Adoro el género de comedia deportiva infantil, y en especial el clásico de Michael Ritchie protagonizado por Walter Matthau «Los picarones», del que el independiente Richard Linklater hizo un no menos memorable remake con un irreverente Billy Bob Thornton. En ambas películas la figura del entrenador está vista como la de un antiguo deportista venido a menos, que encuentra su redención preparando a un equipo de escolares, aunque hablar de una segunda oportunidad tal vez sería demasiado. El entrenador que encarna Paul Giamatti en «Win Win» tiene todavía menos lustre, pues se trata de un perfecto don nadie, alguien que jamás ha destacado en nada. Su batalla personal no es otra que la de sobrevivir a la crisis, y para él conseguir sacar adelante a su familia significa ya el mayor de los triunfos. Nadie como Giamatti puede hacer creíble un tipo tan corriente, enfrentado a dilemas morales que pasan por tener que cometer pequeñas trampas o estafas para salir a flote, y que cuando son descubiertas pondrán a prueba la capacidad de resistencia ante la adversidad instaurada en su vida. Con una premisa tan sencilla es necesario el concurso de un cineasta muy observador de cara a completar una película digna de verdadero interés. Thomas McCarty se supera a si mismo, sacando petróleo de la nada, para contar la más entrañable de sus historias. Confirma todo lo bueno que había en su ópera prima «The Station Agent» y disipa las dudas surgidas con su segundo largometraje «The Visitor».