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Gloria REKARTE | Ex presa política

Presos y víctimas

No es más duro perder a un familiar? ¿No es más duro estar en un cementerio que en la cárcel?». La fiscal Blanca Rodríguez contestaba así a la denuncia de Arnaldo Otegi sobre las condiciones de vida en las cárceles. Una pregunta que admite una sola respuesta: Sí. Sí es más duro perder un familiar. Sí es más duro visitar cementerios. Es posible que pueda siquiera establecerse la comparación sin herir? Sí, es posible. Es posible porque cuando contraponen muertes a presos, no lo hacen pensando en el dolor de quien perdió a un familiar tras una sesión de torturas, o en una carga policial, ni en el familiar que no llegó a la visita porque perdió la vida en la carretera. Porque no lo hacen pensando en los cementerios que ocupan los centenares de muertos de la represión, ni los de la guerra sucia, ni en cuánto más doloroso será estar enterrado en cal. O «perdido» en la morgue de un hospital. No lo hacen para que se ofrezcan respuestas, sino para seguir detentando la exclusividad del sufrimiento, para eludir responsabilidades, para ocultar la violencia del estado y despreciar a sus víctimas. Podemos hablar de víctimas, tarde o temprano tendremos que hacerlo: de todas. Cuando hablemos de los presos políticos, de la dispersión y las condenas a perpetuidad, de presos enfer- mos, de los que siguen encarcelados debiendo estar en libertad, de venganza, de aislamiento, pueden hablar si quieren de «los otros presos». De los condenados por tortura, por el GAL, qué condenas han cumplido, en qué grado, en qué cárceles, en qué situación. Y situaremos de una vez el debate en sus justos términos.

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