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Un tesoro sonoro de 250 años

La Quincena Musical arranca su nueva edición el domingo, pero un par de días antes, el viernes, rendirá pleitesía al órgano barroco de Ataun, uno de los instrumentos antiguos más preciados de Gipuzkoa, mediante un concierto protagonizado por Esteban Elizondo que pondrá a prueba todas las posibilidades sonoras del imponente instrumento. A MEDIADOS DEL XIX, en una ola de renovación de los instrumentos, se llevaron por delante casi todos los órganos barrocos. Por eso el de Ataun es una pieza tan especialEL ÓRGANO ES CÉLEBRE por su `TrompetERÍA de Batalla', UN conjunto de trompetas Horizontales inventadas por Echeverria que generan un estruendoso nivel de decibelios

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Mikel CHAMIZO | ATAUN

La localidad goierritarra de Ataun es, en cierto modo, un modelo arquetípico de la pequeña aldea guipuzcoana: alrededor de 1.700 habitantes, distribuidos en tres barrios que escalan las faldas del monte Aralar. En esos tres barrios, cómo no, otras tantas iglesias, y escondido en una de ellas, la de San Martín de Tours, un espectacular órgano barroco construído en 1761, hace 250 años, y que es en la actualidad una de las joyas más preciosas del patrimonio musical guipuzcoano. Habrá quien piense que un órgano de tal calidad no es lo arquetípico ni lo habitual en la mayoría de los pueblos de Gipuzkoa. Se estaría equivocando, pues con los órganos guipuzcoanos ocurre algo similar a lo de nuestros mejores restaurantes con las estrellas Michelin: según un estudio de la Universidad de la Sorbona, no existe en el mundo ningún otro territorio con semejante conjunto de órganos excepcionales en tan pocos kilómetros cuadrados. Además del de Ataun, se cuentan instrumentos barrocos como los de Aiete, Aizarna y Gabiria, pero el conjunto más esplendoroso son los órganos románticos cobijados en iglesias de Donostia, Azpeitia, Azkoitia, Tolosa, Bergara y Usurbil, por citar sólo algunos de los más destacados, y que conforman un pequeño paraíso para los organistas de todo el mundo que tienen en Gipuzkoa un punto de peregrinación obligado, porque además de ser muchos, la mayoría de estos órganos se conservan en su estado original, sin las modificaciones que se les realizó en otros territorios para modernizarlos.

¿Por qué se dio este `boom organístico' en Gipuzkoa? Probablemente por la misma razón que llevó a que tantas localidades pequeñas posean iglesias tan enormes en relación al tamaño del pueblo y su número de habitantes, y a que éstas cobijen en su interior retablos en ocasiones fastuosos: una fuerte cultura religiosa, el apoyo popular, de la Iglesia y de los ayuntamientos y también, quién sabe, algo de competición. Fue así como en torno al ecuador del siglo XIX varios influyentes organistas, como José Juan Santesteban de Santa María de Tolosa, o José Ignacio Aldalur de la parroquia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia, plantearon que el órgano barroco no podía evolucionar más y que debería ser sustituído por el órgano romántico que venía del Estado francés, que aportaba infinitas nuevas posibilidades a la interpretación y a la composición. En su afán por modernizarse y por tener el mejor órgano posible, los consistorios guipuzcoanos contrataron a algunos de los más importantes organeros franceses, como Cavaillé-Coll, Stoltz-Fréres, Puget o Mutin, que dejaron, junto a constructores de la tierra como Aquilino Amezua o Lope Alberdi, plagada de órganos románticos excepcionales todo el territorio guipuzcoano. El problema es que, en esta ola renovadora de los instrumentos, se llevaron por delante casi todos los órganos barrocos que ya estaban instalados. Es por esta razón que el de Ataun, el mejor de entre los seis órganos barrocos que quedan en Gipuzkoa, es una pieza tan especial.

El órgano barroco de San Martín de Tours fue construído por el organero Lorenzo de Arrazola, vecino de Oñati, e instalado en la pared derecha de la iglesia ataundarra en 1761, con un coste total que ascendió a los doce mil reales. En un primer vistazo, lo que más llama la atención es su exterior, construído en maderas de nogal, castaño, roble y pino, y decorado con pinturas que simulan borlas, cortinajes y rostros de moros en los tubos. Según Esteban Elizondo, uno de los mayores especialistas en los órganos guipuzcoanos y autor del ensayo «El órgano en Gipuzkoa», el de Ataun «es un instrumento extremadamente decorativo en el conjunto de la iglesia, pues se integra en la pared, sin sobresalir, con todo el sistema de tubos oculto tras el muro. Además está pintado imitando mármoles, tubos de madera y cabezas de diablo. Es un instrumento estéticamente muy conseguido».

