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EH Jaietan | Iruñeko Sanferminak, Momenticos sanfermineros: 1992

Llega Indurain y se marcha Donan Pher

Es dífícil imaginar dos personas más diferentes: uno calladico y el otro charlatán a más no poder. Las de 1992 fueron las fiestas de Miguel Indurain, arrollador en un Tour que comenzó en Donostia, y también de Donan Pher, que lo dejaba tras 50 sanfermines.

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Ramón SOLA

Un mocetón de Atarrabia y un viejete que había nacido en Melilla se repartieron el protagonismo de los Sanfermines de 1992, el año de los grandes fastos. Uno llegaba y otro se iba. En realidad, la leyenda Indurain había comenzado en 1991, pero la primera victoria en los Campos Elíseos se consumó después de las fiestas. Un año después, además, el Tour era muy especial en Euskal Herria, puesto que la etapa prólogo se corrió en Donostia, el día 4. Entre un pasillo de ikurriñas, Indurain no esperó para vestirse de líder. Así que en el chupinazo no se oyó otra cosa que el ``Indurain, Indurain'' que iba a ser tonadilla sanferminera principal para varias ediciones.

Desde el 91 hasta el 95, fiestas y Tour fueron binomio indisoluble. Entre la comida y la corrida, café, copa, puro... y etapa. Cinco victorias seguidas para el chavalote, ahí es nada. En 1996, justo con el Tour llegando a Nafarroa, Indurain ya no pudo más, pero que nos quitaran lo bailao en esas tardes.

Con Indurain llegaba una época, y con Donan Pher se marchaba otra. En Iruñea todavía se le recuerda: Mikel Urmeneta, sin ir más lejos, lo ha evocado estos días. Había nacido en Melilla, pero vivía en Asturias, y por Sanfermines era un navarrico más. Eso sí, vestido con estrambótico uniforme de explorador en vez de blanco impoluto. Donan Pher llegaba un poco antes de las fiestas, ponía su puestico junto a la tómbola del Paseo de Sarasate... y no callaba hasta el 15.

En unos tiempos en que el euro no se había inventado y el ordenador tampoco, Donan Pher encontró un filón. En un minuto improvisaba lotes de venta con los productos de papelería más insospechados. Cuando parecía que la oferta se acababa, a él siempre le cabía algo más. Los chavales y chavalas de Iruñea se abastecían para el futuro curso escolar en el peculiar mercadillo.

``Egin'' fue a entrevistarle el día anterior al cohete. En un santiamén, Donan ya le había encajado al periodista ocho bolígrafos, un rotulador gordo, uno fino, un sacaminas y un portafolios por 200 pelas. O sea, 1,2 euros.

El reportaje contaba que era un currela nato. Abría su abigarrada oficina a las 9.00 de la mañana, y hasta las 23.00 ni paraba ni callaba. Pero en 1992 decidió que ya valía. Tenía para entonces 68 años, y llevaba desde 1942 siendo un atractivo más de las fiestas, uno de esos sitios en los que siempre merecía la pena parar, aunque sólo fuera para presenciar el espectáculo.

Sanz de resaca, y Alli de subidón

Parecía un signo de los tiempos que Donan Pher se marchara justo a la vez que en el mismo sitio, el Paseo de Sarasate, se anunciara la gran innovación sanferminera: una fuente cibernética que ofrecería un espectáculo de agua, luz y sonido por las noches. El invento gastó mucho y funcionó poco. O sea, lo contrario que el feriante.

Estos eran los primeros sanfermines preparados por los gestores de UPN, que habían tomado el poder tanto en el Gobierno navarro como en el Ayuntamiento de la capital un poco antes de las fiestas del año anterior. Uno de los más jaraneros era el joven vicepresidente. Miguel Sanz había dejado ya de lado la chupa de cuero con que solía posar a finales de los 80, pero no se perdía una juerga. Y eso que, en la entonces inevitable cita periodística del apartado taurino matinal, explicaba que «me estoy haciendo mayor, el cuerpo ya no me aguanta». Y mira que dio guerra luego.

Mientras, su presi, Juan Cruz Alli, seguía dando sustos a los jerarcas de UPN. En plenos Sanfermines, no se le ocurría mejor idea que decir en Madrid que «es conveniente una negociación Gobierno-ETA. Así es como se solucionan los problemas».

Era la excepción en UPN, donde los carcas predominaban. En el chupinazo montaba una escandalera la concejala María Teresa Gracia para tratar de impedir que los de HB sacaran la ikurriña a la ventana. Al final salió, y destacaban los medios que la Plaza la recibió con ovación. Lo mismo que en el día 7 en la procesión, cuando los dantzaris de Duguna volvieron a mostrarla para jolgorio popular y depresión municipal. La cuestión de la bandera había derivado sólo cuatro años antes en la disolución del grupo de dantzaris del Ayuntamiento y la creación de Duguna.

 

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