugado con ritmo, he cogido pronto una ventaja bonita, pero él ha cambiado la pelota, ha arriesgado y le ha salido todo perfecto. Yo he seguido igual, pero no ha podido ser», resumía lo que para él había sido la final disputada minutos antes.

Nada menos que 20 de los 22 puntos sumados fueron obra del ganador. Sólo dos errores cometió en todo el partido un Aimar que lo intentó hasta el último tanto, pero a quien no le quedó más remedio que rendirse a la evidencia y felicitar al nuevo campeón. Olaizola II no cometía fallos, simplemente era incapaz de llegar a unas pelotas imposibles que, con el paso de los tantos, fueron engrandeciendo la figura de Xala. «Hasta el tanto 22 hay que seguir siempre y yo lo he hecho», manifestaba el goizuetarra.

«Yo he seguido jugando igual», repetía, insistiendo en que a su juicio había jugado un buen partido, del que estaba contento. No en vano, ha sido la final más apretada desde la de 1996, en la que Patxi Eugi ganó a Fernando Arretxe por el mismo marcador. Pero no fue suficiente.

Aimar restaba tanta importancia al cambio de saque de Xala, de izquierda a derecha, y achacaba más bien su triunfo a que «todo le salió bien». Fue algo que repitió una y otra vez, quizá recordando todavía cada pelota milimétrica al ancho que lanzaba el lapurtarra.

«Yo quería cambiar el juego, porque veía que no le hacía daño, esperando también a ver si él fallaba alguna, pero es que le salía todo. Cuando el contrario juega así, es muy difícil jugar, es difícil ganar» se refería a ese momento dulce logrado por su rival durante el encuentro. «Es que entraba al gancho, a volea, desde el tres, del cuatro y le salía todo», volvía a insistir. «Es difícil que salga todo tan perfecto en un partido», señalaba Aimar.

Aun así, Olaizola II reconocía que «no he sabido jugarle cuando ha jugado así» y que «cada tanto que hacía él, veía que se me complicaba el partido». Y pronunciaba la misma palabra que el campeón: «Él ha arriesgado todo». ¿Le quedará la duda de si él también?

Al final no pudo ser. Ni siquiera pudo evitar que la mayoría del público sintiera más debilidad por Xala, al ir en desventaja a mitad de partido y quizá por todo lo ocurrido en las semanas previas. Pero el navarro no tuvo queja. «Creo que el público ha estado con las dos partes. Yo, al menos, no tengo quejas», respondía, haciendo hincapié en que también él había contado con respaldo de quienes le apoyan y siguen en los frontones.

El goizuetarra aspiraba a igualar las nueve txapelas que mantienen al delantero Martínez de Irujo como pelotari en activo más laureado. Hace unas semanas era el favorito, ayer también. Xala era la incógnita. Pero no pudo ser. Tampoco quiso justificar su derrota en los polémicos prolegómenos de la final, o si ésta debería haberse jugado en sus fechas. No caben excusas, resaltó. Y lo sentenció reconociendo que él, Xala, «ha sido el mejor». Campeón en la victoria, campeón en la derrota. J.V.

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