No obstante, el mayor tesoro son los 1.399 tubos que esta hermosa caja esconde en su interior. Según Elizondo, «es un ejemplar de órgano barroco ibérico muy completo, con toda la familia de registros denominados Principales y Flautas y tres juegos de Llenos». Los especialistas que han conocido el órgano lo describen como un instrumento de sonido hermoso y equilibrado, pero uno de los registros más impactantes del órgano de Ataun es, precisamente, el que rompe con ese equilibrio. Se trata de su célebre `Trompetería de Batalla', un tipo de sonoridad que diseñó a finales del siglo XVII el organero de Eibar Fray Joseph de Echevarria, una figura fundamental en la evolución del órgano ibérico. La Trompetería de Batalla, unas trompetas horizontales que generan un estruendoso nivel de decibelios, fueron un invento de Echevarria que llegaría después a todos los rincónes del mundo. Además de estos detalles específicos, Elizondo encuentra en el órgano de Ataun toda una serie de «elementos singulares propios del Barroco», que lo hacen un instrumento único hoy en día para la interpretación de las músicas del siglo XVII y XVIII.

Se han grabado varios discos de compositores barrocos, como Cabanilles o Alvarado, utilizando el órgano de Ataun. Pero la realidad es que, en estos 250 años, algunas de esas cualidades puramente barrocas que cita Elizondo se habían ido perdiendo. Las mayores modificaciones las sufrió el órgano a principios del siglo XX, cuando se le realizaron cambios importantes como cambiarle el teclado y subirle la afinación medio tono para igualarla con la de un piano. Afortunadamente, ninguno de esos cambios fue fundamental para la estructura del instrumento y desde 1992 el órgano se sometió a un proceso de restauración que lo revertió casi a su estado original. El encargado de este trabajo fue José María Arrizabalaga, un organero de Bizkaia asentado en Catalunya que consiguió encontrar y replicar un teclado original creado por el propio Lorenzo de Arrazola, el constructor original del órgano. Tras cuatro años sin sonar, en 1996 el preciado órgano volvió a San Martín de Tours en todo su esplendor primigenio y para deleite de los aficionados a la música antigua, una especialidad interpretativa cuyo éxito ha ido en progresivo aumento en los últimos años.

Durante el mes de julio Ataun ha celebrado el 250 cumpleaños de su órgano con una serie de conciertos que han traído hasta la localidad a los organista Raúl del Toro y Letizia Romiti. Pero uno de los conciertos más esperados es el que ha programado la Quincena Musical el próximo viernes, un par de días antes de su inauguración oficial. Estará protagonizado por Esteban Elizondo, que además de musicólogo también es un gran intérprete del instrumento. Elizondo ha escogido para la ocasión un programa que se adapta especialmente bien a las características particulares del órgano de Ataun. «En los siglos XVII y XVIII cada país lideró una forma propia de hacer órganos, cada uno con sus características -explica Elizondo-. Esto implicaba que los compositores de los diferentes países escribían de una manera o de otra, según las diferencias entre los órganos a los que tenían acceso. Lo que quiero en este concierto es que se escuchen muchísimas de las posibilidades sonoras del órgano de Ataun, y por eso he elegido un programa de música española e italiana, que en este sentido es la más similar. Comenzaré con una entrada de clarín tocada en la Trompetería de Batalla, con un inicio que cita el «Zorionak zuri», como para que el órgano grite a los cuatro vientos que `aunque tengo 250 años todavía estoy maravillosamente bien'». A esto le seguirán obras de diferentes estilos de autores como Cabezón, Correa de Arauxo, Moretti o Domenico Zipoli, que estuvo viviendo un tiempo en Sevilla y conocía muy bien los órganos ibéricos.

Todas las músicas citadas son de los siglos XVI, XVII y XVIII. ¿Se podrán escuchar algún día nuevas obras compuestas específicamente para órganos como el de Ataun? Elizondo se muestra escéptico con esa posibilidad: «Algo hay de compositores contemporáneos que han escrito música adaptándose a estos instrumentos, pero lo que domina no es eso, es recrear la música de la época en que fueron construídos estos órganos. Es un movimiento muy importante, cada vez oímos más orquestas barrocas que tocan con instrumentos originales y con el afán de ser fieles al estilo de la época, a los adornos que se empleaban y a la técnica con que se tocaban estos instrumentos. El uso que se dé a los órganos barrocos va a ir sobre todo por ese camino», augura Elizondo.

El intérprete que se adapta al instrumento

La de los organistas es una parcela muy particular dentro del mundo de la música clásica. Tienen un repertorio muy exclusivo, sus festivales propios y sus intérpretes estrella que no son reconocidos de igual manera que un gran solista de piano o violín. Además, son los únicos instrumentistas que van persiguiendo a sus instrumentos por todo el mundo. Según Elizondo, «aunque hay órganos en todos los grandes auditorios del mundo, la inmensa mayoría están en las iglesias y los organistas solemos ir buscándolos». Esta es la razón por la que en algunas ciudades con un órgano especialmente bueno se han creado festivales específicos en torno a ese órgano.

Pero uno de los problemas de no llevarse el órgano desde casa es que los organistas deben adaptarse a las peculiaridades de cada instrumento en el que van a tocar. «Ahora me voy a Alemania -prosigue Elizondo- para dar dos conciertos en dos órganos grandes, y lo primero que he tenido que hacer es informarme de las características de esos órganos para poder preparar el programa. Lo normal suele ser llegar allí la víspera, trabajar incluso de noche si la iglesia está ocupada por algún oficio, y dedicarle entre cinco a siete horas a adaptarte a la acústica, a las diferentes durezas de los teclados y a otros muchos detalles. Ese es el mayor reto para un organista».

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